Un informe de la Facultad de Agronomía de la UBA (FAUBA) analizó las potencialidades del maíz pisingallo y su posibilidades de expansión. El trabajo arrojó que menos de 10 empresas concentran las casi 50 mil hectáreas que se producen en la Argentina, que el 95% de los granos se exporta, y que el mercado interno tiene gran potencial de crecimiento. Incluso hay países que están innovando en los pochoclos con gusto a roquefort.
El maíz pisingallo se destina principalmente a producir pochoclo. Su cultivo es similar al del maíz tradicional. Comparte paquetes de tecnología, como fertilizantes y herbicidas, pero sin variedades transgénicas. Además, ocupa áreas de producción en el sur de las provincias de Santa Fe, Córdoba y Buenos Aires, y algo en Entre Ríos y Salta, informan los especialistas de FAUBA.
La superficie implantada es estable y oscila entre las 40 y 55 mil hectáreas al año y es cultivado por 5 o 6 empresas exportadoras, que controlan "controlan los volúmenes de producción y, por lo tanto, el precio", indican.
El 95% de la producción se exporta a India, Emiratos Árabes Unidos, Colombia, Perú, Marruecos, Ecuador y Egipto, entre otros países. La Argentina ocupa el primer puesto en exportación, le siguen Estados Unidos y Brasil. "Son los tres países que más producen maíz pisingallo, con la particularidad de que Brasil y Estados consumen más del 90% de su propia producción", explican desde FAUBA.
Existen otros países que consumen grandes volúmenes de maíz pisingallo a los que la Argentina también podría exportar, y para esto habría que aumentar la cantidad de hectáreas cultivadas, entre ellos se encuentran varios estados del continente asiático.
A su vez, consideran que se podría promover mucho más el mercado interno y contó que en países como España se investigan saborizantes para el pochoclo. "Desde roquefort hasta cheddar y otros sabores más allá que las opciones convencionales "dulce o salado", indican.
Sin embargo, advierten que el maíz pisingallo, en comparación con el tradicional, es más susceptible a daños por insectos, y también al enmalezamiento. "Por eso requiere un monitoreo continuo. Además, es clave seguir el cultivo para lograr los estándares de calidad del grano que piden las empresas. Si se daña, es probable que no explote", explica Alejandro Sánchez Cabezudo a partir de su trabajo para graduarse de Ingeniero Agrónomo en la FAUBA y de su experiencia en empresas productoras y comercializadoras del cereal. La etapa de almacenaje, en cuanto al control de la humedad y la temperatura, es clave para conservar la calidad de los granos.