La Argentina tiene problemas de todo tipo en materia económica. Casi carece de sentido repetir el largo listado de desaciertos que nos han traído hasta aquí. El déficit fiscal, la emisión interminable, el agujero de las empresas públicas y la inflación fuera de control son factores clave, pero la vedette es el permanente manoseo del tipo de cambio.
De un modo u otro en una economía libre las variables se acomodan, encuentran un equilibrio. Cuando el largo brazo del Estado mete sus garras en el asunto, el desparramo de los precios relativos puede llegar a niveles impensados.
Genera heridos y mutilados, pero también beneficiarios cercanos al poder. No a todos les va mal con el intervencionismo, si bien en líneas generales son muchos más lo que pierden que los que le sacan algún rédito a la situación, muchas veces por izquierda.
Por cierto, son varios los rubros que padecen este descalabro, y ahora le tocó el turno a la carne vacuna, con el agravante que se trata de un producto de exportación y estamos llevando nuestros desequilibrios a la arena internacional, donde quedamos complicados.
Hay que decir que fronteras afuera se pelea un cliente en base a calidad de carne, pero también en función del precio ofrecido. Con una altísima concentración de destinos en China, e inmersa en una región como el Mercosur -donde mora el exportador de carne vacuna más voraz del planeta-, la Argentina no puede darse el lujo de quedar descolocado a raíz de los vicios internos.
La última movida del ministro candidato pasó por una devaluación extemporánea del peso, llevando el dólar oficial alrededor de un 22% hacia arriba, sin plan de ningún tipo, para luego dejarlo quieto hasta octubre, según dice. Ni siquiera alguna medida coherente que acompañe la decisión tomada. Los precios de bienes y servicios volaron y dañaron muchas cosas, no solo nuestro bolsillo.
¿El resultado? Al ser mayor la estampida inflacionaria que la devaluación puesta en juego, lo que exportamos queda en off-side frente a la competencia, peor aún para productos como la carne, que además incorporó parte del atraso que arrastraban los precios ligados a la ganadería.
En principio, desde mediados de 2022 los precios internacionales de la carne han cedido, para ubicarse en torno de USD 6.000 por tonelada, un 20% por debajo del valor que tenían hace quince meses. En este contexto, el novillo argentino alcanzó valores que lo descolocan ante sus competidores del Mercosur. Las subas en pesos de los últimos quince días fueron mayores a la devaluación de la moneda oficial, impulsando el precio en dólares.
Para colmo, la fuerte reducción que experimentaron las cotizaciones en Brasil ha ampliado la brecha que separa a la Argentina del principal exportador mundial de carnes bovinas. Ahora es la mayor desde 2015, y la distancia con el promedio ponderado del resto de los países del bloque supera el 50%.
Así, las cotizaciones en dólares del Mercosur muestran una realidad que no nos ayuda. Los últimos datos ubican al novillo pesado y trazado argentino en USD 4,54. El novillo apto UE generado en Paraguay se comercializa a USD 2,95, el novillo gordo brasileño en USD 2,79, y el uruguayo tipo exportación se paga USD 3,47.
Para ser justos hay que decir que considerando el verdadero valor del dólar en la Argentina, la distancia con la competencia se esfuma. Pero la brecha es letal para todo el que quiera exportar desde nuestro país, y lamentablemente goza de buena salud.
La competitividad que ganó Brasil en el mercado internacional por el descenso del precio de la hacienda se está viendo reflejada en los orígenes de la importación de carne por parte de Chile. Paraguay, tradicionalmente el principal proveedor del mercado trasandino, fue desplazado por Brasil.
Otra categoría que mayormente se exporta, la vaca, mostró un recorrido similar, con aumentos en dólares entre un 28% y un 33% para la especial y la manufactura, mientras que el resto de nuestros competidores ajustaron sus cotizaciones a la baja.
Por lo demás, el Rosgan advierte que claramente todo lo que se faenó en exceso y anticipadamente en el año, comenzará a faltar en los próximos meses. A eso se suma el absoluto desconcierto que genera la inestable situación política de la Argentina, lo cual seguirá incentivando la retención de hacienda como un mecanismo que utiliza el productor para protegerse de la mala praxis económica.
Se estima que la industria enfrentará tiempos complicados, al menos hasta que se defina una nueva conducción en el país. Probablemente reducirá aún más su nivel de operaciones como medida defensiva hasta tanto el mercado logre encontrar un nuevo nivel de equilibrio.
Parece cosa juzgada el hecho de que los precios en el mostrador ya no tendrán margen para una nueva ronda de aumentos del ganado, sin que eso tenga un efecto directo sobre la demanda.
Las últimas jornadas de negociaciones en el mercado local estarían confirmando esta presunción. Los datos disponibles indican que los precios del consumo retrocedieron la semana pasada 6 a 8% para novillos y hacienda joven, que terminaron agosto un 2% por encima del pico máximo anterior, registrado el pasado febrero.
Quizás ayude a reducir la brecha con el resto del bloque, pero el notable atraso en la paridad entre el peso y el dólar no va a resolverse con esta Administración. Es la madre de todas las complicaciones. La historia de siempre con la carne vacuna en sistemas intervencionistas, una maldición que tarde o temprano tendrá que quedar atrás.