Biodiésel

YPF desató el conflicto y debe ser la solución

Las causas del bloque comercial europeo

7 Oct 2013

No tiene sentido perder energías en algo que no tiene retorno: el biodiesel argentino quedó afuera del mercado europeo. Lo fundamental es entender cómo se llegó a esa situación y –más importante aún– qué podemos hacer para evitar que el daño se magnifique.

Todo comenzó en mayo de 2012 cuando los legisladores oficialistas (Frente para la Victoria + aliados) junto con sus pares de la UCR, Frente Amplio Progresista y Coalición Cívica aprobaron un proyecto –elaborado por el kirchnerismo– que dispuso la expropiación del 51% de las acciones de YPF en manos de la compañía española Repsol (que aún no cobró la indemnización correspondiente).

Los funcionarios kirchneristas que autorizaron la expropiación de YPF pensaron que la compañía sería una nueva fuente de recursos frescos. Pero se equivocaron: la ahora empresa petrolera estatal consumía mucho más dólares de los que generaba. Más que una solución terminó siendo un lastre.

Había entonces que buscar muletas para YPF. La primera medida tomada en ese sentido fue intervenir el mercado de biodiesel para abaratar el costo de producción local de gasoil vía subsidios indirectos proveniente del sector agroindustrial. Los ideólogos de esa movida se focalizaron tanto en los números de YPF que ni siquiera vieron que la intervención se llevaba puesto a todas las Pymes regionales elaboradoras de biodiesel.

La segunda muleta consistió en autorizar la importación de gasoil libre de la carga del 41% de impuestos específicos, los cuales, si bien no se pagan al traer el combustible, se trasladan al precio final pagado por los consumidores (lo que maximiza de manera descomunal la renta de las petroleras pero agrava la brutal sangría de divisas que está registrando la economía local).

En tales circunstancias, aunque parezca paradójico, es mucho más conveniente para las petroleras importar gasoil que incrementar el uso interno de biodiesel producido en el país para conservar la cada vez menor reserva local de divisas.

Mientras los responsables de la política económica hacían lo imposible por mejorar los números de YPF –más allá del impacto negativo que tales decisiones tuviesen en otros sectores productivos– en Europa comenzaba a gestarse el bloqueo comercial que se efectivizará de manera definitiva hacia fines de este año.

Luego de la expropiación de YPF las autoridades del gobierno español juraron venganza. Durante el año pasado hicieron varios intentos para devolver el golpe. Pero todos resultaron fallidos. Finalmente este año consiguieron el apoyo del gobierno central europeo para bloquear el ingreso de biodiesel argentino (dando curso a un histórico reclamo de los fabricantes de biodiesel europeos, los cuales, si bien son ultra ineficientes, surgieron a partir de incentivos oficiales comunitarios).

Cuando el misil europeo partió con destino al mercado argentino, los representantes de la industria local de biodiesel advirtieron que había que emprender –con urgencia– una política destinada a maximizar el uso interno del biocombustible. Teníamos la ventaja de tener el diagnóstico por anticipado y podíamos amortiguar el impacto de la enfermedad. Pero nadie los escuchó.

De hecho, en lugar de incrementar el uso interno de biodiesel, el gobierno lo redujo para alinearse con el reclamo de las filiales locales de compañías automotrices internacionales (que son deficitarias seriales de divisas).

La contracara del desastre ocurrido en el biodiesel es el empuje enorme que está registrando la industria local del etanol. La diferencia entre ambas realidades es que en el primer caso hubo muchas personas –con intereses contrapuestos producto de intereses diferentes– metiendo mano en el marco regulatorio del sector, mientras que en el etanol existe un solo actor (la Secretaría de Energía) cumpliendo ese rol.

Si en la Argentina hubiese un equipo económico profesional trabajando de manera coordinada, estaría más que claro que la industria del biodiesel es parte de la solución del problema. Y no un problema más entre todos los problemas que tenemos.

Ezequiel Tambornini