Mientras el Gobierno se enfrenta con opositores, economistas y empresarios por las dudas que genera la meta de inflación del 15 por ciento para todo el año, hay otro objetivo que se planteó en el presupuesto 2018 que ya asoma de difícil cumplimiento: la expansión del 3,5 por ciento del Producto Bruto Interno (PBI).
En el mensaje de elevación de la pauta de ingresos y gastos para este año, la Nación situó como uno de los sostenes de este crecimiento a una proyección de crecimiento del 5,6 por ciento en las exportaciones, que llegarían a 62 mil millones de dólares. Y remarcó que "el impulso vendrá de la mano, por un lado, de los productos primarios y de las manufacturas de origen agropecuario, reflejo del aumento proyectado para la cosecha 2017/2018".
La fuerte sequía, que nadie proyectaba de tal magnitud a fines del año pasado, ha destrozado estas previsiones de aumento en la producción granaria: la Bolsa de Cereales de Buenos Aires preveía 54 millones de toneladas de soja y 41 millones de maíz al iniciar la campaña; ahora, estima 42 millones y 34 millones, respectivamente.
Cálculos
Según el Ieral de la Fundación Mediterránea, bajo este escenario, la pérdida para la economía en general ronda los 2.800 millones de dólares, lo que significa 0,5 puntos del PBI.
Pero a esto debe sumarse todo el "derrame" natural de la cosecha que no sucederá, como por ejemplo, 500 mil viajes menos en camiones, menos consumo de gasoil y caída en las compras de insumos y maquinaria agrícola, que desde el Inta estiman en un 20 por ciento.
El cálculo del economista Juan Manuel Garzón tiene en cuenta el hecho de que, ante una menor producción esperada en Argentina, los precios internacionales han saltado, entre diciembre y febrero, hasta un 26 por ciento en el caso de la harina de soja, producto en el que este país lidera las exportaciones a nivel mundial.
El poroto ascendió 12 por ciento y 14 por ciento, en ese mismo lapso. Si esa recuperación de los precios no hubiera ocurrido, las pérdidas superarían los seis mil millones de dólares.