Hace 20 años nacía la oveja más famosa del mundo: Dolly, el primer mamífero clon obtenido a partir de una célula adulta. Su lugar de nacimiento fue el Instituto Roslin de Escocia, donde residió, tuvo 6 hijos, y murió en 2003. Su nacimiento produjo un cambio en la historia de la ciencia, despertó curiosidad, sospechas y temores en los humanos, y abrió caminos hacia una amplia gama de aplicaciones. Hoy, a través de la técnica de clonación, ya se produjeron clones de 15 especies de animales en el mundo a partir de células adultas. Se hicieron para comprender mejor el desarrollo embrionario, salvar especies en peligro, preservar a mascotas adorables, o mejorar la producción ganadera, como en el caso de los caballos clones que usa el polista argentino Adolfo Cambiaso, con su equipo La Dolfina.
“El nacimiento de Dolly demostró que se podía reprogramar una célula adulta. Hasta el momento, nadie en el mundo lo había podido conseguir”, dijo el Ministro de Ciencia, Tecnología e Innovación Productiva (Mincyt), Lino Barañao, cuya especialidad como científico es la biotecnología animal. Hasta 1996, la técnica de clonación (por la cual se crea un nuevo organismo con la misma información genética proveniente de un individuo ya existente) se había usado con éxito en ranas a partir de células adultas. “Con Dolly, se abrió la posibilidad de reprogramar células adultas. Se hizo una moratoria para no hacer clonación reproductiva, pero sí se invirtió mucho en reprogramar células, y agregarles genes, con el fin de desarrollar terapias personalizadas para diferentes enfermedades. Un camino que aún está en investigación”, agregó Barañao.
Diez años después del nacimiento de la oveja clon, el investigador japonés, Shinya Yamanaka, obtuvo las primeras células reprogramadas inducidas (en la jerga, son IPS) a partir de ratones. Este avance aceleró el desarrollo de la medicina regenerativa con potenciales beneficios para pacientes con Parkinson, entre otros desórdenes, y nuevas maneras de probar la toxicidad de los fármacos. Hoy en la Argentina, ya existe una plataforma de células madre reprogramadas humanas, que fue creada en 2012 gracias a un programa del Mincyt. Sin dudas, Dolly tuvo un impacto mundial.
Uno de los científicos que trabajó en su generación, Keith Campbell, había solicitado un subsidio a la Fundación Antorchas en la Argentina con Barañao unos años antes. Pero se lo negaron. Campbell siguió trabajando con Ian Wilmut, aunque por momentos eran bastante escépticos con la posibilidad de la producción de un clon. Después de 277 intentos, lo lograron. Dolly nació a partir de una célula de la glándula de una oveja Finn Dorset, y su nombre es un reconocimiento de los científicos a la cantante estadounidense Dolly Parton. En 2001, la oveja empezó a caminar rígidamente. Algo andaba mal, y los científicos le diagnosticaron artritis. Dos años después, tenía tumores en los pulmones, y finalmente la sacrificaron para evitar que sufriera dolores. Su cuerpo fue embalsamado y donado al Museo Nacional de Escocia.
Mientras tanto, la clonación se fue utilizando con vacas, cabras, gatos, conejos, ciervos, perros, caballos, entre otros animales. “Al principio, la clonación no fue un negocio. Sólo trajo dinero a los que publicaban libros sobre el tema”, recordó Barañao. Hoy la situación cambió bastante: ya existe un negocio con la clonación de mascotas, como perros en Corea del Sur, o los caballos que produce la empresa Crestview Genetics en la Argentina y usa el polista Cambiaso desde 2013. En la Argentina, en 2002 nació el primer clon de vaca, Pampita, producida por el grupo liderado por Daniel Salamone (hoy en la Facultad de Agronomía de la UBA), como una iniciativa de la empresa BioSidus. Salamone actualmente trabaja en la clonación de cerdos con la idea de contar con esos animales para trasplantes en humanos y en especies en riesgo. El año pasado, logró un embrión de chita, el felino más veloz.
“Dolly abrió puertas impensadas–sostuvo Susana Sommer, profesora de la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales de la UBA y autora del libro Genética, clonación y bioética. ¿Cómo afecta la ciencia nuestras vidas?–. En 1997, había un temor de que se usara la clonación para reproducir humanos. No se hizo. Pero nunca podría obtenerse una copia total: porque si bien el descendiente tendría el mismo material genético, el ambiente influye y lo haría diferente”.