En el NOA algunas cosas ya no tienen vuelta atrás. Ignacio Pisani, responsable del planteo agronómico de Anta del Dorado, en el este salteño, lo explica con claridad meridiana. “Lo que sucede con el trigo y el maíz nos está obligando a caer en consumos locales, con plazos más largos y mayores riesgos. Las herramientas que estábamos usando para ambos cultivos ya casi no existen”, advierte el profesional.
En esta empresa familiar –ubicada en Coronel Mollinedo y vinculada con los CREA Juramento y Anta– existe la convicción de que se llegó a un punto en que algo debe hacerse. “Queremos sembrar maíz pero el Estado hace todo lo posible para que nos aboquemos a la soja –se queja Ignacio–. La comercialización del cereal se tornó muy pesada; apenas te quedan $ 350 puesto en el campo. Salir con el maíz a puerto se ha convertido en un drama. Tampoco cierra la idea de transformar nuestra producción en carne; para hacerlo necesitaríamos 40.000 novillos, y no es fácil reunir semejante cantidad. Con la hacienda que tenemos (1.500 novillos) podríamos consumir 1.500 tn, no más. Y el feedlot es la parte de la ganadería más relegada. Otras cosas, como la cría de cerdos, no nos asustan productivamente pero nos frena la carencia de reglas de juego estables. No hay duda de que es mejor comerse el grano, especialmente cuando uno está en Salta, pero faltan cosas básicas para hacerlo. Por eso, para ciertos productos como el maíz, es fundamental industrializar en origen”.
En marcha
Sin más, junto con otras cuatro empresas se han embarcado en la construcción de una planta de elaboración de etanol. Al comienzo transformarían 160.000 toneladas de maíz, para luego pasar a 250.000. “Éste es un proyecto ya encaminado –indica Pisani–; estamos cerrando la parte estatutaria y las cuestiones legales. La provincia planea levantar un parque industrial en La Moraleja, y ahí vamos a instalar la planta, con una inversión de u$s 40 millones”.
Los cálculos indican que estará funcionando en 2013, y la transformación es mucho más rentable que vender el maíz como tal. “La idea es asociar a algunas petroleras en esta movida –agrega el profesional–, y manejar los subproductos, como la burlanda, es decir, contar con un proyecto integrado. Alguna vez el crecimiento pasó por la expansión de la frontera agropecuaria merced a la incorporación de tierras. No hay dudas de que ahora hay que ir detrás del crecimiento vertical, es decir potenciar cada hectárea”.
Lucas Elizalde, uno de los propietarios de Anta del Dorado, se suma a la entrevista. “En principio pensamos en unos 50.000 m3 de etanol y una parte equivalente de harinas proteicas y burlanda. Este carburante sólo se puede comercializar para cortar naftas. La Ley de Biocombustibles prevé el otorgamiento de un cupo para subirse al corte y el Estado establece el precio que vas a cobrar por él. Es uno de los riesgos del proyecto, pero como contraparte hay beneficios impositivos”, afirma.
Eligieron etanol y no biodiésel, porque para ellos el problema es el maíz y no la soja. Al ser varias las empresas involucradas, el beneficio no se reflejará en el margen bruto del maíz –la nueva compañía tiene que ser competitiva per se– sino en las ganancias del emprendimiento. “Hoy por hoy el hecho de tener alguien que nos asegura la venta del maíz es casi una bendición”, avisa Lucas.
Una más
La otra veta en curso pasa por la instalación de una planta de secado de maíz. Es de menor escala pero es otra forma de darle valor agregado al grano. “Si querés mandarlo al sur tenés que dejarlo secar en planta y esperar hasta junio y julio para levantarlo. Con esto podremos anticipar la cosecha y evitar el vuelco; este año llegamos a tener 1.500 kg de maíz en el piso”, apunta Pisani.
Elizalde asegura que es necesario perderle el miedo a la industrialización. “Con reglas claras vamos a fondo con cualquier proyecto rentable –avisa–. Al etanol lo vemos como un proyecto de veinte a treinta años, porque creemos que luego el mundo irá hacia una generación de energía distinta, es decir, por otra vía”.
