Mientras países vecinos se esmeran en asegurarle las herramientas tecnológicas a un actor clave como el agro, entre nosotros la historia es otra. Funciona, pero es mérito exclusivo de los fabricantes y su profesionalismo.
¿Hasta dónde es capaz de llegar la paciencia de los argentinos? Difícil decirlo, pero lo cierto es que es puesta a prueba a diario, hasta límites insospechados. La crisis desatada a partir del conflicto en las principales fábricas de neumáticos del país bien puede ser la gota que rebasó el vaso. Es una muestra más del daño colateral generado por una política económica desaprensiva, destinada a satisfacer los caprichos de la militancia y no las necesidades del grueso de la población.
Más allá de lo que pueda objetarse con justa razón respecto de la intransigencia de los delegados gremiales, este tipo de cuestiones no tendrían lugar en un planteo económico que privilegie la estabilidad de la moneda y los precios. Los números de la pobreza y la indigencia conocidos ayer espantan. Precisamente la inflación descontrolada es una máquina de fabricar pobres, pero no se observa la intención de ponerla en caja. Muchos tienen trabajo pero no logran terminar el mes.
Por lo demás, el mercado enfrenta un escenario en que nadie sabe cuánto vale lo que tiene que vender, y entonces se camina por el borde la cornisa. Los precios que se cobran no alcanzan para sostener la actividad, pero el que compra no los puede pagar. El negocio de todos se altera inexorablemente. Entre otros inconvenientes, los fabricantes de maquinaria agrícola o pick-ups no escapan a esta realidad. No saben si tendrán las cubiertas que necesitan para terminar sus vehículos ni a qué valor van a pagarlas la semana que viene.
Tanto la Cámara Argentina Fabricantes de Maquinaria Agrícola (CAFMA) como la Asociación de Fábricas Argentina de Tractores (AFAT) abrieron el paraguas para advertir acerca de posibles complicaciones en este sentido, en tanto una de las gremiales del campo ha pedido la intervención de un gobierno que no atina a encontrar más que soluciones precarias y temporales a los problemas.
Los fabricantes miran perplejos como va y viene la situación de su principal cliente, el agroempresario, que hoy tiene una paridad cambiaria razonable y mañana no; una financiación que lo anima a comprar equipos, y mañana no; alguna chance de lograr la consideración del gobierno, y mañana no.
Todavía está fresco el recuerdo de la medida del Banco Central que llevó al cielo las tasas de quienes no aceptaron someterse a la imposición de vender el 85% de sus existencias dentro de un sistema que mejoró la cuenta pero que estuvo lejos de lo que debería cobrar el productor. Todo el sector sabe que contar con créditos razonables es un condición sine qua non para que las ventas de maquinaria se muevan de manera aceitada.
La maquinaria agrícola es esencial en un país que necesita producir. Si el conflicto no se soluciona...¿qué seguridad tienen de que estarán los dólares para importar cubiertas? ¿En qué condiciones lo harán? Imposible pretender una respuesta. En alguna medida lo mismo le cabe a los componentes tecnológicos que se traen de afuera.
Una muestra más de la Argentina de la improvisación y el "vamos viendo". De la falta de planes que enarbolaba con orgullo el propio titular del Ejecutivo. El gobierno que asuma en 2023 tiene que preparase para transitar el camino contrario, a rajatabla.