Otra batería de anuncios por parte del candidato pensando exclusivamente en las elecciones de octubre, por encima de lo que sería prudente para un ministro de Economía de un país arruinado y acorralado. Y sin medir demasiado las consecuencias, que probablemente conformarán un gravísimo problema que otro tendrá que resolver.
Algunas de las medidas eran cantadas y las habíamos comentado antes. Era un secreto a voces que el gobierno reservaba un nuevo dólar soja para las elecciones definitivas. El dinero que entregó el Fondo Monetario Internacional es para tapar agujeros, con el propio organismo y con otros acreedores, pero Massa necesita seguir interviniendo en los mercados de los dólares financieros, al menos hasta que sepa si llega al balotaje o no, y un dólar soja en las condiciones planteadas es la única salida posible para una administración que ya no encuentra palenque donde rascarse.
Según los primeros cálculos, los exportadores pueden liquidar el 75% de la soja al tipo de cambio oficial ($350) y el 25% restante al valor del CCL. Podría imaginarse un poroto a negociar con una paridad de $437.50 si este fuese $700, o de $450 con un CCL a $750, por ejemplo. No cabría entonces pensar en un precio uniforme, sobre todo porque antes la divisa se anticipaba y ahora ingresará tras la compra de la soja.
Como sus antecesores, tiene la característica de seguir destruyendo un mercado alguna vez conducido por el equilibrio entre oferta y demanda. Como los anteriores, tendrá un atractivo para el productor; siempre es mejor subirse a esta herramienta que comercializar lo producido al tipo de cambio oficial. Quizás lo difícil será verificar si le han pagado lo que correspondía o le están retaceando dólares, siempre que esto último no alcance niveles groseros.
El nuevo dólar soja seguramente volverá a mover los negocios con el poroto, hasta aquí aquietados esperando lo que fuese necesario para no vender a un valor como el que se ofrecía la semana pasada. La duda viene de la mano de la sospecha de que en enero o febrero próximo la soja pueda valer mucho más de lo que hoy se ofrece, aunque se sabe, más vale pájaro en mano que cien volando.
En el momento de escribir estas líneas se desconocen los detalles de esta movida. Nada se sabe del periodo de aplicación ni los objetivos (algunos especulan que ambos se indicarían el próximo viernes). El cálculo es que alrededor de 8 a 10 millones de toneladas de soja están disponibles para ser comercializadas, incluidas aquellas cuyos precios aún no se han fijado.
El otro anuncio que alcanza a los granos que aportan el grueso del ingreso de divisas al país, es el aporte de urea a productores en emergencia. Las 5 toneladas prometidas se supone apuntan a agricultores familiares, dado que cubren una escala muy pequeña, y habrá que ver cómo y cuándo se instrumenta el tema. Hasta da para pensar que si el candidato no alcanza el balotaje todo puede quedar en agua de borrajas.
Por otro lado, no está nada bien que la sociedad toda pague este fertilizante. El productor podría comprarlo sin problemas si el Estado no se quedara con un porcentaje altísimo de sus ingresos. Se parece mucho a la idea de quebrarle las piernas a la víctima para luego regalarle las muletas.
Además de desmembrar lo poco que queda como normal en el mercado de soja, la movida de Massa termina de dinamitar las chances de aquellos que producen carne bovina, de cerdo o leche. La ecuación se les vuelve fatalmente desfavorable.
Por lo demás, hay un nuevo y peligroso Plan Platita en marcha. Cubrirá el tiempo que necesita el candidato para saber si tiene chances en los comicios. Lo aplica en un contexto de inflación fuera de control; se ha medido para la semana previa una suba de precios del orden del 4,4% respecto de la anterior. Es una enormidad. El deterioro se acelera y los dos dígitos para agosto y los meses que siguen parecen inamovibles.
No está claro si esta movida fue anticipada al FMI. Después de esto el gobierno debería recortar el gasto un 11% para cumplir con la meta planteada. Parece sumamente improbable.
Temerario, inconsciente, audaz, irresponsable. Son algunos de los comentarios que se leen. Se ha dado vida latente a una inflación reprimida a la que se sumará el salto devaluatorio de diciembre, en un escenario de reservas negativas en torno de alarmantes USD 14 mil millones. La movida insumirá medio punto del PBI adicional a un gasto público que no tiene manera de financiarse. Cabe esperar niveles de inflación todavía peores, alguno incluso se anima a anticipar un nuevo Rodrigazo.
La brecha cambiaria anda por las nubes producto de haber devaluado sin un plan que contuviese todos los efectos negativos de la megadepreciación del peso. Prima una macro al borde del precipicio, un mercado sin expectativas y los argentinos acelerando la huida del peso.
Corresponde sumar la caída de la actividad y una deuda de magnitud histórica con los importadores, por si fuera poco. Paralelamente asistimos a un dólar oficial congelado, al igual que algunas tarifas. El descalabro de precios relativos será colosal. La falta de compromiso con el futuro inmediato es absoluta.
En los primeros 7 meses del año el déficit fiscal primario aumentó casi 200%. Las fuentes de emisión, grandes responsables del desaguisado, son los intereses de los pasivos remunerados, la participación en el mercado secundario de deuda, y la asistencia al Tesoro. En tanto todo esto no se frene, las cosas solo pueden complicarse.
Algunos memoriosos aseguran que los desequilibrios macroeconómicos son similares a los del Plan Primavera. No puede haber parangón peor. Hacemos votos para no terminar como en aquella oportunidad.