El concepto de calidad entre los consumidores mutó. Ahora, buscan productos que cumplan con ciertas pautas de elaboración en línea con la naturaleza y que aseguren la seguridad del alimento. En este sentido, cuidar el bienestar animal del rodeo a faenar, no es una cuestión menor. Es que, de acuerdo con un estudio del INTA, a mayor cuidado más producción y calidad de la carne.
Entre las exigencias más comunes están las referidas al cuidado y las buenas prácticas en los procesos de cría, transporte y faena. Así lo indicó Luis Rhades –especialista en bienestar animal del INTA General Pico, involucrado en el Proyecto Regional con Enfoque Territorial del Este de La Pampa– quien además se refirió a una “evolución hacia la ganadería de precisión”.
En este sentido, ponderó la necesidad de “implementar las buenas prácticas ganaderas y los principios bienestar animal a fin de evitar perder 13 mil toneladas de carne en la secuencia operacional del dressing en la que se eliminan los machucones, abscesos y lesiones, a los efectos de una presentación uniforme del producto a comercializar”.
“Un buen manejo hace la diferencia”, sentenció Rhades para quien resulta “fundamental” implementar las normativas legales y la observación de indicadores de cómo se deben manejar los animales durante todo el proceso.
Para esto, es necesario –en principio– erradicar los malos hábitos y entender el comportamiento y costumbres de los animales a fin de conducirlos al objetivo, sin malos tratos. “Mediante las buenas prácticas lograremos animales más dóciles, con menos estrés y, en consecuencia, más fáciles de manejar”, aseguró y agregó que esto, a su vez, mejora las condiciones de trabajo y la calidad de vida de los trabajadores.
En materia de sanidad, Rhades especificó que la implementación de buenas prácticas en los partos, también, influye en la vida reproductiva del animal. “Si el objetivo es obtener un ternero por vaca por año se debe ser responsable y contar con personal competente, debidamente capacitado y supervisado por un veterinario”, aclaró.
Otro aspecto importante en materia de sanidad, según Rhades, es el manejo de la jeringa. “La inoculación o inyección de un zooterápico implica, de por sí, un acto quirúrgico. Por lo que debe hacerse con responsabilidad con instrumentos limpios, adecuados y con el debido mantenimiento”.
En muchos casos, como consecuencia de la falta de higiene en las jeringas se forman abscesos, lo que genera mal estar y mucho dolor a los animales, los que dejan de comer con la consecuente pérdida de peso y perjuicios económicos.
En cuanto a la picada eléctrica, Rhades subrayó que el uso de este instrumento es “inaceptable e inconcebible” debido a las lesiones musculares que provoca en los animales, con el consecuente decomiso por hemorragias y la ineptitud de la carne para su posterior procesamiento y consumo.
Sólo en casos aislados y excepcionales se puede aplicar pero sólo a la altura de los garrones o en zonas poco sensibles. Además, el técnico advirtió que “su empleo indiscriminado se traduce en animales intranquilos, doloridos, miedosos y difíciles de manejar”.(INTA)