Se consiguió zafar de la meta con el FMI en materia de divisas acumuladas, pero cumplir los objetivos del déficit fiscal demandará recortar muchas de las erogaciones del Estado. ¿Se hará? Es razonable dudar del asunto.
La noticia indica que el Fondo Monetario Internacional, desgastado hasta el extremo por la necesidad de tratar con un país desordenado y en alguna medida indolente como la Argentina, amén de sus propias culpas originadas en un pasado no tan reciente, decidió relajar las metas planteadas en términos de reservas; sabe que es inútil resistirse y cree que este gobierno es incorregible.
Es que más allá de no intentar siquiera reformas de fondo persiste la resistencia a blanquear el retraso del tipo de cambio oficial, con todas las consecuencias que están a la vista. Es algo parecido a lo que ocurre con la moneda: no se imprimen billetes de $10000 para no despabilar al votante y que acabe descubriendo que el país tiene alta inflación. El votante lo sabe, y también sabe que el valor oficial del dólar está fuera de la realidad.
Pero volviendo al FMI, se aflojan las metas preestablecidas para las castigadas reservas del país, aunque habría una cláusula gatillo que las iría actualizando en la medida en que mejoren las exportaciones. Sin embargo, hay poco para festejar. Por un lado el Banco Central viene perdiendo dólares de manera significativa. Por el otro el agro, el gran aportante para la superviviencia de este país, ingresará muchas menos divisas de las que originalmente trae del exterior, con un fuerte impacto además en la recaudación.
El acuerdo con el Fondo patea la pelota hacia delante tras reconocer el gobierno que no va a poder reunir los dólares requeridos, pero no evita que el panorama sea de todos modos crítico. El dedo en la llaga lo pusieron los analistas del Romano Group, dejando al descubierto que el Gobierno no tendrá más alternativa que reducir el déficit fiscal primario más de lo previsto si es que pretende cumplir con el acuerdo firmado con el FMI respecto del límite de 1.9 puntos del PBI para el rojo en las cuentas públicas. La seca en el campo y la montaña de dólares que ya no ingresará al país corrieron el velo y no hay forma de seguir con la fiesta.
Los números de esta parte inicial del año dan para preocuparse. El propio Ministerio de Economía reconoció que el déficit de enero fue el más alto en muchos años, 1100% por encima del registrado doce meses antes. Los especialistas creen que esta tendencia va a acentuarse en los próximos meses. Solo en el primer mes del año se consumió el 46% del déficit planteado para todo el primer trimestre de 2023 con el FMI. Por su parte, la recaudación tributaria acaba de quedar debajo de la inflación, otra señal muy negativa.
Es un escenario complicado que puede mover aún más la aguja de los dólares financieros y de la inflación. Por todo esto, es que el informe del Romano Group estima la necesidad de una reducción extra del déficit primario que debería bordear el 1% del PBI. Nunca es triste la verdad, lo que no tiene es remedio. Podría decirse que ya no alcanzará con el maquillaje y habría que ir buscando tijeras y bisturí.
Para arribar a este cálculo se ha tenido en cuenta una suma de factores, en especial el ahorro energético anunciado por el gobierno nacional, pero también la merma en la recaudación por DEGs, por IVA y en Ganancias; suman unos u$s 6.850 millones que habrá que restar de los gastos del Estado.
Imposible asegurar que hará el gobierno, quizás le encuentra la vuelta también en este caso para llevar hacia adelante este compromiso y dejarle otro presente griego a quienes asuman en diciembre. Llegará el día en que alguien tome en serio la necesidad de sanear el gasto fiscal, y a partir de allí empiece un país distinto.