La densa cortina de agua del chaparrón que cae sobre el establecimiento Alfredo José, cercano a la ruta 158 en Arroyo Algodón, sólo se interrumpe debajo del inmenso “quincho” que cubre a las vacas de los avatares climáticos, en especial del intenso calor veraniego.
La estructura con techo de paja, de 300 metros de largo y 32 de ancho, unos 10 mil metros cuadrados cubiertos con capacidad para albergar a unas 900 vacas lecheras Holando, remite a muchas de las telúricas y frescas parrillas acondicionadas de este modo para asar y degustar carnes. La materia prima para estos techos proviene especialmente del litoral del Paraná, donde abundan los pajonales silvestres, útiles para construir diferentes instalaciones y artesanías.
Pero, en este caso, se trata de una innovación en la que se ha embarcado Héctor Bertone, reconocido productor lechero en la cuenca villamariense. Con ella busca avanzar en una mejora ambiental para que el entorno de las vacas sea más llevadero y productivo.
Primeros resultados
A 90 días de haber relocalizado el plantel en lactancia, ya se aprecian los resultados productivos. En el verano pasado, confinadas a cielo abierto, las vacas en ordeño entregaban entre 21 y 22 litros de promedio diarios. Esta semana midieron 27,700 litros, un 26 por ciento más.
“No queremos todavía mostrar mucho de esto porque estamos probando y midiendo distintas variables”, se sincera el productor. No obstante, reconoce las primeras ventajas: un mejor aprovechamiento y preservación de la calidad del forraje, distribuido en la modalidad de free stall (con techo y cama) y un mayor rendimiento en litros de leche por animal.
Bertone tuvo la posibilidad de recorrer y observar los esquemas de intensificación utilizados en Estados Unidos, Brasil e Israel, donde son corrientes las grandes estructuras de cemento y otros materiales para albergar a los animales. Se trata de verdaderas “industrias” para la originación primaria de la leche, por la envergadura de los recursos forrajeros almacenados, la maquinaria para movilizarlos, las instalaciones de ordeno, refrigeración/calefacción, medición electrónica, y la dotación de bovinos.
Techo y cama
“Es un proyecto que venía elaborando hace cinco, seis años, y ahora digo que tengo un quincho para que las vacas se cubran. Recién lo logré poner en funcionamiento este año; lo tuve que hacer a pulmón porque no tenemos financiamiento para este tipo de obras, que tienen un costo bastante importante por vaca”, relata Bertone.
En la estructura montada en este establecimiento, las vacas no sólo tienen techo, pista de comida y una cama tipo compost, sino también un patio exterior para moverse, un corralón dividido por categorías y lotes (vacas y vaquillonas de punta, de cola, vaca fresca, enfermería). Ninguno de esos lotes supera las 100 vacas; se van llevando por lotes a ordeñar y regresan. En un término de 30-40 minutos la vaca está descansando o comiendo.
“Por ahora estoy bastante satisfecho, pero tenemos que seguir experimentando, viendo qué sucede en las distintas estaciones del año. Sin lugar a dudas, la cama en el verano se comportó muy bien; para nosotros el éxito de esto es la cama”, mencionó Bertone.
El “dormitorio” de las vacas fue armado con el estiércol extraído de los antiguos corrales en los que se alimentaban y dieron lugar a un colchón de 40-50 centímetros de espesor y unos ocho metros de ancho por el largo de la instalación. Allí, las vacas rumian y duermen. Todos los días a esta cama se le pasa un cultivador, un cincel con pie de pato y rastra de dientes; con dos o tres pasadas se desmenuza la bosta, de manera de lograr partículas más pequeñas para que en el día evapore la humedad y no moje la cama.
Economía en el comedor
Para comer, disponen de otra franja de 4,50 metros de ancho, con base de cemento, donde está el agua y el comedero.
En la parte central está el corredor por donde circula el mixer, dos veces por día, repartiendo el alimento. Dos veces por semana, se limpia a cero el comedero para que no haya olores ni comida en descomposición. “Con este sistema hemos reducido entre un 17 y un 20 por ciento las pérdidas en forraje. Entonces, hay una economía al entregar menos comida porque no tenemos la presión del sol, del agua o del viento, que la seca o la vuela. En una batea, la vaca no come la comida que cae al suelo; hay 50 factores que hacen que siempre haya desperdicio”, explicó el productor.
