Las últimas décadas han visto aparecer en el mundo nuevas tendencias en lo que se refiere al consumo de alimentos y productos de origen animal. Aunque no siempre tenga mucho sentido racional, los mercados consumidores han entrado en un camino, en el que se mantendrán por mucho tiempo, en el que lo que está bien visto es lo "natural", lo bajo en colesterol y lo exótico. En este contexto muchas especies nuevas han aparecido y se han presentado cómo "la ganadería del futuro", tales como ciervos, cocodrilos, jabalís y por supuesto los ratites.
Esta última categoría incluye, en el orden Struthioniformes, a las grandes aves corredoras de los distintos continentes del hemisferio sur. El más conocido, incluso por su explotación comercial es el avestruz africano (Struthio camelus). Otros integrantes de esta categoría son los casuarios (Casuarius sp.), kiwis (Apterix sp.) y el emu (Dromaius novaehollandiae) de Oceanía y los ñandúes sudamericanos. Los representantes de nuestro continente son el choique o ñandú petiso (Pterocnemia pennata) y el ñandú común (Rhea americana). La mayoría de los integrantes de este grupo son criados en granjas, con fines comerciales, no solamente en sus países de origen, sino que varios países del mundo. Estas especies son ofrecidas ampliamente en varias formas, incluso por la internet, como el negocio del futuro, con la intención de vender animales y en muchos casos "conocimiento".
La realidad es que se trata de animales muy rústicos y prolíficos, pero se dispone de poca información, conocimiento y técnicos especializados en su manejo. Esto lleva en muchos casos a imitar tipos de manejo de avicultura tradicional, con resultados nefastos. El problema principal en el caso de los ñandúes es encontrar el manejo adecuado para cada etapa, con especial dificultad en la cría de charabones y la reproducción. El objetivo de este y próximos artículos es transmitir la experiencia y conocimiento que disponemos sobre la cría del ñandú común para los actuales y futuros criadores, para que no repitan errores y que podamos desarrollar una industria firme en Sudamérica del ñandú.
Características de la especie
El ñandú común (Rhea americana), es un habitante típico de las praderas de gran parte de América del Sur, que por su adaptación ha perdido la capacidad de volar y por tanto, el desarrollo de los músculos del vuelo y su lugar de inserción (la quilla del esternón). Es un animal con un gran desarrollo de sus patas, las que puede utilizar para correr a velocidades de hasta 60 km/h. Poseen tres dedos con importantes uñas. Llegan a medir 1,30 m y pesar unos 28 Kg. Su plumaje es de un gris ceniza característico con zonas negras, más marcadas en los machos.
La reproducción es estacional, dándose en primavera y principios de verano. Se da la poligamia con poliandria secuencial. Los machos luchan por sus jerarquías y los que consiguen un territorio construyen en él su nido. En este período se forman grupos de hasta 10 hembras que ponen en el nido sus huevos mientras el macho aún no inició la incubación. Una vez que esto ocurre recurren a otro macho para poner en su nido. Así, son los machos los que incuban y los que cuidan a los charabones.
Finalidad de la cría
El objetivo de la cría en granjas es obtener el gran número de productos que el ñandú puede dar, y hacerlo de una forma "natural" y de alta calidad para poder entrar con los mismos en los mercados más exigentes. Un producto muy buscado es su cuero, con el puntillado característico originado por las plumas y con su gran atractivo.
De un ñandú adulto se obtiene un cuero de 6 pies cuadrados, pero no es el único cuero. Hay otro cuero que es también muy valioso y es el cuero escamado de sus patas. Otro producto muy interesante es su carne, muy tierna y baja en colesterol, que se conoce cómo la "carne roja saludable" y se utiliza para preparación de platos especiales y la elaboración de chacinados. En desosado final se obtiene un rendimiento aproximado de 10 Kg. por ejemplar.
A esto hay que agregarle las vísceras comestibles (hígado, corazón y molleja), sus grandes plumas, la cáscara de sus huevos infértiles y el aceite extraído de su grasa. Todo esto necesita lógicamente de un desarrollo, que ya se está dando, de una industria de frigoríficos, curtiembres, procesadores y de un importante trabajo de marketing.
