A mediados del 2010, la multinacional argentina Oil Fox S.A. monta una planta de biodiesel a base de algas ubicada en el Parque Industrial Comirsa, al Norte de la provincia de Buenos Aires. El monto de inversión giró en torno a los 20 millones de dólares y la capacidad de producción era de 120 millones de litros por año.
En un principio, el biocombustible se constituía por un 10 por ciento de la planta talofita y un 90 por ciento de soja. Luego la mezcla de algas en la producción se elevó a un 50 por ciento y el emprendimiento se encaminaba.
Sin embargo, “a raíz de una errática y equivocada política con respecto a los precios de biodiesel, lamentablemente tuvimos que vender la planta, la cual no pudo resistir a la coyuntura y terminó cerrando”, explica Jorge Kaloustian, titular de Oil Fox S.A.
Recuerda que el gobierno de turno bajó el precio del biodiesel a la mitad de lo que cotizaba en aquel momento y el proyecto dejó de ser rentable. 9 meses después de su apertura, la planta sería vendida y más tarde cerrada definitivamente.
No obstante, Kaloustian considera que el nuevo valor de biodiesel fijado este mes por el Gobierno Nacional (de 10,22 pesos por litro para la mediana empresa) comienza a ser rentable para retomar el emprendimiento. Asegura que para ello el precio debe establecerse por arriba de los 10 pesos por litro y serán necesarias “reglas claras que permitan previsibilidad en el negocio”. “Si no hay certeza es muy difícil planificar a largo plazo”, señala el empresario.
En la misma línea, indica: “Si las políticas son sostenibles en el tiempo nosotros estaríamos dispuestos a invertir y salir nuevamente al mercado. Más aún si existe la posibilidad de venderle directamente al consumidor”. Según el empresario, ofrecer biodiesel puro en las bocas de expendio sería muy beneficioso para el sector.
Consultado sobre la capacidad de resistencia de los motores diésel para soportar indistintamente capacidades de biocombustible con gasoil, Kaloustian es categórico con su respuesta: “En el año 1898, cuando el señor Rudolf Diésel inventó su motor usó 100 por ciento aceite vegetal. Y el 10 de agosto 1912, en Alemania, él dijo: ‘no le pongan ese combustible a mi motor porque lo va a dañar’, y se refería al gasoil de petróleo”.
Continuando con su idea, el empresario asevera: “Lo que poca gente sabe es que, por ejemplo, el Euro diésel 2 tiene 200 partes por millón de azufre, mientras que el biodiesel tiene 0 de azufre. Del mismo modo, el gasoil tiene 48 cetanos y el biodiesel 52 cetanos. Y como si esto fuera poco, nosotros utilizamos 3 camionetas, desde Alaska hasta Ushuaia, utilizando biodiesel puro y los motores anduvieron mejor”. “En realidad los motores diésel fueron hechos para andar con biocombustible no con gasoil; el gasoil fue empleado por una cuestión de costos en un momento en particular”, remata.
Asevera que en Alemania y en Estados Unidos no tienen restricción para utilizar biodiesel puro en el consumo “siempre y cuando se cumpla cierta calidad”. “En el caso de Europa, ellos responden a la Norma EN14214, lo que garantiza un biodiesel bueno”, aclara.
Algas destinadas para biogás
Actualmente la multinacional argentina Oil Fox S.A. trabaja con el tratamiento de algas para fines alimenticios. Cuenta con dos plantas en el país, tres en Colombia, una en Estados Unidos, otra en Italia y filiales para su comercialización en China y Rusia, dos grandes mercados mundiales.
Asimismo, como subproducto del proceso generan biogás. Ambas plantas de Argentina se autoabastecen incorporando al tratamiento de biodigestión desechos agrícolas de granjas aledañas. En el caso de una de las fábricas de Colombia poseen motores de 9 MW de potencia instalada para tratar el biogás que generan.
Ahora espera por nuevas condiciones de mercado para volcarse nuevamente en la elaboración de biodiesel. EnergíaEstratégica.