Editorial

El campo salvó al Estado, ¿el Estado ayudará al campo?

El dólar soja arrimó divisas y levantó la recaudación, auxiliando a un gobierno complicado. La nueva campaña necesitará que la Administración modere su voracidad fiscal, las cuentas se ven muy feas.

5 Ene 2023

El dólar soja arrimó divisas y levantó la recaudación, auxiliando a un gobierno complicado. La nueva campaña necesitará que la Administración modere su voracidad fiscal, las cuentas se ven muy feas.

Se supone que entendieron cuál es el valor del campo. Se descarta que han podido palparlo después de dos procesos con un dólar diferenciado, si es que no lo tenían claro antes. ¿Comprenderán que es fundamental que ante la crisis climática no queden productores en el camino?

Con la segunda etapa del Programa de Incremento Exportador el gobierno no solo logró nuevo oxígeno en términos de disponibilidad de dólares, paralelamente fue clave el aporte de las retenciones para acomodar la recaudación en un fin de año complicado. Los DEX arrojaron unos 219 mil millones de pesos en diciembre, 160% por encima del monto del año pasado. Ya en la primera etapa de este dólar diferenciado el agro había puesto sobre la mesa un plus cercano al 500% año contra año en términos de este gravamen. Es una contribución inestimable.

Ahora llega una historia distinta. Hoy todo el planeta está esperando definiciones desde la Argentina, concretamente referidas a la producción de soja y maíz de esta castigadísima campaña 2022/23. El país es un gran jugador global en ambos casos y en alguna medida define la suerte de los precios internacionales. La sensación es que habrá nuevos recortes para los volúmenes esperados, pero hasta acá faltan definiciones por parte de los estimadores clave.

En casa la situación es preocupante. El productor empieza a palpitar un escenario en el cual estará más solo que nunca. La cosa va mal pero el Estado no da señales de moderar su voracidad recaudatoria frente a un actor que invirtió un monto de dinero que el clima se está encargando de erosionar severamente.

Si no aparecen precipitaciones más amigables en el corto plazo, y se sostienen, es de esperar que los rendimientos queden lejos de los 28 qq/ha promedio de la temporada previa. A ciencia cierta parece cosa juzgada. Y ahí empieza otra historia. Por cierto, impacta particularmente ver la situación expresada en números.

En este sentido, Néstor Roulet, productor del sudeste de Córdoba, llevó adelante un ejercicio revelador. La conclusión más importante indica que en caso de un 20 % de merma en el rendimiento promedio, la inversión hecha por hectárea (u$s 524,81) se la queda prácticamente el Estado mediante la presión impositiva (u$s 560 /ha).

Esto se debe a la aberración ligada desde siempre al concepto de aplicación de los llamados derechos de exportación. La mayor parte de esta presión tributaria desmedida obedece a que este gravamen distorsivo se aplica sobre los precios, es decir los ingresos brutos, indiferentemente de la existencia de rentabilidad o no. No importa que el negocio no arroje ganancias, el Estado se queda con el 50 % de los ingresos. Porque además hay una exacción adicional mediante la brecha cambiaria.

Desde luego esto no es novedoso, es la historia de todas las campañas, pero despierta especial indignación cuando el clima viene en contra y las chances de llevarse un mango del campo se hacen cada vez más finitas.

Los cálculos de Roulet indican que teniendo en cuenta un rinde promedio para la próxima campaña igual al de la temporada anterior (28 qq/ha), el Estado (Nacional, Provincial y Municipal), se quedaría con u$s 723/ha, mientras al productor en campo propio se lleva u$s 95,94/ha. Expresado de otra forma, del ingreso de dólares al país por hectárea cosechada el Estado (nacional, provincial y municipal) se apropia de la mitad de eso (50,63 %) mientras que al productor en campo propio tan solo se lleva el 6,73 %..

Ahora bien, si la merma de rindes alcanzara al 20% (altamente probable a juzgar por la evolución de la campaña), el Estado va recaudar sus u$s 560/ha pero al productor no le quedará nada descontados los costos.

El campo es el pulmotor de este país. Los que año tras año le quitan buena parte de sus ingresos deberían empezar a considerar seriamente la chance de morigerar la presión ejercida por los DEX. La emergencia es clara, no hay forma de maquillarla. Pero es cierto, en la fábula el escorpión terminó picando a la rana, está en su esencia.

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