Con un vasto territorio y tierras muy fértiles en el sur, Rusia es uno de los principales productores de cereales del mundo. Pero el conflicto en Ucrania y el aluvión de sanciones occidentales obliga a sus agricultores a recurrir al mercado interno.
En el pueblo de Khotmanovo, 170 kilómetros al sur de Moscú, a orillas del río Oka, Chiorny Khleb ("Pan Negro") es una de las pequeñas explotaciones que han proliferado en Rusia en la última década.
"Nos estamos orientando más hacia nuestro mercado interno, hacia nuestra economía", explica Yevgeny Chifanov, de 42 años, copropietario de esta granja ecológica.
El conflicto entre Rusia y Ucrania, dos superpotencias agrícolas que suponían el 30% de las exportaciones mundiales de trigo, ha desencadenado un aumento de los precios de los cereales y de los fertilizantes, generando preocupaciones por la seguridad alimentaria mundial.
Rusia parece estar en una posición de fuerza en esta disputa. Como mayor exportador de trigo del mundo, Moscú ha hecho del grano ucraniano bloqueado en los puertos un elemento clave en las negociaciones.
Pero el sector agrícola ruso también está en peligro.
En "Chiorny Khleb", que cultiva una variedad de cereales en algo más de 1.000 hectáreas, el trigo aún está verde y los trabajadores disfrutan de la tranquilidad antes de la cosecha a finales de julio.
"En marzo o abril, empezamos a preparar la tierra y luego plantamos. Ahora nos preparamos para cosechar los resultados de nuestro trabajo", explica Alexéi Ierchov, un tractorista de 28 años, antes de subirse a su máquina roja y negra.
- Problemas de logística -
Las perspectivas de la temporada son buenas y el ministerio ruso de Agricultura prevé una cosecha de 130 millones de toneladas, incluida un récord de 87 millones de toneladas de trigo.
Pero desde el inicio de las sanciones impuestas por los países occidentales, los agricultores han sufrido meses atormentados.
"Estamos experimentando problemas logísticos. Es un problema, porque tenemos socios tanto en Europa (especialmente en Lituania) como en Israel", dice el copropietario Yevgeny Chifanov, explicando que los camiones permanecen bloqueados en las fronteras.
"No podemos entregarlos, solo podemos conformarnos con nuestro mercado interno. Y estamos trabajando activamente para encontrar socios en Bielorrusia, Armenia y Kazajstán", añade, refiriéndose a los países aliados de Moscú.
También hay otros problemas. Uno de sus socios, por ejemplo, se está quedando sin pegamento para hacer las etiquetas. "Se importó de Europa. Están intentando resolver el problema a través de China, pero la logística sigue siendo complicada", señala Chifanov.
En un edificio cercano, el molinero Roman Tijonov, de 40 años, trabaja con un molino de madera de fabricación austriaca.
"Hace poco se rompió algo, encontramos el material y lo reparamos. Antes, las piezas de recambio venían de Austria y esperábamos mucho tiempo para que llegaran, ahora las fabricamos nosotros mismos, es más rápido", dice.
La fábrica ucraniana de al lado recibe sus repuestos a través de Bielorrusia desde 2014 y el inicio del conflicto entre Rusia y Ucrania.
El copropietario resalta sin embargo que se siente aliviado de que sus tractores sean en su mayoría rusos o bielorrusos, lo que le ahorra muchos dolores de cabeza.
- Destrucción -
La situación en el mercado de cereales también ha cambiado. Antes de que comenzara el conflicto, el precio del trigo ya era alto (más de 300 dólares por tonelada), pero ahora se cotiza a casi 400 dólares.
Rusia ha seguido vendiendo trigo desde el inicio del conflicto a pesar de las dificultades de navegación y en un contexto de penuria por el hecho de que Ucrania tiene sus puertos bloqueados.
Según Andrei Sizov, director general de la consultora agrícola SovEcon, el grano ruso se vende ahora a unos 20 dólares por tonelada por debajo del precio de mercado, un fenómeno que también se observa con el petróleo ruso.
"Todo se refleja en el precio. El grano ruso se ha vuelto más barato que, por ejemplo, el francés, porque hay que incluir (para el comprador) en el precio los costes adicionales de flete, seguro, problemas de pago", explica.
Aunque los precios siguen siendo altos y reducen el impacto financiero para Rusia, "los agricultores rusos no se benefician, debido a los altísimos impuestos a la exportación introducidos en 2021 con la errónea esperanza de reducir la inflación alimentaria", señala.
Y ello a pesar de que sus "costes medios son un 20-30% más altos en rublos" que hace un año, señala Sizov. Los agricultores rusos están viendo "destruidos sus márgenes", añade.