A los candidatos de la oposición el tema retenciones se les hace cuesta arriba, sencillamente porque no saben cómo explicar que las quieren eliminar, pero no de movida. Las ideas que enarbolan parecen reñidas con la práctica, al menos desde la enunciación, y son difíciles de defender frente a actores económicos que están hartos de ser esquilmados por los distintos gobiernos.
Los impuestos al comercio internacional explican el 13% de la recaudación tributaria nacional. Terminan en los bolsillos de un Estado indolente y gastador a manos llenas, solo para hacer clientelismo y perpetuar a sus dirigentes a través del tiempo.
Se supone que esto último es lo que va a cambiar radicalmente en tanto ganen los candidatos de la oposición, pero la pregunta del millón es cuándo llegará el día en que el agro deje definitivamente de ser el pato de la boda. Y esa respuesta por ahora sigue envuelta en una intensa bruma.
Tanto Patricia Bullrich como Javier Milei hablan de "cero retenciones desde el primer día", pero en ningún caso aparece claramente la chance de que el hombre de campo pueda reunirse en el plazo más breve posible con ese beneficio.
La plataforma de Bullrich dice que es inaceptable que el 25% de la recaudación tributaria, más de 7% del PBI, provenga de impuestos distorsivos, y plantea la eliminación/reducción progresiva de los Derechos de Exportación.
No fue claro el intento reciente de la candidata para bajar al llano esta idea. Con tropiezos, Bullrich habló de reducir los gastos del Estado en 2 puntos del Producto lo antes posible, en tanto las retenciones pasarían a ser un ahorro que luego el productor podría utilizar más adelante. Como un crédito a futuro, nunca dejaría de ser plata del hombre de campo. Hizo referencia a una tasa de sustitución que se definirá en el corto plazo, "mecanismos que vamos a ir explicando".
Interpretes de la candidata dijeron que por el monto impositivo en cuestión el Estado otorgaría una suerte de bono, que se podría usar para la adquisición de insumos o para el ahorro y conservar durante años. Ese bono tendría una tasa de cobertura y funcionaría como un instrumento más dentro de la familia de bonos de deuda del Estado. Nada seguro, todo a confirmar.
Quedo la impresión de que en algún momento se irá a retenciones cero. Pero que hasta que se bajen los gastos del Estado se seguirá usando la plata de productor para tapar agujeros, y ese dinero lo recuperaría más adelante. El problema es que en la Argentina todo lo que se promete mas allá de una semana es vidrioso y sujeto al olvido eterno.
Bullrich llevaría como ministro de Economía a Carlos Melconian, y pronto se tendrían precisiones por parte del hombre de la Fundación Mediterránea. Hace no mucho había dicho que su programa no incorpora en el corto plazo una rebaja indiscriminada en las retenciones de los grandes cultivos que generan los recursos gruesos del Estado: ni soja, ni trigo ni maíz estarían, por lo pronto, al borde de ser liberados.
Javier Milei, por su parte, habló de seguir percibiendo las retenciones pero a cuenta de Ganancias. La eliminación real de los derechos de exportación sería un proceso relativamente largo, por eso inicialmente se tomarían como pago a cuenta parcial del impuesto a las Ganancias y de otros gravámenes nacionales, según corresponda.
La idea tiene sus bemoles. Los especialistas advierten que si se aplicara este mecanismo la recaudación de Ganancias caería un 35%. Como se coparticipa, pierden las provincias, mientras el gobierno seguiría percibiendo lo mismo. Es altamente probable que los gobernadores suban el impuesto a los ingresos brutos para compensar el monto no percibido en la coparticipación. Afectará producción, inversiones y la generación de riqueza.
Desde el lado del productor es una idea igualmente poco amigable; sigue pagando DEX como siempre y la recuperación de ese dinero no es segura. Parece además difícil de implementar si no hay Ganancias en una campaña complicada por la seca u otro motivo. Quedará un saldo a cuenta de futuras ganancias, que habrá que ver si se producen en la magnitud necesaria. Mientras tanto, el capital de trabajo se verá de todos modos afectado. Tampoco está claro qué sucede cuando se vende al mercado interno.
Otros creen que no se puede tomar a cuenta de Ganancias un impuesto que cae en cabeza de un sujeto distinto del productor, si bien este es el que lo padece. Para CIARA, por ejemplo, es muy difícil de implementar y no ven un beneficio para el hombre de campo. Seguirá cobrando lo mismo y los antecedentes respecto de la recuperación de un saldo a favor no son buenos en la Argentina. Es lícito dudar.
Discriminar entre productores cuya mercadería fue exportada y aquellos que vendieron en el mercado interno parece asimismo tarea engorrosa, que no haría sino aumentar la burocracia, que es justamente lo que debe combatirse. Y por supuesto implicará más papelería y más costos para el productor. Es de improbable beneficio para el destinatario.
Como en el caso de Bullrich, habrá que esperar los detalles y la confirmación de los mecanismos que se pondrán en juego, pero tampoco a priori lo que se conoce de Milei entusiasma al agroempresario.
Transformar DEX en vouchers o algo parecido, que sirva para cancelar pagos de insumos podría ser un premio consuelo. Dibujos en el aire planteando opciones ante la certeza de que la oportunidad de producir y vender libremente como sucede en el resto de los países de la región, está más lejos de lo que parecía.
Lo que al campo le sirve, como mínimo, es un programa de reducción progresiva de este impuesto altamente distorsivo, teniendo en cuenta que lo que vemos y oímos estaría indicando que no deberíamos ilusionarnos con cobrar precio lleno a partir del mes de diciembre.