Es apenas un gesto por parte de una municipalidad en el norte de Buenos Aires, y busca contagiar a otros intendentes para que hagan lo mismo. Por algo se empieza. En buena hora.
Todos los medios hemos descripto hasta el cansancio lo que ha pasado con el campo esta campaña. Pérdidas inéditas producto de la mayor sequía que se tenga recuerdo, al menos en los últimos 100 años. Capital de trabajo que se esfuma y compromete seriamente las chances de llevar adelante la nueva campaña. Parálisis en el interior del país, porque junto con el campo se muere el transporte, los comercios y muchas otras actividades.
Dicho también en numerosas oportunidades, la respuesta del gobierno nacional a semejante escenario ha sido pobre. No entiende, no quiere o no puede ponerse al lado del campo en tamaña crisis. El Ejecutivo parece totalmente ajeno a lo que está pasando, como ocurre con otros temas. Economía, en tanto, ensayó algunas propuestas formales que no modifican la cuestión de fondo.
Las advertencias se multiplican. La Federación Argentina de Cámaras Agroaéreas (Fearca) alertó por el derrumbe de la siembra aérea . Confederaciones Rurales Argentinas (CRA) avisó que serán severos los problemas en la cadena de pagos agropecuaria en todo el país. Es lo mismo que indicó la Federación Argentina de Contratistas de Maquinaria Agrícola (FACMA).
Es que las peusudoayudas en torno de las declaraciones de emergencia agropecuaria equivalen a una gota de agua en el desierto. El campo ha tenido un problema con el clima, pero arrastra severos condicionamientos a partir de la brecha cambiaria y la presión tributaria. Todos están al tanto del tema en la región y levantan la guardia para que no les pase lo mismo.
En medio de la ausencia de pasto para la hacienda, de lotes de soja y maíz que no van a poder cosecharse, de deudas que empiezan a caer y no hay con qué afrontarlas, un intendente del norte de la provincia de Buenos Aires dio un primer paso en el sentido correcto. Pequeño, pero aleccionador.
La Argentina necesita que el Estado deje de exprimir a los privados, sobre todo cuando sus ingresos se han deteriorado significativamente. Dicho hasta el hartazgo, para eso hay que terminar con la fiesta del gasto, como un paso imprescindible, para luego ir hacia las reformas que el país sensato reclama a los gritos.
El punto es que la intendencia de Arrecifes decidió cobrarle al campo la mitad de la tasa vial para ayudar a mitigar los daños de la sequía. Envió una propuesta al Concejo Deliberante para reducir las próximas cuotas de este tributo. Y apunta además a recortar la tasa de marcas y señales. Por último le pidió al gobierno bonaerense que haga lo mismo con el Inmobiliario Rural. Es decir, una baja automática del 50% de este gravamen para los damnificados por la seca. No va a pasar, pero por algo se empieza.
La idea es contagiar a otros municipios para que hagan lo mismo. Y sentar un precedente que sea tenido en cuenta por quien asuma el gobierno en diciembre, ya que de la actual administración es poco lo que puede esperarse en términos de reducción de la presión tributaria.
Es inaceptable que el Estado se lleve el 65% de los ingresos del agro. No puede tolerarse en condiciones normales y mucho menos cuando la actividad arroja resultados que están apenas por encima de la indiferencia en el caso de los más afortunados esta campaña.
Si no se entiende la importancia de aflojarle la cincha a los privados, de liberar las fuerzas productivas como premisa inicial para generar el cambio que necesitamos, el futuro necesariamente será muy oscuro.