Hace muchos años, Fernando Sendrá publicó un chiste que contaba de cuatro cuadros. En los tres primeros, se podía leer: "Antes de las elecciones, los candidatos A y B explican sus propuestas". De la boca de esos candidatos salían flechas cuyo trazo era tenue en la primera escena, decidido en la segunda, y grueso, negro, contundente, en la tercera. El último cuadrito, decía: "El presidente electo explica cómo cumplirá sus promesas". Entonces, de la boca del ganador surgía una línea que se enredaba en curvas, recovecos, rodeos: la línea recta se transformaba entonces en una especie de ovillo de dificultades complejísimas. Hoy se realizó el primer debate presidencial de la historia argentina.
Fue un encuentro vertiginoso, tenso, apasionado donde cada uno cumplió su rol. Daniel Scioli fue a dejar en claro que Mauricio Macri es el candidato del ajuste, que va a devaluar y que ese costo caerá sobre el pueblo. Mauricio Macri fue a explicar que es el candidato de la esperanza. Scioli cumplió el rol del retador. Va perdiendo y apunta al fleje: el abc de cualquier campaña electoral sostiene que hablar mal del otro es un arma muy riesgosa, puede dañar al contrincante pero más probablemente deje como un resentido al que emite el mensaje negativo. Macri fue como el favorito pero, por momentos, sorprendentemente, devolvió chicana por chicana.
Macri no aclaró la propuesta de liberar el tipo de cambio que hizo hace unos días y, sobre la cual, Scioli pegó como quien se concentra en el punto débil del otro. No contestó por qué no logró bajar la mortalidad infantil. No explicó las razones de su rechazo a las estatizaciones que ahora, al parecer, respalda. Scioli no explicó por qué cada vez más niños de la provincia se atienden en los hospitales, o estudian en los jardines de la Capital, o cómo fue que no logró cumplir ni siquiera un solo año con los ciento ochenta días de clase. No respondió sobre cifras de pobreza, ni sobre Venezuela ni sobre el memorandum con Irán.
En esas omisiones, en lo que no dicen, se pueden ver los riesgos de cada uno. En ese sentido, ninguno hizo un diagnóstico de la situación económica actual ni explicó como saldremos de esos problemas. A diferencia de lo que ocurría en aquel dibujo de Sendra, ni siquiera antes de asumir explicaron con claridad sus propuestas. En esa ausencia, se pueden percibir las dificultades que enfrentará el que asuma, al menos, en los primeros tiempos.
Mejor no hablar de ciertas cosas.
El Cronista Comercial