Tras más de diez años de trabajo, representantes del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (Conicet) lograron en laboratorio el crecimiento de plantas en un ambiente salino. Se trata de una solución para un problema donde la Argentina cuenta con 17 millones de hectáreas potencialmente cultivables en el futuro.
Dichos suelos se ubican en su mayoría en Santa Fe, Buenos Aires y Chaco, las cuales se perfilan como las zonas más productivas.
El hallazgo tiene que ver con una molécula llamada alantoína. Un compuesto presente en cremas como las cicatrizantes.
Si bien hasta el momento no se conocía su utilidad en las plantas dado que sólo se le conocían algunas funciones en leguminosas, como la de transportar el nitrógeno desde la raíz hasta las hojas y frutos.
"Lo que sabemos ahora es que esta molécula estaría involucrada a la resistencia de estrés como por ejemplo en suelos salinos", destacó el investigador del Instituto Multidisciplinario de Biología Vegetal dependiente del Conicet y en conjunto con la Universidad Nacional de Córdoba, Marcelo Desimone.
Se observó en el laboratorio que "cuando la planta percibe que está en un suelo salino produce dicha sustancia generando una defensa. Desde ahí creemos que esto puede llegar a tener un valor aplicable a futuro también en la biotecnología", agregó el experto.
Los investigadores trabajaron con una planta modelo (Arabidopsis thgaliana) que comparte los genes con cultivos como el maíz, la soja y el trigo.
Como se dijo al principio, entre las regiones con más posibilidades productivas están el Chaco semiárido, los bajos submeridionales (norte de Santa Fe), en este caso se ve perjudicado el 40% de los suelos, y por último, la zona deprimida de la cuenca del Salado (centro y este bonaerense) y el noroeste de la provincia de Buenos Aires.
Se trata en total de 17 millones de hectáreas que hoy no son utilizables ni para la agricultura ni la ganadería y donde el descubrimiento abre un camino promisorio en el futuro.
Básicamente se trata de regiones que se caracterizan por poseer una red de drenaje escasamente desarrollada en función de sus bajas pendientes, lo cual determina que los excedentes de las precipitaciones sean evacuados con extrema lentitud hacia el océano, o directamente se eliminen por procesos de evapotranspiración de las plantas.
El Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria (INTA) viene desarrollando distintos modelos a partir de las buenas prácticas agrícolas para la recuperación de los suelos salinos en la ganadería.
Desde el Centro para la Promoción de la Conservación del Suelo y del Agua (Prosa), su director Roberto Casas aconsejó que el tema central pasa por sembrar cultivos tolerantes como el maíz de guinea o bien aprovechar la cobertura natural de especies vegetales nativas como la Distichlis spicata para luego secarlas con herbicidas. Y a partir de ahí, hacer siembra directa de pasturas tolerantes como la Grama rhodes, el Agropiro alargado y el Lotus, con el objetivo de cubrir con mayor densidad el suelo.
Es precisamente la cobertura lo que produce la disminución de la sal o, en su defecto, impedir que la misma suba. Ésa es la clave.
Es importante entender lo que los expertos lograron, pero también hay que recordar que el suelo va proveyendo los nutrientes que se llevan las cosechas, un límite que ni la tecnología podrá solucionar. Por eso es necesario que el Estado tome cartas en el asunto y promueva leyes o reglas para ayudar al productor a aplicar más recursos a partir de un escenario más previsible. Se entiende que se empezarán a ver las rotaciones que tanto reclaman los que más saben del tema. Si el objetivo es aumentar la cosecha ese mayor volumen tendrá que venir de la mano de una mayor fertilización. Se supone que las condiciones económicas actuales permitirán hacerlo.