Cuando se le preguntan las razones que lo llevaron a poner un pie en la Agricultura Certificada (AC), Manuel Zinny responde sin filtro, con la seguridad de quien ha analizado esto una y otra vez: “No sé si me van a pagar más por mis productos o no, pero esta herramienta necesariamente tiene que potenciar los resultados de la empresa, porque se trata de una mejora integral que ordenará y hará más eficientes varios procesos internos”.
Zinny, gerente de Producción de La Cesira Agropecuaria, una empresa que forma parte de la Regional Río Cuarto de Aapresid, comenzó formalmente en junio de 2011 el proceso de capacitación y cumplimiento de requisitos previos en uno de los campos de la compañía –Las Marías, próximo a Huanchilla, Córdoba–, para después, mediante la pertinente auditoría, acceder a la preciada certificación. “Durante este mes de marzo ya tendríamos que estar con el campo certificado, y ahí empieza el desafío de comenzar a funcionar dentro de los lineamientos de la AC”, confía nuestro entrevistado.
Y tiene lógica. Precisamente la AC ha sido diseñada para mejorar la gestión empresarial y optimizar la eficiencia en el uso de los recursos. El resultado es concreto: mayor productividad en el marco de un sistema ambiental y energéticamente sustentable. En este camino conviven dos elementos insustituibles: sendos protocolos de calidad y de Buenas Prácticas Agrícolas (BPA), en los que se define la razón de cada una de estas herramientas, y el uso, medición y registro de indicadores de gestión ambiental, con foco en el recurso suelo y el manejo del ambiente. Aapresid es quien mantiene vigente y actualizado el protocolo de certificación y la medición de indicadores, en función de los avances que surjan de la ciencia y la propia experiencia.
“Es exactamente así –confirma Manuel–. Cuando nos pusimos en campaña para averiguar sobre el tema y empezamos a interiorizarnos acerca de la AC comprobamos que tiene muchos aspectos positivos, no sólo en cuanto a la mejora de los procesos agronómicos sino que a esto se le suman las ventajas asociadas con cuestiones organizacionales de la empresa y el tema ambiental. Somos productores y no estamos acostumbrados a normalizar los procesos, a dejar por escrito los detalles inherentes a las tareas realizadas. Ahora vamos a trabajar de una manera totalmente distinta; cada tarea tendrá un responsable y tomará la forma de un granito de arena para el logro de un resultado final que estará delineado. Y cuando lo hacés empezás a detectar que hay cuestiones que no tenés resueltas, y en esto la AC te puede dar una mano muy grande”.
Zinny va más allá de la coyuntura. “Desde luego que ésta es, además, una herramienta de diferenciación, y esperamos obtener algún plus por ella en un determinado momento. Un commodity que sale de un establecimiento que certifica, tarde o temprano tendrá que valer más que el que nace en un campo que no ha adherido a esta práctica, si bien hoy no podemos asegurarlo, y de hecho hasta acá no es así. Lo que está claro es que con la sustentabilidad agronómica ya no alcanza, en los pueblos que circundan nuestros campos están siguiendo de cerca cuestiones como la proximidad de aplicaciones al área urbana o qué trato reciben los bidones de agroquímicos, por ejemplo. Es necesario documentar que hacemos las cosas como Dios manda”, avisa el gerenciador.
Bajo prueba
A ciencia cierta, lo que Zinny y los suyos están llevando adelante en las poco más de 200 hectáreas de Las Marías es una prueba piloto. “Si nos va bien y vemos luz al final del túnel la idea es replicar la experiencia en el resto de nuestros campos, hasta donde podamos. Apostamos a la AC porque sus fundamentos nos parecen razonables, y porque estamos muy alineados con Aapresid y éste es un proyecto madre que queremos apoyar especialmente”, indica Manuel.
¿A qué se refiere cuando habla de encontrar beneficios definidos? Una vez más no se trata sólo de cuestiones económicas tangibles. De hecho ya han tomado algunas decisiones vinculadas con la filosofía de la AC, y van tras el mapa de procesos para toda La Cesira. Esto tiene un enorme valor.
