Crisis, épocas para celebrar, incertidumbre y embates climáticos. Esos, entre muchos otros, son factores característicos de la producción tambera argentina. Sin embargo, el más destacable es el de transmitir generación a generación los valores de producir aún cuando el panorama no adelanta buenas noticias.
En el "Día del Tambero", que se celebra el 23 de febrero de cada año en Argentina, en conmemoración de la creación de la Unión General de Tamberos, en 1920, Revista Chacra cuenta una historia de pasión por la lechería.
María Teresa Blaquier es la propietaria de "El Faisán", un establecimiento de 1.860 hectáreas, en la localidad bonaerense de Navarro. El campo tiene cinco tambos y fue adquirido por Juan José Blaquier, abuelo de Teresa, quien le puso ese nombre en honor a su enamorada, a quien le decía "mi faisana".
En la totalidad de los tambos hay 2.640 cabezas, con 950 vacas en ordeñe que producen, en promedio, 28.000 litros de leche diario. Las instalaciones son tradicionales espina de pescado, con un promedio de 10 bajadas por tambo. De esta forma, la extracción dura poco menos de dos horas ya que cuentan con retiradores automáticos que aceleran la labor.
De la superficie total, se destinan 150 hectáreas, en promedio, por tambo para la alimentación. La dieta consta de fardos, una pastura de trébol rojo y festuca, alfalfa pura que incorporan en un 40% a través del pastoreo directo y, además, les administran silo de maíz y alimento balanceado en el ordeñe.
El espíritu de trabajo en familia permanece intacto con el paso de los años. A lo largo del tiempo, distintas generaciones de quienes trabajaron históricamente allí, son operarios en diferentes labores.
A modo de ejemplo, el actual inseminador es hijo de quien ocupó ese puesto durante toda su vida, y lo mismo ocurre con quienes están a cargo de la crianza.
En la administración, la propietaria no está sola: uno de sus hijos es quien se encarga de apuntalar ese trabajo. Al frente de la estancia está el ingeniero agrónomo Lucas Schwert, que llegó allí a sus onde años de edad, gracias a que su padre, Oscar, fue y es actualmente el tambero responsable de los cinco tambos.
Es que para Blaquier, el secreto de la lechería está en la persistencia. "No siempre los números cierran y las condiciones climáticas a veces tampoco colaboran", explica Blaquier, y pone como ejemplo lo que ocurrió en el año 1993, cuando tuvieron que sacar la leche a través de un lanchón montado sobre rieles al que bautizaron "El catamarán", ya que los caminos estaban completamente tapados por el agua.
"Era tal la negación de secar las vacas, que llegó un momento en que la única opción fue sacar la producción por una bomba de empuje que circulaba a lo largo de 3.800 metros de caño, hasta que un camión La Serenísima la recogía", cuenta la productora, sobre la empresa con la que trabajan hace ya más de 30 años.
Los tambos de la empresa están consolidados y con bases para amoldarse alos problemas que trae la coyuntura. Por eso, pueden celebrar en su día.
Por Sabina Barral - Revista Chacra