En los primeros cinco meses del año, los granos fueron el sector de la economía que cerró la mejor paritaria en materia de ingresos. Respecto de 12 meses atrás, la dinámica de los precios de los principales productos muestra entre enero y mayo al maíz, trigo, sorgo y soja, con aumentos superiores a la inflación registrada en Córdoba, según un informe de la Fundación Mediterránea.
El valor del maíz, por ejemplo, exhibe en la pizarra de Rosario una variación hasta mayo de 136,9 por ciento, muy por encima del índice interanual de precios al consumidor en la provincia, que fue del 33 por ciento. Lo mismo ocurre con otros dos cereales: el trigo, con un aumento del 112,3 por ciento y el sorgo, 102,8 por ciento. Un escalón por debajo se sitúa la soja, con el 60,3 por ciento y el novillito, con 55,5 por ciento.
Los que perdieron frente a la inflación son la producción porcina y la leche cruda. El precio máximo del capón tipificado subió en los primeros cinco meses del año 8,9 por ciento, mientras que la leche perdió 2,7 por ciento respecto de un año atrás. “Si comparamos los últimos 15 años, el poder de compra de los granos actual es uno de los más altos; lo mismo sucede con el novillo”, observó Juan Manuel Garzón, economista del Ieral.
Entre las razones de por qué los granos inflaron tanto el pecho, el economista identifica la eliminación de los derechos de exportación en los cereales y la rebaja practicada para la soja. Junto a eso, la liberación de las exportaciones para el trigo y el maíz, una restricción que castigaba sus precios internos.
“También son productos que se encuentran dolarizados; por lo tanto, absorbieron completamente la suba del tipo de cambio”, agregó Garzón.
Efecto derrame
Si bien la demora en la cosecha de maíz hace que el efecto derrame sobre la economía se postergue en el tiempo, sus ingresos van a significar mayor inversión.
Muchos productores van a aprovechar esa mejora en la renta para recomponer su parque de maquinaria agrícola, luego de varios años sin actualizar este segmento de los bienes de capital.
Quienes producen en campo alquilado van a destinar parte de esos ingresos para crecer en superficie o afrontar la actualización en el valor por el uso de la tierra. Según indicó Garzón a Agrovoz , los dueños de los campos van a intentar en esta campaña recuperar parte de la renta cedida en ciclos anteriores y es muy probable que haya una transferencia de fondos a los arrendamientos.
La mayor siembra de maíz y trigo, prevista para el actual ejercicio agrícola, se va a llevar también una parte de ese mayor poder de compra. Genética y fertilización encabezan el gasto en tecnología.
La ganadería es otro imán para invertir, en especial para aquellos productores que conservan los establecimientos mixtos y donde la renta del maíz puede financiar a los novillos.
Con viento de cola
La buena renta que reflejaron los granos durante la campaña anterior va a continuar en la actual. Rotaciones como trigo/soja de segunda, por caso, proyectan una rentabilidad incluso superior a cualquier ganancia financiera. Un monitoreo agrícola realizado por el Ieral de la Fundación Mediterránea anticipa muy buenos números para esta secuencia agrícola.
“Para un establecimiento ubicado en el norte de Córdoba, la secuencia trigo/soja de segunda muestra una rentabilidad de 39 por ciento en campo alquilado”, dimensionó Garzón.
En la zona núcleo, la magnitud crece hasta 45 por ciento. En ambos casos, se trata de rentabilidad medida sobre los activos, que no tiene en cuenta el costo financiero por la toma de deuda.
Si el horizonte es optimista para la sociedad trigo/soja, para el maíz el escenario futuro es todavía más venturoso. El cálculo del Ieral proyecta una ganancia mucho mayor, cercana al 50 por ciento.
De confirmarse estos números, la renta agrícola le va a competir cabeza a cabeza a los resultados que aporta por estos días la inversión financiera.
Por colocar dinero a plazo fijo, el sistema financiero ofrece pagar una ganancia de 25 por ciento. Si la opción son las letras del Banco Central (Lebac) la renta trepa al 27,5 por ciento. En los dos casos, se trata de una renta exenta del Impuesto a las Ganancias.
“Esto hace que el costo de oportunidad del capital propio en el plazo fijo crezca al 35 por ciento y el de las Lebac aumente hasta 42,3 por ciento”, comparó Garzón.
Si a ambas inversiones financieras se le incorpora una prima de riesgo, el costo de oportunidad del plazo fijo aumenta hasta 43,1 por ciento y hasta 46,9 por ciento para las Lebac.
“El campo vuelve a ser un nicho para la inversión, incluso de agentes económicos no vinculados al sector, que buscan diversificar su cartera”, afirmó el economista. La reaparición de algunos pooles de siembra –constituidos por el aporte de fondos no generados por el sector– confirmaría esta tendencia, en una coyuntura en la cual el resto de las inversiones productivas no pueden competir con lo que ofrece el agro.