Resumidamente, la AC implica fijar objetivos, documentar qué se hace para alcanzarlos, medir y registrar, auditar y certificar. Una vez implementado el proceso se somete a auditoría para el logro de la certficación, que se podrá conservar siempre y cuando cada campaña se mantenga y mejore el Sistema de Agricultura Certificada. Anualmente se audita el establecimiento y a los tres años de la primera certificación se valida nuevamente el certificado emitido. “El hacerlo sobre campo alquilado nos obliga a obtener un alquiler de al menos ese plazo y tener la tranquilidad de que se seguirá renovando, lo que en nuestro caso está asegurado. Sabemos que hay propietarios que van a valorar esta movida, lo cual antes o después convertirá a la AC en una herramienta de negociación a la hora de alquilar, algo que nos dará valor como arrendatarios”.
Uno de los temas que agitan los más remolones a la hora de ponerse a trabajar pasa por un supuesto costo no recuperable.“Desde ya que vas a tener que afrontar un gasto que no estaba previsto dentro de los presupuestos de rutina, pero me parece que es insignificante al lado de lo que puede generar el sistema si funciona como pensamos que va a hacerlo. Es cierto que en nuestro caso, al tratarse de una superficie de 200 hectáreas quizá el costo de la certificación pese proporcionalmente más que si fueran 2.000, pero todo depende de lo que uno considere caro o barato. A nuestro criterio, hasta acá es una herramienta muy accesible”.
El costo de la AC incluye varios requisitos. Para certificar se requiere plantear objetivos de mejora agronómica, que implican muestreos del perfil, análisis de suelo y honorarios, entre otros gastos. “Tenemos una empresa que nos asesora en este tema. Es lo que se conoce como facilitadores; de hecho Aapresid cuenta con asesores que recomienda especialmente si uno necesita este tipo de servicios. Los facilitadores son especialistas en AC, que se contratan y te acompañan hasta la certificación. Se van juntando unos pesos, es cierto, pero de ninguna manera es un costo prohibitivo. Para orientar al lector, se puede pensar en u$s 30 por hectárea. Después cabe considerar algún gasto mínimo más en la certificación en sí, que se prorratea en tres años”.
Metas
Los objetivos los plantea el propio productor con ayuda de los facilitadores, lo que en general implica algún tipo de acción sobre los nutrientes manejables y se sigue la experiencia de campos que ya han certificado. “Nosotros nos hemos propuesto mantener los niveles de fósforo (P) que tenemos en el campo –indica Zinny–. Para eso hemos planteado un balance de nutrientes, una rotación determinada, y elaboramos nuestro plan agronómico de acá a tres años, de modo de ir llevando adelante los cambios que nos hemos planteado. Es notable cómo esto te organiza la empresa, al ir poniendo metas y acostumbrarte a procesos que hacen todo mucho más ordenado. Además, empezás a tener más datos concretos para la toma de decisiones. Se sabe, pocas cosas son tan valiosas como la información”.
Así, la AC ayuda a gestionar la empresa por procesos, que una vez identificados se describen. “Un ejemplo de esto es el proceso de siembra –señala nuestro entrevistado–. Definimos dónde empieza y termina, cuáles son las tareas que lo conforman y quiénes son los responsables. Lo mismo con los procesos de contratación de labores, la cosecha y muchos otros más”.
Desde luego que la empresa ya tenía objetivos agronómicos precisos, pero ahora debe ponerlos por escrito y plantear cómo va a alcanzarlos. Y juega toda la cuestión ambiental: qué están haciendo con los bidones de agroquímicos, a quién se los dan, qué productos emplean (no todos son aceptados). “Una de las primeras cosas que nos preguntaron fue cuál es el mapa de procesos de la empresa, y no supimos qué contestar –confía Manuel–. Hoy entendemos cuál es la importancia de tener uno”.
Las bondades de la AC se extienden a la gente que debe ejecutar el trabajo. Se acaba el “me dijo, le dije, entendí que” y todo se ordena automáticamente, porque ahora se sabe qué debe hacer cada uno, cuál es su tarea y a quién reporta.
Los detalles
Las Marías integra un paquete de siembra que, en el caso de La Cesira Agropecuaria, involucra unas 30.000 hectáreas en Córdoba, Santa Fe, Entre Ríos, Chaco y San Luis, en su totalidad bajo arriendo. La rotación que se aplica en en este campo –soja un año, maíz el siguiente– es posible en virtud de que a una distancia de 5 km se ubica otro predio del grupo con el mismo esquema pero con un orden exactamente opuesto.
