Un estudio realizado por científicos de la Universidad Nacional de Rosario del que participan investigadores y becarios del Conicet reveló que la bacteria probiótica Bacillus subtilis, consumida desde tiempos milenarios en alimentos por la población de ciertos países asiáticos como Japón, tendría la propiedad de retardar el envejecimiento y prolongar la vida humana a través de la colonización del intestino.
El trabajo que habla de esta bacteria, que posee efectos beneficiosos sobre el sistema inmunitario, fue publicado en la revista Nature Communications.
Aunque por ahora sus efectos fueron probados solamente sobre el gusano Caenorhabditis elegans, los científicos aseguran que las vías regulatorias del envejecimiento de este nematodo, usado como modelo animal, están conservadas a lo largo de la evolución y básicamente son las mismas que las de los seres humanos.
"Lo que pudimos observar en el caso del nematodo es que además de alargarles la vida tiene el efecto de mantener la vitalidad (healthy lifespan). Esto extrapolado a humanos significaría vivir más allá de los 120 años con una vitalidad de una persona de 50", apuntó Roberto Grau, investigador independiente del CONICET en el la Facultad de Ciencias Bioquímicas y Farmacéuticas de la Universidad Nacional de Rosario (FBIOyF, UNR) y director del trabajo.
Hasta el momento se sabía que esta bacteria producía un efecto beneficioso sobre la inmunidad innata, células y mecanismos que defienden al individuo de infecciones no específicas, lo que implica que brinda protección contra el desarrollo de enfermedades infecciosas, neurodegenerativas e incluso el cáncer.
"Esto significa que Bacillus subtilis protege contra las dos causas de muerte más habituales: las enfermedades y el envejecimiento de células, tejidos y órganos", afirma el investigador.
Los científicos pudieron comprobar primero que este probiótico era capaz de retardar el envejecimiento de las neuronas y posteriormente que también tenía el mismo efecto sobre el individuo completo y no solamente sobre un tipo celular en particular.
Pero el descubrimiento no se redujo a verificar los resultados benéficos de la bacteria, sino que también los investigadores pudieron comprender las bases moleculares del mecanismo antienvejecimiento. "Sabemos qué genes de la bacteria están implicados en regular qué genes del hospedador que llevan al aumento de la longevidad y, casualidad o no, encontramos que existe una correlación directa con los genes que se encuentran afectados en las personas centenarias que viven hoy en día", comenta Grau.
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