El director general de la FAO, José Graziano da Silva, celebró la estimación sobre la cosecha de maíz difundida anteayer por el USDA, en la que redujo muy levemente su perspectiva productiva, de 273,79 a 272,49 millones de toneladas, cuando el promedio de 23 de las principales firmas de análisis de mercado estadounidenses calcularon ese volumen en 263,66 mill./t, en función del grado de afectación de los cultivos tras la sequía.
En su reporte, que fue elaborado con la recolección de maíz en marcha (dato sobre el cual los privados sustentaron el escenario de fuerte caída), el USDA redujo en apenas un 0,5% la producción del cereal y, en cambio, recortó en un 2,16% la de soja cuando, en rigor, el maíz fue el que padeció con mayor crudeza la sequía. Es un hecho que el valor del maíz tiene una incidencia mucho más relevante en el precio de los alimentos que el de la soja.
Da Silva fue más allá con su valoración sobre la nueva cifra oficial de maíz y dijo que "no veía la necesidad" de convocar un foro de emergencia del G-20 sobre los precios de los alimentos. El 28 del mes pasado, el ministro de Agricultura de Francia, Stéphane Le Foll, a cargo de la presidencia del espacio Agrícola del G-20, había supeditado la convocatoria a dicho foro al informe mensual del USDA, pero particularmente al dato sobre el maíz estadounidense (representa poco más del 30% de la oferta global). En aquella reunión participaron representantes de Francia, EE.UU., México y de la FAO.
Las suspicacias con que el mercado recibió el nuevo informe del USDA quedan ahora más que justificadas. "La FAO debería ocuparse de reflejar la realidad, es decir, si hay o no maíz, en vez de calificar como una buena noticia el dibujo que hizo el USDA", dijo a LA NACION un operador local. En efecto, ajustar cifras, contrariando la realidad tangible, es una práctica negativa, sea en la Argentina o en EE.UU.
Dante Rofi