Mercado presionado por una oferta ganadera muy alta, donde sólo se salvan de la caída las haciendas muy livianas de feedlot , escasas por razones estacionales.
Una oferta abundante de invernada, consecuencia de que los criadores han producido más y retenido menos que los dos años anteriores.
Con la perspectiva cierta de que toda esta abundante oferta de invernada se engorde a corral en tres a cinco meses, y se vuelque a partir de junio-julio en el mercado de gordo, los feedlots están midiendo qué pagan hoy por los terneros y presionan por nuevas bajas, porque temen que al igual que el año pasado la sobreoferta de ganado liviano engordado a grano haga caer las cotizaciones del gordo en el tercer trimestre del año.
Para evitar el efecto “puerta 12”, algunos compran invernada pesada que, con pocas semanas de corral, se pueda vender antes de la caída de precios prevista para algún momento del segundo semestre.
Otros, mientras tanto, apuestan a comprar un ternero muy liviano, recriarlo a campo o a corral, para venderlo una vez que haya pasado la sobreoferta de gordo liviano que se espera para julio-octubre. Este es un año en que la ganadería argentina producirá genuinamente no menos de 150 mil toneladas de carne más que el año pasado, y ese enorme volumen, volcado al mercado interno, podría inducir bajas adicionales en el valor del ganado.
Según un reciente trabajo de la Fundación Mediterránea, la carne vacuna ha tenido “un favorable rol estabilizador” en los últimos meses, al crecer sus precios al público muy por debajo de cualquier índice de inflación que se tome, sea el del Indec o el de las consultoras privadas.
“La carne, que en el 2010 traccionó fuerte las alzas, en los últimos meses está sirviendo de ancla antiinflacionaria”. El paper dice que este rol antiinflacionario de la carne es “temporal, hasta que el ciclo ganadero vuelva a ser dominado por la retención de vientres, como ocurrió en el 2010”.
El mostrador, otra historia. Debe observarse que si bien el precio de la carne vacuna creció por debajo de la inflación, aumentó a un ritmo considerable: los cinco cortes principales (asado, bife angosto, cuadril, nalga y paleta) subieron en promedio durante el último año un 9,5 por ciento, mientras que el precio del novillo en el mismo lapso cayó un tres por ciento.
La diferencia es mayor si se comparan los precios al mostrador actuales con los que se registraban hace dos años: la suba acumulada de esos cortes es del 30 por ciento, mientras que el valor de la hacienda es prácticamente el mismo que dos años atrás.
En los períodos de estabilidad del valor de la hacienda en pie, la experiencia histórica indica que el precio al mostrador tiende a “deslizarse” hacia arriba, al subir –en un contexto inflacionario– todos los otros costos que supone poner un kilo de carne al alcance del público: fletes, frío, alquileres, salarios, packaging , servicios públicos, servicios profesionales, entre otros.
Perdiendo terreno. Si relacionamos el precio del novillo con el precio de la carne que paga el público consumidor, y a este índice rudimentario lo asimilamos al concepto de “participación del productor en el precio final”, diremos que dicha participación resulta de las más bajas de los últimos veinte años, sólo superiores a los índices correspondientes a los dos últimos años de la convertibilidad.