Estamos en plena campaña, en un momento en que el productor se encuentra dedicado al riego, el cual tiene una finalidad suplementaria respecto al aporte de agua proveniente de las lluvias. En general, dada la ausencia de cursos de agua superficial con capacidad suficiente para garantizar un volumen considerable de agua a lo largo de la campaña de verano, el riego implica la extracción de agua subterránea.
El Ing. Marcelo Huarte, referente nacional del cultivo de papa del INTA, indica que la papa presenta poco desarrollo radicular por lo cual se requiere un cuidadoso manejo del agua que evite tanto deficiencias como excesos. A esto se suma la tendencia a cerrar los estomas (pequeños orificios o poros de las hojas que permiten el intercambio gaseoso y acuoso para que la planta respire y transpire, cuando se cierran los estomas por sequía la planta evita la pérdida de agua) y disminuir el crecimiento en respuesta a leves deficiencias de agua. “En el sudeste bonaerense se riega en forma suplementaria para corregir períodos cortos de estrés a partir del inicio de tuberización. Estos períodos de estrés hídrico pueden reducir notablemente el rendimiento y la calidad. Por otra parte, los excesos de agua provocan una pobre aireación del suelo, problemas de enfermedades (principalmente pudriciones blandas por bacteriosis), lenticelosis, lavado de nitrógeno y contaminación de los acuíferos. Asimismo, muchos productores comienzan a regar muy tarde, mucho después del inicio de la tuberización, y también muchos productores riegan cuando la planta no lo nececita, es decir cuando la planta ya está amarillando” agregó el especialista.
En cuanto a la aplicación de agroquímicos utilizados para el control de plagas, enfermedades y malezas vehiculizadas en el agua de riego, la Ing. Agr. Florencia Lucca, del ProPAPA de INTA Balcarce, recordó que los criterios de eficiencia y conservación del recurso en su calidad y cantidad originales implican necesariamente tomar en cuenta este detalle. De lo contrario, se corre el riesgo de perder eficiencia en el efecto esperado de los agroquímicos, afectándose así el rendimiento y sanidad de los cultivos. Además, una falta de coordinación entre aplicación de riego y agroquímicos genera el riesgo de la generación de un potencial escurrimiento superficial o percolación al interior del suelo de sustancias cuya acumulación en el medio puedan resultar nocivas para el resto del ecosistema, incluido el hombre.
Preservando el recurso
El agua dulce es un recurso limitado, cuya renovación depende del buen uso y tratamiento que se le dé a la misma. El manejo eficiente y bajo criterios conservacionistas del agua es un mandato de la sociedad actual en la que vivimos. Este mandato se aplica a todos los órdenes de actividad humana, de la cual no escapa el riego, sostiene Marino Puricelli, Lic. en Cs. Geológicas de INTA Balcarce, agregando que “una operación de riego eficiente y ajustada a criterios conservacionistas en cuanto al uso de los recursos hídricos implica el diseño adecuado de la misma a lo largo de la campaña, y para cada cultivo en particular que se quiera regar”.
La Ing. Agr. Silvia Capezio continúa explicando que el diseño de la estrategia de riego requiere del conocimiento de las necesidades hídricas del cultivo en cada uno de sus estados fenológicos, así como también de la capacidad de infiltración y almacenamiento de agua de los suelos a regar. Una vez diseñada, la práctica del riego requiere de un constante y concienzudo proceso de seguimiento de las variables meteorológicas (precipitación, temperatura, viento, evapotranspiración, etc.) y de las variaciones en el contenido de humedad en el suelo del lote a regar. Este seguimiento permite el ajuste periódico del riego a fin de hacerlo más eficiente en términos de frecuencia de aplicación y cantidad de agua aplicada. La mayor parte de la necesidad del agua del cultivo se usa para la transpiración y también se pierde agua por evaporación directa del suelo. La evapotranspiración (ET) varía con el tipo de suelo, el estado del cultivo y las condiciones ambientales (temperatura, viento y humedad). Se puede esperar hasta un máximo de 12 mm de ET diaria. Las formas más difundidas para cuantificar el nivel de agua del suelo son por gravimetría, con tensiómetros, sensores capacitivos y con sonda de neutrones.
Cada cultivo con su riego
Los sistemas de riego utilizados en Argentina son por aspersión, por gravedad y por goteo. Los sistemas de aspersión incluyen: cañerías de traslado manual o mecánico (side roll), cañón viajero, rollo con ala regadora, pivote central y avance frontal. El riego por surco se utiliza en mayor medida en Mendoza, Córdoba, Sudoeste de provincia de Buenos Aires y el Noroeste Argentino. Este sistema posee la menor eficiencia de aprovechamiento de agua pero puede ser mejorado con el uso de caudales discontinuos y sifones. Las necesidades de agua se deben corregir por la eficiencia de aplicación del sistema elegido. Concretamente, para el riego de papa en el Sudeste bonaerense se riega por aspersión en la amplia mayoría de los casos.