La película del sector agropecuario está en un momento de tensión. Y la fotografía que exhiben los productores de leche, frutas o pollos confirma que el campo vive las consecuencias de "12 años de políticas equivocadas". Así lo expresaron el miércoles pasado, en el Obelisco, tres de las cuatro entidades que componen la Mesa de Enlace, y poco antes también lo hicieron en el encuentro "Economías regionales. De la crisis a la oportunidad", organizado por la nacion junto con la Fundación Banco Ciudad, cuatro hombres que viven las vicisitudes del campo.
José Quintana es director y fundador de la consultora Economía Láctea y conoce el pulso del sector y las consecuencias de las medidas adoptadas por el Gobierno en los últimos años. En el panel moderado por José Del Rio, adscripto a la Secretaría General de Redacción, sostuvo que hay unos 10.000 productores lácteos en actividad, mientras que otros 8000 la abandonaron en los últimos 15 años. Aunque no sufrieron retenciones, cuando el precio de la leche en polvo alcanzaba valores récord en el exterior, se impuso un precio de corte para la destinada a otros mercados. En ese entonces, recordó el analista, "hubo empresas que no salieron a pagar los precios ni llenar sus fábricas, porque quedaron disciplinadas y quisieron quedarse quietas, no romper el mercado y no tentar una nueva intervención". A las situaciones coyunturales de cada mercado se agregaron los antojos de los funcionarios de turno.
Pasado el boom de precios, el Estado tuvo que ir a socorrer con subsidios. A juicio del analista, los aportes del Estado funcionaron en su momento, si bien con ciertas demoras en la acreditación de las sumas. Hoy, los subsidios volvieron a aparecer tras la decisión de los industriales de bajar el precio de la leche que pagan a los productores, argumentando una baja en los valores internacionales. El Estado salió a calmar las aguas y a colocar los $ 0,30 por litro que dejaron de percibir los productores de menos de 3000 litros, que representan 40% del sector.
Pero no ocurrió igual con aquellos que producen hasta 6000 litros. Después de muchas idas y vueltas, se decidió incorporarlos, pero sólo en lo referente a los primeros 3000 litros. Todos estos sucesos definen la postura de Quintana respecto del Estado y la política sectorial: "Mejor que no se metan con las commodities".
Las imágenes de la leche derramada a la vera de los caminos aún permanecen en la retina de muchos. Para Quintana, la producción láctea no varió en los últimos 15 años. Sólo 20% de la producción local se destina al exterior, mientras que el otro 80% va a parar al mercado interno. "A veces se piensa que la exportación vale tanto y no es así -advirtió el consultor-. En la medida en que el mercado interno permite pagar mejores precios, el mix va cambiando. Los precios tienden a la convergencia".
Tormenta perfecta
En el caso del sector frutícola, Marcelo Loyarte, director ejecutivo de la Cámara Argentina de Fruticultores Integrados (CAFI), sostuvo que el abandono del Estado y la sobreoferta de jugo de fruta en el mercado internacional generaron "la tormenta perfecta". Los problemas de competitividad, la devaluación de los mercados de destino y las trabas puestas por Brasil hicieron que fuera un "año para el olvido". De hecho, la última cosecha se pudrió en los árboles ya que era más costoso bajar la fruta y llevarla a procesamiento. Resultados a la vista: productores estancados, puestos de trabajo perdidos y dos semanas de cortes en las rutas de Río Negro en medio de la campaña electoral por la gobernación provincial.
Loyarte insistió en que la fruticultura nació y continúa siendo una actividad eminentemente exportadora y, por lo tanto, en las condiciones actuales, vive condicionada por los factores de competitividad. "El sector factura US$ 1000 millones en venta de frutas en fresco y en jugo. El 70% de los ingresos viene de la exportación. El debilitamiento de la situación económica nos aqueja, tanto que hay una carga fiscal que no permitió hacer un movimiento contracíclico en la temporada. Antes discutíamos la distribución de renta; ahora ya no hay tal cosa", analizó.
Tanto en el sector lácteo como en de frutas, el país tiene mucho por crecer si se toman las decisiones correctas, desde la óptica de los expositores. Para Quintana, la demanda láctea va a seguir firme, impulsada principalmente por la demanda de China y la migración de ciudadanos a las grandes urbes, lo que potencia el cambio de hábitos de consumo. También fue optimista Loyarte: "Tenemos un valle con 50.000 hectáreas bañadas por un río, tierra fértil y un clima extraordinario. Fuimos los primeros productores de peras y los terceros de manzanas. Hoy estamos mal, pero esto se puede revertir rápidamente".
El panel con voces en primera persona cruzó a Felipe Carlevaro, productor avícola integrado de Exaltación de la Cruz, quien impulsa desde hace un año la incipiente Cámara de Integrados Avícolas, y a Carlos Sinesi, gerente del Centro de Empresas Procesadoras Avícolas (CEPA). En algunos puntos no estuvieron de acuerdo.