Hay un gran potencial en esta especie, que requiere de un buen manejo de todas las etapas productivas y procesadoras para realmente lograr una fuerte posición en el mercado.
Manejo de la granja
El modo de manejo más frecuente es el intensivo. En esta modalidad se definen como diferentes etapas del ciclo: la reproducción, la incubación artificial, el manejo de los charabones y la terminación. Cada etapa tiene su dificultad y requiere de un trabajo especializado, por lo que la tendencia en el desarrollo de la producción es a la especialización y dedicación de diferentes establecimientos a cada una de ellas. Esto va acompañado de un factor fundamental que es el trabajo efectivo a escala, el cual reduce significativamente los costos operativos.
La reproducción se inicia en agosto o setiembre y se extiende hasta fines de enero, aunque en ciertos casos se han encontrado huevos hasta marzo. Las hembras ponedoras se disponen en harenes de 5 o 6 ejemplares, en potreros de 15 x 60 metros, o en grupos mayores de 25 a 30 en potreros de 1 hectárea aproximadamente. A estos potreros de reproducción se introduce un macho cada tres hembras y según el estudio de fertilidad se puede agregar hacia el final de la temporada un macho más cada seis hembras.
Con un buen pie de cría, de más de una postura y en buen estado, se han obtenido puestas de hasta 65 huevos por temporada. El promedio real de una granja tipo ronda los 30 huevos por temporada. La recolección diaria de los huevos también estimula a las hembras a poner más. En los picos de la temporada se obtiene un huevo día por medio por hembra.
Para la incubación se utilizan máquinas especialmente diseñadas para la especie o adaptaciones de máquinas incubadoras de gallinas. Al igual que para la avicultura tradicional hay una gran oferta de incubadoras de avanzada tecnología pero, mientras no se desarrolle más la producción, la mayoría de los criadores optan por no invertir tanto dinero en ellas. La incubación de huevos de ñandú toma unos 38 días, realizándose a 36 °C y una humedad relativa que según la incubaduría varia entre un 44 y 60 %.
El control de la contaminación es fundamental en esta etapa y en los primeres meses de vida de los charabones. La correcta incubación y una correcta alimentación de las ponedoras garantiza una buena calidad de charabones al día cero de vida, lo que es fundamental para la siguiente etapa. La etapa más critica es la del cuidado de los charabones desde el nacimiento a los 3 meses de vida.
En esta etapa se puede tener entre un 20 y un 80 % de mortandad, dependiendo del manejo, la alimentación y las medidas de bioseguridad tomadas. El suministro de probióticos a los charabones ha demostrado ser de gran efectividad en la prevención de enfermedades, al igual que el suministro de forraje picado. En esta etapa deben tener un "tutor", que puede ser un ñandú mayor, un animal de otra especie o hasta algún operario de la granja. El estrés por abandono y la falta de estimulación son los causantes de parte importante de los problemas.
La terminación se realiza en potreros con densidades mayores de animales y con una dieta más baja en proteínas y un aumento en el consumo de forraje picado. Esta es la etapa de mayor consumo y por lo tanto es la que más trabajo de reducción de costos requiere. En forma intensiva el manejo es similar a un feed-lot de ganado y la tendencia es a alimentar con mucho forraje fresco (especialmente alfalfa), silo de grano húmedo, alfalfa deshidratada y con raciones concentradas.
Conclusiones
La cría del ñandú se presenta cómo una alternativa agropecuaria para Sudamérica. No es muy común el desarrollo de producciones propias en esta región, lo común es la importación de modelos que no siempre son aplicables a nuestra realidad. Criar el ñandú no será solo un buen negocio para los productores, dará para un desarrollo de toda una industria autóctona y será una muestra del gran potencial que tenemos en nuestra fauna y flora.
El desarrollo de producciones autóctonas, con una buena base de conocimiento, investigación y apoyo gubernamental, pueden tener un muy buen futuro en la región. En estos momentos, los cambios en el consumo, las barreras sanitarias para las producciones tradicionales y problemas como la vaca loca, nos otorgan la oportunidad de mirar hacia adentro y aprovechar y potenciar lo nuestro
Gabriel Laufer