Zinny explica que ya han comenzad a trabajar con agricultura por ambientes, una práctica que privilegia los planteos racionales, con un uso exacto de insumos. En este caso el parámetro que determina distintos ambientes es el contenido de arena en el perfil. “A decir verdad, nosotros ambientamos con bastante agilidad: trazamos los mapas de napa, de rinde y de topografía, y recurrimos a la imagen satelital –detalla Manuel–. El tema es que no tenemos maquinaria propia para realizar fertilización o siembra variable, y allí entra a jugar el contratista a la hora de llevar esto a la práctica. Necesitamos que comience a adoptar esta tecnología. Confiamos en que se van a adaptar, y además para ellos también es una herramienta de diferenciación contar con monitores variables de densidad y fertilización y poder demostrar que están trabajando en un campo que certifica. Claro, son todas cosas que cuestan dinero y la pregunta es si el mercado lo paga, sobre todo teniendo en cuenta que el medio es agresivo y quiere gastar lo menos posible”.
A la cancha
Alejandro Bonadeo es el encargado del Módulo Huanchilla, perteneciente a La Cesira Agropecuaria, que involucra alrededor de 4.500 hectáreas. Y dentro de él se halla Las Marías, un campo alquilado de 223 hectáreas que está exactamente en Estacion Pavín, un paraje próximo a Huanchilla. Como se indicó, es el primer año que se certifica. Junto con Bonadeo, Federico Gregorat asiste técnicamente en el área de producción del módulo.
“Lo que hemos hecho es apuntar a una mejora en la gestión de los procesos, tener todo organizado, que la información se encuentre disponible en tiempo y forma –señala Bonadeo–. Y en un futuro pretendemos llevar esta manera de gestionar al resto de los campos. A ciencia cierta mantenemos lo que veníamos haciendo, pero mucho mejor estructurado, con otra frecuencia, siguiendo los protocolos de Aapresid. Todo en concordancia con las Buenas Prácticas Agrícolas: rotación de cultivos, manejo integrado de plagas, fertilización estratégica, y otras. Y los contratistas tienen que estar a tono con esta temática y con los papeles en regla”.
Las Marías acumula alrededor de doce años en directa y por lo tanto está manejado de acuerdo con lo que piden los protocolos. “Con el ingreso a la AC se puede contar con data mucho más precisa, y tomar decisiones de sintonía fina con herramientas concretas. Todo esto te lleva a mejorar mucho la gestión administrativa. No es difícil, es sólo cuestión de ordenarse”, aporta Gregorat.
Respecto del manejo agronómico, en función de la rotación antes indicada, en este momento todo el campo está sembrado con soja y el año próximo sólo se implantará maíz. Esto se revisa de acuerdo con los acontecimientos de cada campaña, aunque se apunta a mantener el esquema. En cuanto al manejo por ambientes, en las medias lomas de alto potencial se utiliza DM 3810, y en las lomas de menor aptitud se ubican variedades más largas, como 5009. Por cierto, en Las Marías vimos un médano fijado y, rodeando el monte, una siembra distinta, con sorgo para lograr cobertura. Son tierras muy livianas, que se vuelan fácilmente en años secos.
En este campo se mide densidad, carbono, nitrógeno, fósforo y otros parámetros. “¿La inspección? A la certificadora se le comunican los objetivos que definimos a corto, mediano y largo plazo, y ella controla que se esté cumpliendo con lo planeado –reseña Bonadeo–. Por caso, como la AC incluye el triple lavado y agujereado de envases, se anota cada producto que se usa y se guarda el envase en un depósito. Todo tiene que cerrar. Eso sí, hay cuestiones más accesibles y otras no tanto. Por ejemplo, en el caso de metas como aumentar los rendimientos no siempre es representativo medirlo año tras año. Hay contratiempos que están contemplados: si uno de los objetivos es elevar los niveles de P y el fertilizante se va a las nubes, está justificado suspender momentáneamente el logro de esa meta si ésta es ilógica desde el punto de vista económico, pero si esto pasa debemos replanificar cómo lo conseguiremos a futuro”.
Zinny interviene en la conversación. “Si el costo se mantiene a raya, veo a la AC como un círculo virtuoso. Es un punto por monitorear, pero estoy convencido de que en una mesa de discusión no es lo mismo el que certifica que quien no lo hace. Nadie puede acusarte de contaminar, porque tenés herramientas para demostrar lo contrario”. Plutarco solía decir que la mujer del César no debía estar siquiera bajo sospecha, un concepto que bien puede aplicarse a muchos de nuestros productores agropecuarios. Las cosas se hacen bien y debe quedar en claro que así es. En ese camino están estos agroempresarios.
Ing. Agr. Claudio Gianni