En el marco de una charla organizada por el Ipcva, el doctor Jorge Torelli, de industrias Mattievich, planteó su visión del panorama mundial de la carne y advirtió que en 2050 será necesario producir 100 millones de toneladas de carne bovina para abastecer la demanda mundial de 9 mil millones de habitantes.
“No todos van a comer carne, pero una pequeña parte de esa población sí lo va a hacer, que en valores absolutos es un gran número, y la demanda va a superar ampliamente a la oferta. Al ocurrir esto vamos a ver mucha tensión y volatilidad en los precios de la carne en los mercados internacionales y también en la Argentina, que integrada al mundo no podrá escapar a ese escenario. “No obstante, aunque para muchos observadores tener un mercado interno que consuma un altísimo porcentaje de la producción de carne es una debilidad, nosotros creemos que es muy importante”, aseguró. “Por eso, debemos asegurarle a ese consumidor interno una serie de cuestiones, por ejemplo que tenga el suficiente poder adquisitivo para que pueda hacer frente a las subas que podrían ocurrir, porque ese nuevo escenario va a beneficiar a la cadena de ganados y carnes y si crece y se robustece la cadena generará a la vez muchísimos puestos de trabajo y además ingresarán divisas que serán fundamentales para en próximo gobierno”, evaluó.
Para el industrial, entonces, el desafío es "ser ingeniosos para que la población argentina siga consumiendo como históricamente lo ha hecho". Por otra parte, planteó la necesidad de "pensar para adelante" porque "toda decisión que se tome hoy recién dará sus frutos en tres o cuatro años".
"Los gobiernos deben aplicar políticas de Estado que se mantengan en el tiempo", reclamó, y puso como ejemplo a Brasil, cuyo desarrollo explosivo en el mercado mundial de carnes comenzó en el gobierno de Fernando Henrique Cardoso y siguió con el de Lula.
Tras resaltar el potencial para producir alimentos de Sudamérica, Torelli se mostró confiado en que llegue el día en que la mayor parte de los granos se conviertan en carne. “No puede ser que nuestros granos viajen miles de kilómetros para terminar engordando animales de otros países", concluyó.