Vaquillonas sexadas
Amén de una división agrícola, el establecimiento Alfredo José cuenta con la unidad tambo, y la cría y recría de vaquillonas. Los terneros machos Holando se comercializan a feedlots con 150-180 kilos de peso. En los últimos tiempos, la estrategia se focalizó en la producción de vaquillonas por sexado.
Se trata de la inseminación con determinación previa del sexo, para obtener hembras, lo que ha permitido aumentar la velocidad de reposición y alcanzar un excedente de ejemplares a colocar en el mercado.
Con esta disposición, mañana saldrá a la venta en la Sociedad Rural de Villa María una tanda de 200 vaquillonas preñadas (con pariciones en febrero, marzo, abril y mayo); 50 vaquillonas para entorar y 30 terneras.
“En los últimos cinco años nos hemos dedicado a hacer hembras con semen sexado con muy buenos resultados. En los nacimientos de 2014 tuvimos un destete de 588 terneras; hace más de 16 años que no tengo toros y tenemos una gran sanidad reproductiva. Tenemos todo el campo libre de brucelosis y tuberculosis. Hace unos 12 años eliminamos 126 vacas entre positivas y dudosas de tuberculosis y hace ya tres años que tenemos el campo certificado libre de brucelosis y tuberculosis”, relató Bertone.
Las vaquillonas están preñadas en un 90 por ciento con semen de los afamados toros Gameday y Dolloway. Desde hace 25 años, en el establecimiento inseminan con toros de Semex y ABS. Los padres de las vaquillonas son muy conocidos dentro de la raza Holando, tales como Halak, Jerrick, Chelios, Boliver, Bowman y Gunhoe.
Bertone amplía sobre los por qué de salir al mercado con las vaquillonas. “Es uno de los objetivos que planificamos hace cinco años, cuando empezamos con semen sexado; el objetivo fue casualmente tener un buen crecimiento para abastecer y reponer por distintos factores: muerte, rechazo por problemas de patas, por problema de ubre, infertilidad, por distintos conceptos. Logrado eso, con un crecimiento muy importante de hembras nos está dando el objetivo que buscamos. Después de cinco años, recién en el sexto estamos logrando vender 200 vaquillonas preñadas”.
Ventaja térmica
La inversión en el proyecto de confinamiento bajo techo con materiales hasta ahora poco conocidos en el tambo despierta el lógico interés por conocer otros detalles técnicos y las ventajas de “ponerle un quincho” a las vacas.
Entonces aparecen más referencias: “Una ventaja la conseguimos desde el punto de vista térmico: estamos teniendo entre cuatro y cinco grados de diferencia de afuera con adentro. Y no tenemos equipos de ventilación. Si consideremos que un ventilador con 1,20-1,50 metros de diámetro, como los que vemos en California o en Israel, tiene un costo importante, y hay que poner dos a la par cada 10-12 metros para que genere una corriente de aire, la inversión es muy significativa. La necesidad de energía también es bastante importante; en el campo no tenemos la energía subsidiada como en la Capital Federal. Estamos pagando alrededor de 30 mil pesos mensuales para vivienda y tambo”, enumera Bertone.
Dotación forrajera
El picado de maíz, más los concentrados, constituye la base forrajera para alimentar el plantel lechero. Se suman unas 230 hectáreas de alfalfa, que se van rotando con el maíz; otras 250-300 hectáreas de verdeos invernales también van a picado. Estos cultivos integran la parte de pasto que comen las vacas.
Luego se le provee maíz grano permeado, semilla de algodón, expeller de soja para incorporar proteína. “No estoy usando burlanda (derivado del maíz en la industrialización del etanol) porque no tengo infraestructura para manejarla; es uno de los factores, y dado que contamos con el expeller de soja, tenemos un sistema bastante aceitado y para lechería no sería una gran diferencia; la burlanda anda mucho mejor, muy bien, en feedlots para carne”, citó el productor.
La unidad agrícola
La empresa comparte la actividad lechera bajo un modelo intensificado junto con la producción de granos en campos propios y alquilados. “Estamos en una zona semiárida, donde los rendimientos de la soja y del maíz no son los de la zona núcleo. Hoy, cuando han bajado los precios de los granos y hay una fuerte carga impositiva, los márgenes económicos son realmente complicados. En el promedio de cinco años, los rendimientos de la soja estuvieron en 22-25 quintales de promedio, pero en 2013, por ejemplo, logramos sólo 13 quintales”, mencionó Bertone.