Los suelos del mundo, incluida la Argentina, han perdido carbono (C), entre un 30 y un 60% de los stocks originales. La pregunta es hasta dónde puede tolerarse este proceso y que podemos hacer para cambiar el rumbo. El C se almacena de manera estable bajo la forma orgánica (humus) y como compuestos de lignina en la maderas, y compensa el impacto de los gases de efecto invernadero (GEI), sobre todo dióxido de carbono, óxido nitroso y metano. Los diferentes GEI se integran en el denominado dióxido de carbono equivalente, que es la unidad de medida de mitigación del cambio climático.
El metano está vinculado con las emisiones del ganado y los arrozales inundados, mientras que el dióxido de carbono tiene ligazón con todas las operaciones que implican la quema de combustibles de origen fósil, más la pérdida de materia orgánica (MO).
En tanto, el óxido nitroso deviene de los fertilizantes.
De los tres, el que puede ser capturado es el dióxido de carbono. Esto se logra mediante la fotosíntesis de las plantas, para luego ser transformado en C estable o humus, y así generar balances de C menos negativos, neutros, y en algunas situaciones ligeramente positivos. Como una parte se exporta con el grano, en general los sistemas agrícolas siempre pierden C, a diferencia de los esquemas ganaderos; por eso es importante el índice de cosecha.
Residuos de cosecha
Lo que perdura es el C de los rastrojos, con una variabilidad importante, más el que se almacena en las raíces (por muerte o exudados), más poderosas en maíz o trigo que en soja. De ese C que está ingresando a los suelos, al cabo de un año el 30% habrá permanecido en el perfil con distinto grado de estabilidad, y el 70% restante se descompone como dióxido de carbono que vuelve a la atmósfera.
A su vez, el C secuestrado en forma de humus está sujeto a procesos de mineralización, y en esto influye sobremanera la forma en que se trabaja la tierra. La labranza es la peor de las opciones, porque lo que define este proceso es la temperatura.
Del mismo modo, el nitrógeno (N) que se incorpora a los suelos soporta emisiones directas debidas a la nitrificación o la respiración anaeróbica de nitratos (denitrificación), o indirectas por volatilización y lixiviación.
En el caso de la ganadería, una parte del C se va con la ingesta del animal, y queda un 60% remanente que ingresa a los suelos. Se almacena mucho C en la porción subterránea, con más exudados, muy por encima de lo que logra un lote agrícola. En este caso también el C ingresado está sujeto a la mineralización de la MO, un proceso influenciado asimismo por la temperatura, lo cual tiene que ver con el manejo del pastoreo. Otra parte se pierde como respiración y metano entérico. Hay una fuerte emisión de oxido nitroso en la orina, especialmente, y también en el estiércol.
Los límites
¿A qué nivel de secuestro de C podemos aspirar? Tiene que ver con el tipo de suelo, las precipitaciones, el uso de la tierra, la modalidad de cultivo, las rotaciones, el clima y la topografía. El rango puede ir de menos de 100 kg hasta un poco más de 2 toneladas de C/ha/año, según la bibliografía internacional. Lo más usual se ubica entre 200 y 400 kg/ha/año. En cuanto a N, el uso de urea protegida o inhibidores de nitrificación podrían lograr entre 9 y 21% en términos de reducción de las emisiones totales.
Para los especialistas es un doble juego: pensar en estrategias para capturar carbono al tiempo que se estudia cómo reducir las emisiones del agro. Estas últimas a nivel mundial superan las 6 gigatoneladas de dióxido de carbono; contando las compensaciones posibles podemos reducirlas en 2 gigatoneladas.
¿Y la Argentina? Nuestros sistemas tendrían un poder mitigador de entre un 10% y un 35% de las emisiones de la agricultura. Juegan a favor una nutrición balanceada, la siembra directa, los cultivos de servicio, las rotaciones y las pasturas, entre otros factores. Eso sí, aun con las rotaciones tradicionales en siembra directa, nuestros suelos no necesariamente están actuando como un sumidero neto de C: en los ambientes con alto C hay pérdidas y en los menos dotados es la menor de todas las opciones negativas.
Los síntomas de degradación física del suelo muchas veces están ligados a una caída en los niveles de C. Así, pueden ser incluso fuentes de emisión de C hacia la atmosfera. También hay que tener en claro que tanto la pérdida de C como la construcción de volúmenes de C en el suelo no son indefinidas.