No son pocos los economistas que creen que esta nueva edición del dólar soja, que implica una devaluación del 30%, termina de decretar la defunción del dólar oficial al valor que actualmente conocemos. Nadie aceptará ya exportar bien o producto alguno a una paridad de $ 170 salvo que se vea forzado en extremo. Para el Centro de Estudios de la Nueva Economía (CENE) de la Universidad de Belgrano, se trata de una clara señal respecto del futuro del tipo de cambio oficial.
Sin dólares suficientes en el Banco Central como para mantener el relato, quienes dirigen los destinos de la economía acaban reconociendo tácitamente que con el valor que proponen para la divisa es imposible mantener la renta de un negocio exportador, cualquiera sea este. Por eso desde el CENE advierten que un poco antes o un poco después el dólar soja pasará a ser el dólar oficial.
Todo quieren comprar con la paridad estipulada por el gobierno, pero nadie quiere vender con ese valor; ahí está la lógica por la cual se ha ido vaciando el Banco Central. Se supone que el gobierno lo entiende, pero la consigna es eludir una devaluación más notoria a cualquier precio. De todos modos economistas como Roberto Cachanosky manifiestan sus temores sobre lo que podría ocurrir durante los primeros dos meses de 2023.
El cálculo del tipo de cambio real es aún más elocuente. Tomando como base el valor del dólar en diciembre de 2015, se analiza su evolución hasta el presente y se le agrega la inflación en Estados Unidos medida por el índice de precios de bienes al productor. Por último, se divide por la evolución del Índice de Precios al Consumidor para el rubro Servicios. El resultado indica que el tipo de cambio real para el mercado oficial es el menor desde junio de 2018.
Y entonces no hay manera de terminar con los parches. Esta tercera edición del dólar soja, considerando como la primera aquel fracaso pergeñado por Pesce, probablemente generará un impacto que va a agotarse no mucho después de mediados o fines de enero. Y habrá que ir por otro dólar soja para intentar llegar hasta el ingreso de la nueva cosecha, allá por abril-mayo. O bien extender el experimento al maíz o el trigo, con lo cual el descalabro en otras cadenas sería mayúsculo. Y cuando esté la nueva producción, mermada seguramente, habrá que ofrecerle una paridad decente si se pretende sumar dólares a las arcas del Central.
Así están las cosas. Enroscando un caño en la punta del otro una y otra vez, pero el agua sigue saliendo, porque no se toman decisiones de fondo, solo se va pateando el problema hacia delante. Mientras tanto el dólar soja III sigue adelante. Los que tienen deudas de la fina o gastos que pagar lo aprovechan. Y el consejo para aquellos que buscan vender sin tener necesidad de hacerlo es volcarse inmediatamente a alguna herramienta en moneda fuerte o atada a ella. También utilizarlo para ir por puts o calls según sea la estrategia elegida.
Hasta tanto alguien ponga orden en las cuentas del Estado habrá que jugar con estas coordenadas, por supuesto con un alto costo para el país en materia de emisión. En diez días hábiles las compras netas del Central sumaron u$s 800 millones, con una emisión neta en torno de $227 mil millones. No hay nada más caro que la improvisación.