El rol de las pasturas en la producción ganadera no siempre fue el mismo, en los ’60s se comienza a fomentar su uso y se entiende que su productividad y calidad superan al pastizal natural, en ese entonces los objetivos consistían en producir forraje a lo largo de todo el año y lograr la mayor durabilidad de lo implantado para que sea amortizado. La henificación era la única forma de transferir reservas, y al ser un sistema de conserva “poco eficiente” se ajustaba la carga animal a la oferta del invierno.
En las décadas posteriores se instala el concepto de suplementación estratégica para los sistemas extensivos pastoriles, siempre con grano o heno ya que no existía el silaje de maíz como lo conocemos hoy.
A partir de los noventa los sistemas de intensifican, las posibilidades económicas tornan a los insumos más disponibles. Incremento de carga por superficie es el nuevo paradigma, ya no se fija más según la oferta invernal sino que se exprime al máximo la carga animal de la mano de tecnologías accesibles de conserva de forrajes. Los verdeos eliminan aquella idea de perdurabilidad de las pasturas.
Aproximadamente a mediados de la década junto con la explosión de la siembra directa y el cultivo de soja se forma una “nueva geografía productiva”, un nuevo escenario que lleva a la ganadería a reducirse en 15 millones de hectáreas. En cuanto a las pasturas se comienza a discutir la necesidad de recurrir a especies adaptadas a nuevas zonas (antes marginales), “aparecen las megatérmicas” exclama Daniel Rearte.
En el presente el objetivo consiste en seguir aumentando la productividad e ir hacia una ganadería de precisión, ya que se trata de una producción muy rentable. “Los precios se encuentran óptimos, la carne logró un precio que hasta ahora no lo había logrado nunca (blanqueó su precio), y eso es lo más virtuoso que podría haber ocurrido ya que permite todo un reordenamiento de la cadena. Ahora hay recuperar esas 10 millones de cabezas perdidas” afirma Rearte.
Debe orientarse que un factor clave para motorizar el aumento del stock es fomentar la actividad cría, que hasta ahora no termina siendo la más beneficiada con el revalúo de los precios (60-62% de destete promedio a nivel nacional sigue siendo un índice muy bajo). “La actividad cría va a crecer cuando sea negocio y para esto no tiene que valer la carne sino el ternero” apunta Rearte.
“Las posibilidades de aumentar la producción de carne en la Argentina son reales, no hay duda. Se debe aumentar la producción de ternero, no puede dar un ternero seis de cada diez vacas. Y difícilmente se pueda crecer en la cría si un kilo de ternero no vale como mínimo un 20-25% más que el kilo de novillo, ya que producir este último es mucho más barato”
“Existe un reordenamiento en la configuración de la producción que es más que alentador, ya que se mejoró la competitividad con la agricultura y esto es definitivo y noble. Antes campos ganaderos se iban a la soja aunque les diera 14 quintales, hoy competimos mínimamente con 30 quintales de soja”. Daniel Rearte.
Foto: Clarín.