La vitivinicultura argentina se expande, busca desafíos permanentes investigando nuevas zonas o zonas de antigua data que habían caído en el olvido.
Cientos de años atrás las zonas vitivinícolas eran esparcidas por las más diversas provincias argentinas. Dónde había curas había algún viñedo para satisfacer las necesidades del vino de misa y algunos litros más para los pecados mundanos. La historia del desarrollo de Mendoza, como zona de privilegio vitivinícola argentina, es más conocida y la aparición de la primera tanda de vitivinicultura moderna con Sarmiento, Pouget y compañía es conocida.
Hoy en día varios ingenieros y enólogos mendocinos recorren el mundo, pero también el país generando y acompañando proyectos que tiempo atrás parecían propiamente locuras. Uno de estos casos es del Marcelo Casazza el ingeniero agrónomo mendocino que hoy lleva adelante originales proyectos en Córdoba y Entre Ríos. Casazza en diálogo con Sitio Andino brinda algunas particularidades e historia de estos proyectos.
Comenzando por la provincia mediterránea Casazza cuenta que “es un emprendimiento de la familia Delich y está a cargo Alejandro Delich que es arquitecto y el hijo del precursor del parque de entretenimientos cordobés Peko’s” que para el ingeniero mendocino salvando las distancias es una especie de mini Disney para la gente que se puede arrimar de toda la Argentina. “Dentro del proyecto ellos tienen hoteles y restaurantes y la necesidad de tener su propio producto, ya tienen su propios alfajores por ejemplo, pero como esto es un parque temático la idea es que también los chicos y los grandes aprendan de vitivinicultura. Hemos plantado cinco hectáreas, ya está hecha la bodega y este año realizamos la primera elaboración de malbec, chardonnay y cabernet franc. Los viñedos son nuevos tienen dos años y estamos comprando a viñateros de la zona con los que estoy trabajando hace un tiempo”.
La pregunta obligada es que característica tiene estos vinos cordobeses, Casazza cuenta que “En el Valle de Calamuchita tenemos viñedos arriba de los 800 metros hasta 1100 y también esta Colonia Caroya que viene con muchos años de vitivinicultura. Los italianos del Friuli trajeron variedades de esas zonas, pero después plantaron cabernet, merlot, malbec, chardonay, entonces tienen ya una tipicidad marcada de la zona. Es una zona que tiene lluvias y donde los vinos a veces no llegan a tener la graduación alcohólica que tiene Mendoza por los momentos de cosecha y la madurez, pero son vinos de un nivel clásico, reserva que cuando se trabaja bien el viñedo soportan muy bien el ensamblaje con el roble. Son vinos del mediterráneo, si hacemos seis o siete curaciones son vinos que se parecen a zonas de Francia donde uno tiene que curar. Hay que manejar más el viñedo que en Mendoza, pero se consiguen vinos suaves, frescos del año y los consume el turismo propio de la zona interesado en saber que sale de este tipo de viñedos. No hay que salir como loco a vender vino a Buenos Aires o a restaurantes”.
El otro proyecto aún puede resultar más extraño ¿vino en Entre Ríos? El mendocino cuenta la historia “si bien ahora hay pequeños proyectos hubo una época donde la vitivinicultura fue muy importante. En el año 45, 46 el gobernador Agustin Justo suspendió por decreto la elaboración de vinos en la zona. Lo único que se podía hacer era vino casero de pequeños viñedos lo que produjo que las bodegas se fueron abandonando la zona.
En los finales de los 70 esa prohibición se levantó y volvió algo de producción industrial pero con productores muy chiquitos”.
Marcelo Casazza está ahora “trabajando en un proyecto de 15 hectáreas y una bodega con arquitectos que han visitado Mendoza y estuvieron interiorizándose. Toda la parte técnica y de viñedo es mendocina con aportes de gente de Entre Ríos que conoce acabadamente la zona”
El proyecto entrerriano tiene un estilo italiano, “porque el dueño así se lo quiere dar, si bien tenemos variedades francesas, pero vamos a tener sangiovese para tratar de imitar un chianti al pie del Paraná o sea humedad tiene y haremos un pinot grigio como variedades diferenciales” dice Casazza.
El ingeniero mendocino agrega que en esa zona de la Mesopotamia ya hay una especie de pequeña ruta del vino, “todos productores chiquitos de 1 hectárea que tienen su pequeña bodeguita y venden toda su producción allí a puerta de bodega”.
El proyecto de la familia Tornatore –cuenta Casazza – “apuesta al turismo que casí permanente que recibe los fines de semana la zona de Victoria desde Rosario y Buenos Aires, no solo con la bodega sino también con una tratoria y un paisaje que pinta muy italiano” El mendocino marca diferencias con la situación provincial “creo que estamos un poco saturados por tamaño, por las cuestiones macroeconómicas que ya conocemos bien, pero estas zonas alternativas con producción a escala tienen esas ventajas de ser pocas bodegas, chicas y un turismo importante.
Por ejemplo Entre Ríos, recibe turistas todos los fines de semana desde Rosario, que solo cruzan un puente, y los atrae el casino de Victoria, la pesca entre otras cosas y obviamente estos emprendimientos agregan más atractivos”. La vitivinicultura argentina agrega nuevos desafíos y nuevos atractivos y de alguna manera siempre Mendoza es protagonista.
Sitio andino.