La ríspida relación de Mauricio Macri con su padre, un magnate que durante gran parte de su vida criticó sus proyectos, lo empujó a renunciar a un futuro asegurado en las empresas de la familia y apostar a una carrera pública que lo ha dejado a un paso de convertirse en el nuevo presidente de Argentina.
"Él me boicoteaba", dijo recientemente Macri, de 56 años, en una entrevista con un canal de TV, confesando que el maltrato de su padre, un inmigrante italiano que construyó un imperio de negocios, lo preparó para soportar las presiones políticas.
Macri, un ingeniero liberal que busca acabar con un peronismo de centroizquierda que lleva 12 años en el poder, llega como favorito para el balotaje del domingo con el oficialista Daniel Scioli por la presidencia de la tercera economía latinoamericana.
Quizá para probarle a su padre que podía valerse por sí mismo, quizá para probárselo a sí mismo, Macri tomó en 1995 las riendas del popular club de fútbol Boca Juniors, en el que logró muchos éxitos deportivos durante su profesional administración de más de 12 años.
"Él creyó muchísimo cuando en Boca empezó a ver que podía llevar alegrías y mejorar la vida de la gente. Eso fue como el germen que después se convirtió en este proyecto", dijo José Torello, un amigo de la infancia de Macri que lo acompaña en su vida política y que lo describe como "tímido y perseverante".
Su gestión en el club incrementó su fama en un país que vive pendiente del fútbol, y fue el trampolín que lo llevó a la política. Con un ímpetu renovador y un discurso llano fundó en el 2003 su propio partido y años después ganó la alcaldía de la capital argentina, Buenos Aires, que gobernó por dos períodos consecutivos.
PUNTO DE QUIEBRE
Macri no tenía nada de esto en mente cuando en 1991, a los 32 años, sufrió una dramática experiencia: fue golpeado y secuestrado por una banda que lo tuvo en cautiverio durante dos semanas, hasta que su padre, Franco, pagó un millonario rescate.
"Desde que fui liberado empecé a vivir de una manera muy distinta (...) Quedé más libre que nunca para hacer cualquier cosa", señaló en su sitio web.
Macri, que se casó tres veces y es padre de cuatro hijos, ha sido criticado por sus dificultades para "conectar" con muchos votantes que lo ven como un empresario frío que sólo beneficiará a la clase alta. Incluso por su propio padre.
"Mauricio tiene la mente de un presidente, pero no el corazón. Es una vocación. Ser presidente de un país es renunciar a su propia vida, y eso es algo que nunca le pediría a un hijo", dijo hace dos años su padre Franco, que tiempo después recompuso la relación con su hijo.
Aunque sus detractores aducen que Macri no ha realizado obras importantes en la ciudad y ha menospreciado la educación y la salud pública -dos símbolos del desarrollo argentino-, sus votantes reconocen las mejoras que logró en el tránsito y en los espacios públicos y su lucha contra la corrupción.
CAMBIO DE IMAGEN
Sus asesores de imagen han trabajado duro para que el candidato luzca más relajado y como un político diferente a los tradicionales.
"Macri es un líder transformador, moderno, buen armador de equipos, siempre focalizado en solucionar problemas y en aprender. Creo que será un gran presidente que proyectará al país al siglo XXI", dijo a Reuters Marcos Peña, jefe de campaña de la alianza opositora Cambiemos.
A pesar de que dicen que es tímido, el alcalde de Buenos Aires no titubea a la hora de bailar sobre los escenarios, y llegó a disfrazarse de Freddie Mercury en la boda con su más reciente esposa.
Citando las propuestas neoliberales de algunos de sus asesores, el oficialismo asegura que Macri dejará desprotegida a la industria local y hará un ajuste fiscal que dejará a muchos en la pobreza, algo similar a lo sucedido durante la década de 1990.
Si logra la presidencia, deberá impulsar una economía estancada por la escasez de divisas y por la alta inflación y, a la vez, enfrentar la dura oposición de un Congreso dividido y de los poderosos sindicatos peronistas.