Carlevaro arrancó en la actividad avícola en 1994, cuando armó un galpón para la cría de pollos. Poco a poco fue progresando, hasta que los precios lo afectaron y vio menguar su rentabilidad. Entonces ingresó en la Sociedad Rural Argentina para protestar y lograr mejoras. Hoy, dijo, "la avicultura está bastante mal" para los productores integrados. "No llegamos a juntar la plata para mantener las granjas, apenas para sobrevivir. Hace cinco años que estamos en caída", contó.
Sinesi aportó datos al panorama: "El sector avícola tiene 50 años, por lo que es relativamente joven. Un primer hito ocurrió allá por los '80, con la primera integración. La convertibilidad trajo caos al sector, pero la mayoría de las empresas en esa época buscó tecnología de punta. Al salir del uno a uno, la Argentina logró pasar de 11 destinos de exportación a 70. De 2002 a 2009 tuvimos una buena época, pero en 2010 empezaron las primeras señales de estancamiento, con la crisis en los Estados Unidos y en Europa, que recién golpeó acá en 2011. Ahora se siente más fuerte".
En la vereda de los pequeños productores sólo conocen de ajuste. Al reducirse los márgenes, el recorte comienza por el mantenimiento y la inversión en los establecimientos. Y, por otra parte, comienzan las disputas con los otros miembros de la cadena de valor, en una actividad altamente integrada de arriba hacia abajo.
"Nosotros advertimos a CEPA que el granjero recibe $ 0,70 por kilo de pollo. El sistema de evaluación que tenemos nos permite afirmar que deberíamos cobrar $ 1,50 por kilo", dijo el productor. Sinesi respondió: "Es verdad que ahora están en una situación compleja, pero no es ocasión de discutir acá los valores".
"Los productores -continuó Sinesi- vienen creciendo e invirtieron, al igual que los empresarios avícolas. La realidad es que debemos encontrar la vuelta para que puedan entrar nuevamente en el negocio. Hay que trabajar para encontrar el punto de inflexión y faenar la misma cantidad de aves. La demanda de pollo es elástica y en la Argentina se producen 3 millones de pollos por día, que debemos vender. Por eso, hay que seguir, invertir y revertir la situación. Hay que encontrar oportunidades, perder lo menos posible y juntar cuando vas ganando".
Carlevaro insistió: "En la buena juntamos, pasa que fue hace tanto tiempo que ya la gastamos. Nos quedamos sin fondos. Necesitamos que el Estado sea árbitro entre los privados, especialmente porque los grandes son muy poderosos y los productores estamos muy desparramados".
A pesar de la polémica, ambos coincidieron en las oportunidades del sector. La discusión, por estos días, pasa por la adopción tecnológica de los blackouts, con luz y temperatura controlada, que permiten un mayor engorde del animal, y la cooperación del Ministerio de Agricultura. Los integrados reclaman una ayuda financiera para cambiar los métodos de producción. Y desde CEPA proponen trabajar con los Fondos de Garantías Recíprocas para conseguir subsidios y préstamos, y así animar a pequeños y grandes a invertir. "El blackout da una mejora de 200 gramos en la conversión. Es importante mudar la tecnología, porque tenemos muchos galpones convencionales. Hay que trabajar los créditos para conseguir tasas blandas y mantener la rentabilidad", concluyó Sinesi.
Para los cuatro expositores, el próximo gobierno tiene que ayudarlos a mejorar la ecuación económica, ofrecer financiamiento a tasas razonables e incentivarlos a ser un nuevo motor de la economía. No se olvidan de estos años y de los daños estructurales que quedan, pero al menos se esperanzan. "Necesitamos un plan de desarrollo para que la gente pueda instalarse y trabajar en la zona rural. Si no es así, vamos a ver una caída en el nivel de la actividad aún más fuerte", advirtió Loyarte.
Voces y cifras sectoriales
Actividades en un punto complicado
José Quintana
"En la última década se perdieron 8000 de los 18.000 productores lecheros que había en el país. Esperemos que esto mejore"
Felipe Carlevaro
"Lo primero que hace el productor integrado cuando no le dan los números es dejar de hacer lo que tiene que hacer; es decir, deja de invertir en la granja"
Marcelo Loyarte
"El sector de la fruticultura vive su tormenta perfecta. Con altos costos locales y un dólar apreciado, este año convino dejar la fruta en los árboles que procesarla para su comercialización"
Carlos Sinesi
"De 2002 a 2009 tuvimos una buena época, pero en 2010 empezaron las señales de estancamiento, con la crisis de Estados Unidos y Europa, que recién golpeó acá en 2011"
0,30
Centavos
Es lo que se paga el litro de leche a los productores argentinos. Según dicen, la ecuación no les cierra
3
Millones
Son los pollos que se producen por día en el país y que deben venderse en el mismo día
350
Millones
Son los quilos de fruta que quedaron en planta