Los surtidores de todo el país son dueños de un curioso récord: registraron aumentos en los precios de los combustibles en los últimos seis de los siete meses que lleva el año. El último fue ayer. Desde las 0 horas, YPF, que tiene el 55% del mercado, subió 4% los valores, con lo que acumula una suba de 29% en lo que va del año y superior al 41% en los últimos 12 meses. El número está muy por encima incluso de la medición del IPC Congreso, que registró un acumulado de 18,06% hasta mayo.
En la ciudad de Buenos Aires, el litro de nafta súper de la petrolera estatal cuesta ahora $ 11,45 (antes del ajuste salía $ 11,01), mientras que la premium sale $ 12,89, en comparación con los $ 12,39 de anteayer. En tanto, el gasoil cuesta desde ayer $ 10,40 el litro, con una suba de 4,2%, mientras que la versión premium llegó a $ 11,98, 3,8% más.
Axion, la empresa de los hermanos Bulgheroni y la china Cnooc, retocó también ayer sus precios en un porcentaje similar en algunas estaciones. De acuerdo con las últimas remarcaciones en sus bocas de expendio en la Capital Federal, el litro de nafta súper llegó a $ 11,55, la premium a $ 12,98, y el gasoil premium a $ 12,09, con lo que las subas de ayer fueron de hasta 3,9 por ciento. Hoy continuará con la revisión de sus pizarras.
Shell, otra de las empresas importantes del sector de refinación y venta de combustibles, seguía de cerca esos movimientos. "Estamos relevando los precios en distintas partes del país y mantendremos nuestro posicionamiento competitivo", explicó la empresa.
Por la propia dinámica del mercado, cuando una compañía con una porción importante de las ventas retoca sus precios el resto la sigue, por lo que es probable que en los próximos días continúen los aumentos en otras marcas.
Una parte de la explicación hay que buscarla en la evolución del tipo de cambio. Pocos eslabones de la economía están tan atados a la evolución del dólar como las naftas y el gasoil. Sucede que las refinadoras cobran en pesos el combustible que venden, pero el precio del crudo, que explica un 80% de sus costos, está fijado en dólares y se liquida a la cotización que establece el Banco Central. Por eso, según los petroleros, la devaluación del 24% (el peso abrió el año a $ 6,5430 y alcanzó ayer, según el BCRA, los $ 8,1345) explica la parte más sustancial de los aumentos. La otra porción se debe, siempre en línea con el argumento de las empresas, al encarecimiento del crudo en dólares.
Los aumentos de este mes se suman a un ajuste de 7% en enero, 6% en febrero, 6,1% en marzo, 5,4% en abril y 3,8% en mayo.
Menos ventas
Aunque los combustibles muestran una tendencia hacia el encarecimiento desde hace tiempo, esta ronda de aumentos tiene condimentos nuevos. A diferencia de lo que ocurrió en los últimos años, los automovilistas parecen estar ingresando en una etapa de frugalidad. Un petrolero comentó ayer con sorpresa que estaba comenzando a venderse menos nafta. Y justificó en la moderación de la demanda la necesidad de revisar con precisión las remarcaciones. También descartó subas relativamente homogéneas, como había hecho hasta ahora.
Tras la fuerte devaluación de enero, todas las petroleras pensaron en trasladar de inmediato a los precios sus efectos, pero sólo lo hizo Shell, que retocó sus valores en un 12 por ciento. La respuesta oficial fue inmediata: el ministro de Economía, Axel Kicillof, y el jefe de Gabinete, Jorge Capitanich, convocaron a los productores de crudo y a los refinadores de combustibles para contener los precios en los surtidores.
Luego de varios días de negociaciones, acordaron trasladar la devaluación a los surtidores de manera paulatina. Durante ese lapso, los productores de crudo aceptaron bajar el precio de venta del crudo. Pero el acuerdo venció en mayo. Los empresarios del sector tienen pocas dudas con respecto al futuro de los precios: los aumentos dependerán de la marcha de la devaluación.