Nada se pierde, todo se transforma. Desde el sur de Entre Ríos, Martín Irigoyen aplica esa máxima en su empresa. Empezó hace pocos años con la invernada, después sumó un feedlot y hoy apuesta fuerte por la producción de carne porcina a partir de sus propios granos. En síntesis, agricultura para la ganadería. O para distintas ganaderías.
Las transformaciones no son algo nuevo para este productor. Irigoyen es oriundo del barrio porteño de La Boca, lejos del campo, y hasta hace no muchos años trabajaba en una compañía de telecomunicaciones. Pero el tiempo y los vaivenes de la economía lo llevaron a reinventarse y cambiar de ámbito. En 2006 se mudó a Gualeguaychú, donde creó la firma LHAgro, con la que empezó a hacer ganadería en un campo de 260 hectáreas propiedad de su madre. Enseguida sumó la agricultura, y hoy la empresa ya tiene 26 empleados y trabaja sobre 900 hectáreas propias y otras 1.500 arrendadas.
“La agricultura se centra en la producción de alimento para el feedlot y el criadero de cerdos”, remarca Irigoyen mientras recorre un lote de maíz junto a Clarín Rural . Los difíciles suelos entrerrianos implican un gran desafío, pero el productor se anima a buscar mayores rindes con la implementación de las mejores prácticas disponibles y la incorporación de sistemas de riego. Al fin y al cabo, los cultivos son la base de su pirámide.
El trigo arroja rindes promedio de 36 quintales por hectárea, y la soja -casi siempre de segunda- rinde entre 18 y 24 quintales. Un 30% del área agrícola es dedicada al maíz o al sorgo, que son el principal componente de la dieta animal. “En maíz, el 2012 fue un año muy bueno, especialmente en los tardíos, en los que tuvimos rindes promedio de 7.500 kilos. Aun así, nos comimos casi el 70% de nuestra producción”, explica Irigoyen. El dato refleja claramente sus objetivos, pero por si quedaran dudas agrega: “El 70% de nuestra facturación actual es por la venta de carne”.
Francisco Irigoyen, hermano y socio de Martín, agrega que los cerdos consumieron también unas 300 toneladas de soja. “En la zona hay varias plantas extrusoras a las que les llevamos el grano para que nos provean del expeller -explica-. Además, nosotros en el feedlot tenemos un mixer y en la planta de cerdos hay una fábrica de alimento balanceado”. Esos elementos son la conexión entre los granos y la carne.
Pero la actividad ganadera de la empresa empieza un poco antes de llegar a los granos, con la compra de terneros de 170 kilos y su recría sobre pasturas. En este momento, los Irigoyen tienen 1.000 cabezas propias en el campo más unas 500 de hacienda capitalizada. El arreglo, con la terminación a corral incluída, es 70% para la empresa y el otro 30 para el dueño de los animales. “Eso nos da estabilidad en el volumen de hacienda”, explica Martín.
La carga, en las pasturas, es de entre 6 y 8 animales por hectárea. “Es bastante alta pero como los animales sólo se están recriando, está bien. Ganan unos 400 gramos por día” dice el productor. Cuando los animales llegan a los 250 kilos se les abre la tranquera del feedlot, donde son terminados a base de granos y silo.
“Vendemos los animales en 420-440 kilos, que puede ser exportación o consumo interno pesado. El precio del pesado no está muy bueno, pero el liviano está peor”, dice. El feedlot tiene capacidad para 1.500 cabezas y brinda servicio de hotelería. Cada año pasan por allí unas 4.500 cabezas. “Este año el maíz estuvo barato, y eso hace que si la conversión es buena, el negocio sea bueno. El feedlot tuvo alrededor de un 80% de ocupación”, comenta Francisco.
Está claro que el foco de la empresa está en la producción de carne, por el peso que tiene esta actividad en la facturación final. Y ahora, sin dejar a los bovinos de lado, los Irigoyen afinan la puntería y apuestan fuerte por la carne porcina. La granja Porco Rex está recién empezando, pero los cerdos pronto se convertirán en el 50% de las ventas de la empresa.
El año pasado comenzó la construcción de los galpones, a principios de este año llegaron las primeras madres y en noviembre salieron a la venta los primeros cerdos. Actualmente hay 320 madres, y en los próximos cinco años piensan llegar a las 1.200, con una inversión de 6.500 dólares por madre.
“La idea siempre fue agregar valor a lo que hacemos. En esta zona, la agricultura no es un negocio muy fabuloso si no tenés una gran cantidad de hectáreas. La ganadería bovina siempre es muy sensible a los humores de la sociedad, y además no es una categoría eficiente convirtiendo granos en carne. Por eso llegamos a los cerdos, que son la actividad menos cartelizada de las que hay”, resume Martín, y para ilustrar la eficiencia de conversión comenta que un novillo come seis kilos de maíz para hacer un kilo de carne, mientras que un cerdo solo necesita tres. “La limitante está en la enorme inversión inicial”.
El proyecto de los cerdos también incluye la construcción de un frigorífico, para lo que los Irigoyen ya tienen señado un lote en el parque industrial de Urdinarrain, cerca de Gualeguaychú. Y en vistas a una integración vertical completa y una mayor eficiencia, están a punto de comprar camiones. El año pasado gastaron más de un millón de pesos en fletes, con lo que se podrían comprar dos camiones. En el mediano plazo también aparece la transformación de los efluentes de la granja en biogás y biofertilizantes. Pero esa será otra historia.
Está dicho: nada se pierde, todo se transforma.