El ambientalismo extremo cuestiona su uso en las producciones de campo, sin comprender que es absolutamente inexorable emplearlos si se pretende continuar alimentando al mundo al mismo tiempo que se combate el calentamiento global.
Europa se sigue radicalizando respecto de la agricultura. Ideas que parten de un ambientalismo fanatizado ponen en jaque a la actividad y abren un futuro incierto para el negocio global. Qué suerte puede tocarnos en este camino.
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