Un freno implacable. Un parate inesperado. Un antes y un después es el común denominador que sintetiza el escenario internacional y nacional en el que se pergeñan nuevas reglas y donde el campo seguirá siendo un actor trascendente, no sólo para traccionar la economía, sino también para seguir generando los alimentos que el país y el mundo van a necesitar.
Las nuevas contingencias dejaron temporariamente a un costado nuestras enormes dificultades para producir y la agobiante presión fiscal. Entendemos que este no es el momento del reclamo, aún justo.
Ahora es tiempo de empujar este enorme motor para que los alimentos lleguen a todas las familias.
Y así, solidariamente, volver a ponerle el hombro al país. Cada hombre y mujer que trabaja en el campo está hoy codo a codo y a brazo partido con cada uno de los enfermeros, médicos, empleados de supermercados, policías, gendarmes, y trabajadores que empujan la gran palanca que mueve con sutileza, un país en cuarentena. A ellos, nuestro reconocimiento y nuestro agradecimiento. Sabemos que estar por estos días en los zapatos del presidente Alberto Fernández no es fácil. Pero también entendemos que es él quien puede establecer las reglas de juego justas para contrarrestar el freno brusco de la economía que ya no podrá aferrarse al crecimiento de los mercados internacionales como el asiático o el europeo, sino que deberá bucear en sus propias virtudes y defectos para que el plan de despegue quede a medida de todos los argentinos.
No es la primera vez que enfrentamos una crisis o tocamos fondo. Los argentinos, tristemente, hemos visto varias veces burlados nuestros ahorros y esfuerzos en repetidas tristes ocasiones. En esta, esperamos que los que ganan siempre, pongan. La solidaridad de los argentinos, que nos cala hasta los huesos, contrasta con la miseria de los especuladores que esperan, en estos días aciagos, un gran negocio. La falta de productos y la suba de precios combinadas con el adelantamiento de las compras de los que importan y las restricciones de los que exportan derivará en una crisis alimentaria que se nutrirá de la especulación que es la misma que hoy engorda mentirosamente los precios, complicando más un escenario ya complicado.
El campo no fija precios pero conoce cómo operan los que los inflan y a que intereses responden. El sistema financiero tiene hoy la gran oportunidad de dar el gesto que históricamente adeuda a todos los que centavo tras centavo lo fueron enriqueciendo. Esta vez, con una cadena de pagos resquebrajada, con nuevos e inesperados desocupados y con una parálisis mundial, ellos tienen una posibilidad en sus manos y eso es mucho más de lo que tienen hoy muchos argentinos. La política también tiene una chance enorme. Repensarse, para que sus decisiones vayan al fondo de las cosas. Tantos años de decorados, de relatos y de parches, desnudan hoy la miseria en la que estamos y de la que deben hacerse cargo.
Enfrentamos esta pandemia sin más herramientas que el voluntariado social que es el mismo que desde hace años hace funcionar escuelas y hospitales mientras que la gente hacía esfuerzos enormes para pagar impuestos que se volaban por las ventanas de los despachos sin discreción. Hoy, otra vez los hombres y mujeres que hacemos el campo argentino ponemos el hombro, en baja y calando, para seguir haciendo lo que sabemos hacer: alimentos y para apoyar nuestra Nación porque creemos que somos una parte muy importante de un todo que lo es mucho más: El país.