El cambio de la agricultura argentina no sólo es tecnológico, sino también social. Una prueba de ello lo dio la Asociación Argentina de Productores en Siembra Directa (Aapresid), entidad técnica del agro, que en los últimos días eligió a una mujer para que sea su presidenta en los próximos dos años. Se trata de María Beatriz Giraudo , Pilu, como la llaman sus colegas, productora agropecuaria, ingeniera agrónoma y madre de dos adolescentes, oriunda de Zenón Pereyra, provincia de Santa Fe. Si bien hay muchas mujeres que están a cargo del campo, son pocas las que tienen actividad dirigencial y muchas menos las que llegan a los cargos máximos.
"Nos sentimos orgullosos de nuestra condición de país agroalimentario y agroindustrial porque somos capaces de producir alimentos, fibra y energía, en calidad y cantidad", dijo Giraudo.
La definición se refiere tanto al potencial que tiene el país para incrementar su producción agropecuaria como los cuestionamientos que comenzaron a surgir en los últimos años respecto de los efectos sobre el medio ambiente por el crecimiento de la soja.
"Sabemos cuál es el camino correcto, que es el uso responsable de la aplicación de fitosanitarios y de toda la tecnología agrícola", opina Giraudo. Los productores que fundaron Aapresid hace 25 años fueron los principales impulsores de uno de los cambios tecnológicos más importantes de la agricultura argentina y decisivo para que la soja se haya transformado en el principal producto de exportación del país. A fines de la década del 80 dejaron de roturar la tierra para evitar la pérdida de materia orgánica de los suelos, que ya experimentaban procesos de erosión por el uso del arado, y aplicaron la siembra directa. Esa fue la punta de lanza que hizo más simple y eficiente a la agricultura argentina. Se redujeron los costos de producción, al utilizarse como principal herbicida el glifosato y gastar menos gasoil para sembrar. Con el surgimiento de la soja transgénica, en simultáneo con los Estados Unidos, la Argentina lideró el cambio tecnológico de la agricultura mundial.
"Un 8 por ciento de la superficie cultivable a nivel mundial está en siembra directa, y el 80 por ciento se aplica en la Argentina", apunta Pedro Vigneau, vicepresidente de Aapresid, productor de Bolívar, que acompañará a Giraudo en la dirección de la entidad.
Casi 20 años después de ese cambio los desafíos son otros, reconoce Giraudo. "Impulsamos las Buenas Prácticas Agrícolas (BPA) que, entre otras cosas, incluyen el uso responsable de productos fitosanitarios y la certificación de que el trabajo que realizamos es respetuoso con el medio ambiente", añade.
Ahora, las exigencias son mayores. Según las proyecciones de los especialistas, en 2050 habrá que alimentar a 9000 millones de personas en todo el mundo con menos agua, menos combustible y casi la misma cantidad de tierra que en la actualidad.
"Desde la Argentina podemos satisfacer esa demanda, que no sólo es externa, sino también interna", añade la presidenta de Aapresid. En los últimos años, tanto Giraudo como Vigneau y otros integrantes de Aapresid y de Aacrea, otra entidad técnica del agro, se vincularon con ONG, como la Fundación Conín y la Red Argentina de Bancos de Alimentos, que combaten el flagelo del hambre en el país. También lo hicieron con organizaciones sociales como la Corriente Clasista y Combativa de La Matanza y la cooperativa Barrio La Juanita, de Héctor Toty Flores.
"En Aapresid tenemos un proyecto para fortalecer el desarrollo local junto con el sector público, y atraer a los jóvenes al campo", se entusiasma Giraudo.