Cuesta creerlo, pero la Argentina insiste en funcionar a espaldas de la lógica básica. Metida para adentro, trata de vivir con lo propio y siembra de piedras el sendero de aquellos que pueden exportar, a lo que suma una brecha cambiaria capaz de desalentar al más corajudo. El camino que han adoptado las naciones que efectivamente progresan es exactamente el opuesto.
Nuestros dirigentes no saben, no pueden o no quieren, que es el peor de los casos. Para las dos primeras instancias hay herramientas que vienen en ayuda de quienes tienen voluntad para ir hacia adelante pero deben luchar con sus limitaciones. El benchmarking consiste en un estudio profundizado de los competidores para entender las estrategias y mejores prácticas utilizadas por ellos. Este análisis permite reproducir o adaptar algunas de esas acciones para progreso propio. En términos barriales, si no sabés qué hacer al menos fijate cómo hacen los que saben y empezá a dar los primeros pasos.
La sensación es que quienes manejan el país no saben y no quieren saber. Hemos llegado a un punto en que ni siquiera se puede sostener la ilusión de que, por mínima picardía, aprendan de quienes nos rodean en la región. Uruguay, Paraguay y por supuesto Brasil tienen entre ceja y ceja el mercado externo. Es una sana obsesión.
Populistas y liberales, de derecha o de izquierda, los dirigentes del socio mayoritario del Mercosur recorren el mundo buscando negocios, especialmente en el ámbito agropecuaria, donde saben está uno de los puntos fuertes del país.
Jamás se les ocurriría poner palos en las ruedas de esta cadena virtuosa que termina desembocando en el mercado externo. Esta mentalidad se transmite aguas arriba en la cadena. Brasil acaba de abrir 18 nuevos mercados de exportación para productos agrícolas, y anotó otro récord en exportaciones de agronegocios en el primer trimestre de este año. Cada día que pasa en medio de nuestra mediocre inacción, el vecino país nos saca más y más ventajas en la arena internacional.
Entre los nuevos mercados para la agricultura brasileña está la Argentina. Es cierto que nuestro país se ha convertido en importador destacado de la soja generada en Brasil debido a una coyuntura desgraciada, pero probablemente el vecino ya ha pensado en nosotros como un futuro cliente para su poroto en tiempos climáticamente más normales. De hecho le está vendiendo carne a Uruguay, un país ganadero que no trepida en negociar en precios más altos la suya y abastecerse en parte con carne a valores accesibles proveniente del otro lado de la frontera.
Los brasileños incluso piensan en alcanzar el autoabastecimiento en trigo y salir al mundo a competir con sus exportaciones. Lo que hubiese parecido una fantasía diez años atrás amerita ser tomado cada vez más en serio.
No termina ahí. Brasil tuvo récord de municipios exportadores el año pasado; el 43% de ellos, 2407 concretamente, está vendiendo fronteras afuera. Cabe destacar que esta cifra fue la más alta de la serie histórica, que comenzó en 1997. Desde la Secretaría de Comercio Exterior, dependiente del Ministerio de Fomento, Industria, Comercio y Servicios, indican que estimular el comercio exterior en los municipios es muy importante porque impacta en el crecimiento y desarrollo económico de las ciudades. "La apertura de los mercados exteriores a las empresas locales aumenta la demanda de sus productos y servicios. Esto, a su vez, atrae inversiones y propicia la creación de nuevos puestos de trabajo, tanto directamente en estos negocios como indirectamente en sectores afines", subrayan los funcionarios involucrados. No hay manera de no comprender esta lógica y adaptarla inmediatamente.
La encuesta también muestra que Estados Unidos fue el país al que apuntó la mayor cantidad de municipios exportadores. En 2022, 1.452 municipios suministraron productos a ese país. Entre los clientes destacados le siguen China, con 998; Paraguay, con 966; Uruguay, con 941; y Argentina, con 907.
¿Qué parte no se entiende? Mientras el socio del Mercosur se convierte en una potencia agrícola, la Argentina permanece estancada por las limitaciones impuestas por el Estado para vender fronteras afuera. Derechos de exportación, cepos, brecha cambiaria, volúmenes de equilibrio solo han servido para perjudicarnos en el comercio global, mientras crece la pobreza y la marginación en el país. Esperemos que quienes ganen las elecciones en octubre o noviembre tengan en claro este punto. En eso se juega el futuro de muchas generaciones.