Claro, otras cuestiones surgen. La planta de etanol va a producir un volumen de subproductos mayor que el que la zona puede absorber, por lo cual la exportación a Chile es una opción bajo análisis. “Desde luego hay que pensar en asociarse para alcanzar estos objetivos –subraya Lucas–. Por este camino rompemos dos mitos, y el campo debería saltar un nuevo escalón. Implica salir a vender e incluso desarrollar mercados. Y dentro de estas asociaciones cada uno aporta su know how, en algún caso para comercializar, en otro para producir”.
Sustentabilidad
Anta del Dorado es, además, un ejemplo de diversificación inteligente. Entre propio y arrendado la empresa maneja unas 28.000 hectáreas en esta parte de Salta, con un régimen de 800 a 900 mm anuales. Salvo en la fracción ubicada más al este –menos llovedora–, los campos son bastante homogéneos. El planteo involucra 17.000 hectáreas de soja, 4.500 de maíz, 2.700 de poroto, 6.000 de cártamo y 4.000 de trigo.
Sin prisa pero sin pausa está empezando a incursionar en agricultura de precisión. “Queremos conocer a fondo nuestros suelos, y estamos en la etapa de definir ambientes. Trabajamos con Rodolfo Gil, de la EEA INTA Castelar, para determinar tres indicadores que nos ayuden a caracterizar los perfiles y su sustentabilidad. Por caso, densidad aparente, materia orgánica e infiltración nos van a dar una idea de cómo evoluciona la cosa. Estamos tomando conciencia de la fragilidad de esta parte del país y queremos ser más sustentables. A esto apunta nuestro grupo CREA”, enfatiza Pisani.
En este caso la razón que determina ambientes es el tipo o calidad de suelos, y hasta ahora han trabajado con el mapeo de rendimientos. “La idea de evaluar cuan sustentables somos nos ayudará, por ejemplo, a saber cuan seguido tenemos que incurrir en fertilizaciones de recomposición –razona Ignacio–. Es más, estamos planteándonos la posibilidad de volver a introducir pasturas en la rotación en tanto el negocio ganadero lo permita. Somos los primeros interesados en abonar la idea de dejarles a las generaciones que vienen un suelo en óptimas condiciones”.
Búsqueda incesante
Al esquema citado cabe agregar al sésamo, con el cual están dando los primeros pasos. “Entre Anta del Dorado y sociedades vinculadas probablemente serán 1.000 hectáreas este año. Tiene un requerimiento menor de agua e inversiones y nos sirve para colonizar zonas algo más marginales, con un retorno interesante. Te dan la semilla –es bajo contrato, fundamental– y no hay mayores problemas para controlar malezas”, sintetiza Pisani, quien manifiesta sus dudas respecto de las limitaciones del cultivo en zonas muy húmedas.
La campaña previa lograron 650 kg/ha en el caso del sésamo, y están convencidos de que hay mucho por mejorar en cuanto al manejo. “Es un cultivo de verano, se siembra entre el 15 de diciembre y el 20 de enero, y el año pasado nos lo pagaron u$s/tn 750, puesto en el campo. Sospecho que podemos lograr perfectamente 1.200 kilos una vez que le agarremos la mano”, se sincera Ignacio.
Ésta es la tercera temporada que lo siembran, en especial en campos nuevos, ya que se adapta a cosechar alto en virtud de su gran despegue, lo cual los pone a cubierto de desniveles. El sésamo tiene una semilla muy pequeña, y se siembra con una máquina de grano fino –están usando una Agrometal MX–. Se plantea a 42 cm, pero se puede hacer a 52 o a 21; es un tema bajo estudio.
La artillería defensiva incluye metolaclor (Dual), o una combinación de Linuron y Diuron, que anda mejor. Y fungicidas e insecticidas, claro. “No queremos entrar muy de lleno hasta que no veamos un mercado seguro. Por lo general es a retirar del campo, una ventaja porque estamos pagando un flete a puerto de $/tn 280; los compradores son empresas que están elaborándolo en la zona”, explica Pisani.
Lino, amaranto y chía también muestran buenos resultados, aunque Ignacio asegura que no los sembraría en aquellas zonas donde pueda lograr una buena soja o un buen maíz, al menos hasta que no se conviertan en cultivos afianzados.