La visita de la presidenta de Brasil, Dilma Rousseff, con una comitiva de empresarios brasileños a la conferencia anual de la UIA, tuvo un profundo significado político y estratégico, sin precedentes en la historia de nuestros pueblos. Lo es por el proceso histórico que está viviendo el Mercosur, donde la proyección de la relación Argentina-Brasil es un elemento necesario para la consolidación y profundización del mismo.
La República Federativa del Brasil está instalada en el mundo como una de las principales potencias emergentes por su consolidación democrática, su creciente relevancia industrial, el aumento en la producción y provisión al mundo de alimentos, biocombustibles, petróleo, minerales y una gran variedad de productos y servicios. Sin embargo, los líderes de Brasil saben que el proceso no podrá ser desarrollado con la profundidad necesaria si no es parte de un colectivo mayor, especialmente de sus vecinos y socios principales, la Argentina sobre todo.
A la mencionada visita de Rousseff a la UIA se le sumó la presencia del ex presidente Lula hace un mes en IDEA, donde enfatizó la necesidad de percibirnos como socios, tener confianza, crear empresas mixtas y, a partir de allí, acrecentar los flujos e intercambios de bienes y servicios.
Esta oportunidad es única en la historia de ambas naciones y uno de sus fundamentos es el rol preponderante de la región en la provisión de alimentos, biocombustibles y productos derivados de la fotosíntesis. La convergencia de disponibilidad de tierras y agua, con un capital humano y cultural de alta calidad así como la sólida trayectoria mostrada por el sector de agronegocios en la región, genera una gran expectativa en el mundo. Tenemos el compromiso y la responsabilidad de tomar el liderazgo global y utilizarlo para profundizar nuestro desarrollo interno de manera sustentable y con creciente inclusión social.
La bioeconomía va ganando importancia y consideración entre los que hacen políticas y negocios. La base de la misma está en los vegetales como una industria verde, que utiliza energías renovables como el sol y no emite CO2 sino que lo absorbe, que puede producir diversidad de productos, desde los alimentos y energía, hasta los bioplásticos, biofármacos o enzimas industriales y, que por su amplia distribución geográfica, contribuye a un desarrollo federal, equilibrado y descentralizado. Sin duda que este nuevo paradigma trae esperanza frente a las turbulencias e incertidumbres provocados por la irresuelta crisis financiera internacional iniciada en 2008 y que aún se abate sobre nuestros países.
Los líderes de Brasil y la Argentina de hoy tienen esa visión y en su agenda está profundizar el proceso. Superadas etapas conflictivas de la relación, tenemos que avanzar con decisión hacia una integración más profunda, que busque promover el crecimiento equitativo de los países miembros, propiciando el desarrollo, consolidando la institucionalidad, generando reglas de juego, disminuyendo las volatilidades y minimizando shocks, creando incentivos alineados en la región para inversiones en infraestructura, investigación y desarrollo así como mecanismos de financiación que faciliten las inversiones públicas y privadas, sistemas de ayuda a la transformación de los actores menos competitivos en competitivos y asumiendo posiciones comunes en los foros internacionales.
Este proceso se facilitaría mucho si avanzamos con un programa de convergencia macroeconómica que, si bien puede llevar varios años, daría una señal contundente a los actores económicos para sus inversiones de mediano y largo plazo.
El sector público y el privado deben trabajar en forma conjunta formando compañías mixtas integradas en cadena de valor regionales y globales, formando talentos multiculturales con nuevas competencias, desarrollando una infraestructura integrada, defendiendo los intereses comunes en el exterior y creando instituciones comunes (mercados, sistemas educativos integrados, organizaciones por cadena, espacios de discusión). Los empresarios de la región debemos comenzar a percibir que nuestro mercado interno será de casi 300 millones de habitantes y que la fuerza de nuestras exportaciones será mayor si nos percibimos como parte de una región común.
Argentina y Brasil no sólo son socios, son hermanos. Estamos "condenados" a caminar juntos, comenzar a profundizar este proceso cuanto antes traerá beneficios para todos.
Artículo publicado en La Nación