Tierra de nadie
Es la forma más gráfica de explicar la situación económica de la Argentina. Un escenario en tono sepia en que todo puede suceder. Al mercado no le agrada el balance nacido en las PASO, menos que menos la incertidumbre reinante. Y eso es muy malo para todas las variables.
La expresión del título se vincula con el espacio que separaba a dos ejércitos en pugna, especialmente durante la Primera Guerra Mundial. Se trataba de un ambiente sumido en la bruma, peligroso, oscuro, donde todo podía suceder. Desde encontrar brazos amigos hasta recibir un balazo en la frente. Más o menos así está la economía argentina a partir del lunes. Total incertidumbre.
Los hartos se expresaron el último domingo, y varias estructuras crujieron, en especial las de un gobierno apoyado contra las cuerdas, en un rincón, aguantando los golpes de la realidad con una capacidad cada vez más mermada. No puede culpar a nadie. No se entrenó ni siquiera mínimamente, jamás tuvo un plan para la pelea, incluso desperdició energías y tiempos ajenos.
Hay que decir además que quien le propinó la golpiza fue un boxeador distinto del que imaginaba el mercado, que el viernes pasado se fue a casa incluso sospechando una proyección de victoria en primera vuelta para Juntos por el Cambio.
La modesta elección de esta agrupación política -considerando el perfil muy pobre del oficialismo- fue otro golpe para quienes tienen que tomar decisiones, que estaban convencidos de que Bullrich y compañía iban a sacar definitivamente de cuadrilátero al oficialismo, terminando con las chances del populismo por un largo tiempo. La realidad es que el gobierno y sus políticas siguen vivos y aún tienen chances.
Así llegamos al primer día hábil después de las PASO, que terminó con una fuerte suba en los futuros del dólar, en el valor del blue y el MEP, una caída en los bonos y las acciones y un incremento sustancial de la tasa. Nada bueno por cierto.
Gran parte de esto lo generó el propio gobierno. Sin una palabra de los principales implicados, la primera noticia detonante del lunes fue una importante devaluación del dólar oficial, que va a seguir disparando la inflación y empobreciéndonos a todos. Era algo que tenía que pasar, debido al deterioro de esa paridad y los requerimientos del Fondo Monetario Internacional.
El problema es que se hizo improvisadamente, sin un plan, de manera desordenada, sin nadie que dé la cara, lo cual alimenta la desconfianza del mercado y termina impactando en los dólares alternativos y los precios. No hay una sola señal para anclar expectativas.
Y se hace con reservas fuertemente negativas, ventas frenadas esperando que se reacomoden los precios, un Banco Central sin municiones para intervenir ante cualquier riesgo de corrida, sea cambiaria o bancaria. Es asimismo muy abultada la deuda indexada emitida, un tema de alto riesgo. El mercado empieza a especular con un dólar oficial a comienzos del año que viene en el actual valor del MEP.
Mientras tanto, para pagar los intereses de las Leliq cada dos meses se genera una nueva base cambiaria. Es más y más inflación, que podría superar los dos dígitos para los próximos meses. Crece el cepo; el gobierno impuso un cupo a la compra semanal del dólar MEP. Ni una sola noticia alentadora.
La devaluación podría tener algún efecto en tanto acorte la brecha, pero al terminar de escribir estas líneas el blue coquetea con los $700 y muy probablemente terminará tornando totalmente inútil la movida del oficial. De todos modos la inflación descontrolada va a devorarla rápidamente.
Paralelamente el Banco Central sube la tasa a 118% de TNA, es decir una TEA de 209,4% en un intento desesperado -y seguramente estéril- por detener un nuevo desastre en materia de inflación. Todo un castigo para quien necesita recurrir a un crédito para producir.
De algo no hay dudas, el escenario próximo a los tres tercios no le cayó nada bien al mercado. Es indefinición, nos dice que cualquiera puede entrar al balotaje, y anuncia 70 días de alta incertidumbre. Milei no estaba en los planes, y para muchos actores económicos es lo desconocido. Temen sus posturas extremas y sus aparentemente escasas posibilidades de cubrir con cierta lógica todos los puestos que necesitará cubrir a nivel país. El hecho de que el gobierno aún tenga algunas chances es una mala noticia.
Reuters habló del tema el mismo lunes con referentes del primer mundo. En Fidelity Internacional, de Londres, dicen que "la población está aún más fracturada de lo que pensábamos, un tema que preocupa". Desde Morgan Stanley opinan que ha disminuido la probabilidad del escenario alcista que visualizaba un ajuste macroeconómico y una perspectiva de reforma respaldada por un fuerte capital político. En otras palabras, han aumentado la incertidumbre y los riesgos en torno a la ejecución del cambio de política.
En KNG Securities, Londres, advierten que "la incertidumbre sigue siendo alta hacia la votación de octubre, porque Milei no tiene una estructura política consolidada y su retórica agresiva enciende algunas alarmas".
El FMI, en tanto, es un gran interrogante. No está claro cuánto dinero va a desembolsar, si es que finalmente acepta hacerlo. Para algunos lo hará en yuanes, devolviendo gentilezas. Otros afirman que va a esperar a octubre para despachar los dólares que Massa necesita como el pan nuestro de cada día.
Los tiempos se acortan tanto que el largo plazo no pasa de las 72 horas. La continuidad del gobierno está asegurada, porque nada es más importante que el proceso democrático que la Argentina inició hace algo menos de 40 años. ¿Se podrá decir lo mismo del ministro de Economía, que ha recogido la indiferencia de la líder del espacio político? ¿Cómo evitar que se convierta en un fusible si todo se complica aún más? ¿Cómo potenciar su cascoteada candidatura? ¿Lo salvará el hecho de que Juntos por el Cambio haya desaprovechado una oportunidad única? Preguntas sin respuestas, como todo.