El 11 de mayo pasado, la soja fue noticia en todos los portales noticiosos nacionales: tras 9 años, volvió a superar la barrera de los 600 dólares la tonelada y quedó al borde de alcanzar su récord, logrado en septiembre de 2012.
Por esos días, lo mismo ocurría con el maíz, que para el contrato a mayo superaba los 300 dólares, también el mayor valor desde aquel entonces.
Sin embargo, aquella cresta se transformó en una ola bajista: de a poco los fondos de inversión comenzaron a desarmar posiciones y el Departamento de Agricultura de Estados Unidos (Usda) sumó datos optimistas sobre la trayectoria de la cosecha gruesa en ese país, que le bajaron la espuma a la euforia de precios.
En las últimas horas, el contrato a julio para la soja se ubicó levemente por encima de los 550 dólares; mientras que la misma posición para maíz se cotizó a 245 dólares.
Tomando como parámetro ese mismo contrato, la oleaginosa el 11 de mayo había alcanzado los 602 dólares; y el cereal unos días antes había tocado los 290 dólares.
Es decir, que ambos granos perdieron casi 50 dólares en dos semanas, lo que en términos relativos significa una peor noticia para el maíz, que cayó 15 por ciento; mientras que la soja sucumbió ocho por ciento.