Tras un esfuerzo de una década, los científicos han logrado trazar el genoma de la filoxera, una plaga similar a un pulgón que ha hecho estragos en los viñedos. Al hacerlo, han descubierto cómo se propaga, y potencialmente cómo poder controlarla. El trabajo fue publicado en BMC Biology.
Los investigadores identificaron cerca de 3.000 genes que permiten a la filoxera colonizar y alimentarse de las uvas de las vids al crear lo que son esencialmente tumores nutricionalmente mejorados. Los insectos viven y se alimentan de las mismas estructuras que ellos crean.
«En efecto, la filoxera crea su propia cocina en la planta para alimentarse cuando lo desee», dijo Paul Nabity, profesor asistente de ecología de insectos y plantas en Universidad de California en Riverside. Además de alimentar a los insectos, estas estructuras también los protegen del ataque de otros parásitos.
Una fuerte infestación de filoxera, como ocurrió en el noroeste del Pacífico el año pasado, podría causar que las vides pierdan sus hojas. Si la infestación alcanza las raíces, las plantas podrían morir.
Las estructuras similares a tumores, conocidas como agallas, interrumpen la capacidad de la vid para mover nutrientes y alimentarse. También crean heridas en las raíces que hacen que las vides sean más susceptibles a los hongos y otros patógenos, lo que finalmente mata las vides.
Claude Rispe, del Instituto Nacional de Agricultura, Alimentación y Medio Ambiente de Francia, dirigió el equipo de investigación, mientras que Nabity ayudó a identificar cómo la filoxera secreta moléculas que pueden cambiar el sistema inmunológico de las vides.
«Estas moléculas alteran los sistemas de defensa de la planta y hacen que la planta no sepa que está siendo atacada», dijo Nabity.
Cuando la filoxera se introdujo accidentalmente en Europa en la década de 1860, casi puso fin a la viticultura francesa, haciendo que las vides se debilitaran y murieran. Científicos franceses y estadounidenses colaboraron en una solución que todavía se usa hoy en día.
Las vides nativas de América del Norte evolucionaron conjuntamente con la filoxera y ahora son resistentes a ella. Sin embargo, la mayoría de las uvas que comemos y bebemos son variedades europeas. Como resultado, los productores tienen que injertar raíces norteamericanas en sus vides europeas para darles tolerancia a este insecto.
Aunque la filoxera se considera negativa, no todos sus efectos en las plantas son necesariamente malos. Cuando se alimentan de plantas y comienzan a crear estructuras de agallas, cambian las células en la superficie de la hoja. Las células protectoras en las hojas se convierten en pequeños poros llamados estomas, que permiten el movimiento de gases dentro y fuera de las células.
«Creemos que este es un medio para reducir el impacto negativo de la plaga», dijo Nabity. «Los estomas pueden generar ganancias de carbono para las plantas que pueden compensar la cantidad que los insectos están extrayendo».
Ahora que se han identificado los genes involucrados en el ataque a las uvas no nativas, es posible diseñar vides resistentes a la filoxera. «Los productores tienen que injertar raíces para que sus plantas sean viables», dijo Nabity. «Se podría ahorrar mucho dinero y esfuerzo con portainjertos resistentes a las plagas».
Fuente: Bioeconomía