En primer lugar, un cuero hecho a partir de fibra de piña conocido como Piñatex. Este textil está inspirado en las prendas de vestir tradicionales de Filipina, hechas a partir de fibras de hojas de este fruto. Sus fibras se utilizan para generar un material (no tejido) de malla similar al fieltro.
Creado por Carmen Hijosa,previamente consultora de la industria de artículos hechos en cuero animal en Filipinas, ella notó una creciente escasez del material en el país. Además, no era ignorante al hecho de que este tipo de proceso conlleva gran contaminación, por lo tanto decidió buscar alternativas éticas y responsables ambientalmente.
Se necesitarían las hojas de aproximadamente 16 piñas para crear un metro cuadrado de tela que puede adaptar todo tipo de forma y textura. El material también está generando interés en los mercados de accesorios y tapicería, e incluso podría llegar a tener otros usos. Como tiene propiedades antibacterianas, incluso podría ser utilizado para uso médico, en productos como vendajes.
Además de ser una opción más económica, es también más sostenible y ecológico. Se trata de un subproducto de la cosecha de piña, a partir de aquellas hojas de piña normalmente cosechadas que se pudren en el suelo, lo cual hace que el material no requiera de terreno adicional de cultivo. Al mismo tiempo, un subproducto que resulta del proceso de tratamiento de Piñaatex es una biomasa que se podría convertir en fertilizante, proporcionando ingresos adicionales a aquellos agricultores de la piña.
En segundo lugar, y como idea de un grupo de estudiantes holandeses, la opción de cuero vegetal hecho a partir de la pulpa de fruta desechada. El material tiene una heterogénea estructura y textura, dada por los distintos tipos de frutas utilizadas en cada una de las planchas que en cada caso es diferente, sin que existan dos idénticas.
Los estudiantes de Rotterdam, que notaron cuánta fruta se descartaba hacia el final del día en el mercado local de su ciudad, decidieron recoger muestras de las frutas desechadas y experimentar con las mismas y sus posibilidades de uso, ya que este tipo de desperdicios atraían plagas. No solo eso: los comerciantes del lugar tenían que pagar 12 centavos de dólar por cada kilo de fruta que se tirase a la basura.
Inspirados en una de las tantas técnicas que usan los chefs para crear experiencias maravillosas de sabor con frutas y verduras, estos jóvenes comenzaron a triturar, cocinar y luego dejar secar los frutos secos para hacer de ellos un caramelo como pieza de fruta llamada fruitleather o cuero de frutas. Finalmente llegaron a crear un cuero vegetal al cual patentaron como Fruitleather producto que no se pudre ni tampoco atrae insectos.
Con ambos inventos se espera que se puedan conseguir usar en todo tipo de productos y que sus aplicaciones sean ilimitadas.