Primero es el parque inmenso y mórbido de césped, en el que recorta una piscina. El agua que contiene es de río, filtrada, y el espacio que ocupa fue pintado de negro para que el reflejo del cielo fuera más nítido y la apariencia oscura del agua misma se integre al entorno sin estridencias. Suena raro, pero en la realidad verifica. En dos extremos de este rectángulo de agua dulce se apoyan una figura humana cubista y una composición conceptual. La primera es obra de Pablo Curatella Manes y la segunda, de Carlos Gallardo. No son los únicos presentes en esta realidad aparte, claro que no.
Arte + naturaleza
Un poco más allá de la piscina se abre una laguna artificial. A la izquierda de este espejo, una soberana escultura, obra de Bastón Díaz. De este escultor argentino hay en la propiedad unas once obras, y en general reiteran la alusión al origen y devenir de la sociedad argentina, labrada por inmigrantes.
A la derecha del estanque, se aprecia la bellísima orquesta imaginaria de Carlos Gallardo, una sucesión de atriles que por partitura tienen pastos; y según la estación del año, en virtud de las decisiones de Madre natura, varía, ya sea en tonalidad ya sea en el tipo. Esta obra tiene su réplica en la plaza Lavalle, a pasos del teatro Colón.
A lo lejos, en el paseo de las gramíneas despunta la escultura más alta de todas, de Bastón Díaz, alegoría de un obelisco.
A medida que los pasos van trazando su propio camino, se comprende que las piezas escultóricas están en el sitio que les corresponde, que los espacios temáticos proponen treguas necesarias y los puentes, con sus nombres, hilvanan esto y aquello con un significado preciso. Está el puente del amor, el de la comprensión, el de la paz, el de la amistad (el más elevado) y todos conllevan una razón, un poema existencial, una leyenda a modo de enseñanza. Ya se esté caminando por la avenida de liquidámbares, el sendero de bambúes negros, el paseo de las gramíneas, el monte de casuarinas, el rosedal, el jardín de los helechos, siempre aflora el sentido de cada orden estético. Entre ciertas frondas se esconde un Fioravanti. En un claro, se suceden las 12 sillas de Pablo Reinoso en semicírculo. Y así. Un laberinto de sabidurías entrecruzadas.
No existe, salvo en la cultura japonesa, esta idea integradora del arte, la naturaleza (a través del mundo vegetal, del agua que lo alimenta, de la piedra) y la espiritualidad, en la que el paisajismo está subordinado a los ideales de la vida.
El Descanso abarca 12 hectáreas, de las que apenas la tercera parte está intervenida. Cuanto se aprecia a simple vista y se disfruta explorándolo, es el producto de 21 años de una paciente labor llevada a cabo por Claudio Stamato, su artífice. Viajero y sensible, Claudio fue modelando este jardín de las delicias del que es imposible no salir redimido, con el alma llena de paz y la certeza de que arte y madre Natura van de la mano. Sólo es cuestión de saber acercarlas y dejar que prosperen, en armonía, dentro del espíritu de quien las acepte.
DATOS ÚTILES
Isla El Descanso
Río Sarmiento y A° Albarracín.
T: (011) 4825-6996.
C: (15) 5954-6295.
reservas@islaeldescanso.com
http://www.islaeldescanso.com/
Las tarifas son por persona, con IVA. Los programas se realizan de lunes a viernes. Caminatas: Duran 3 horas: 1 hora de recorrido en lancha + 2 horas de caminatas en el parque. Ofrecen servicio de té con traslado fluvial y pasar el día con traslados terrestre y fluvial, picada, almuerzo y servicio de té.