La interminable agonía de la economía argentina
Ahora son los bonos en dólares del sector público, mañana se buscará algún otro artilugio para ganar tiempo. Pero como es esperable, el paciente desmejora rápidamente. No es por ahí.
Ahora son los bonos en dólares del sector público, mañana se buscará algún otro artilugio para ganar tiempo. Pero como es esperable, el paciente desmejora rápidamente. No es por ahí.
Un conocido economista calificó a los conductores del Ministerio de Economía como aprendices de brujos tratando de modificar lo inmodificable. Uno los imagina rascando el fondo de la olla, por momentos con desesperación. Cada vez es más difícil llevar este barco al puerto de las próximas elecciones. Los dibujos se van sofisticando pero se ven igualmente forzados, y algunas promesas quedan inevitablemente de lado. El dato indica que el Banco Central volvió a transferirle pesos al Tesoro para financiar el déficit, lo que puso fin a más de ocho meses sin transferencias directas. Va en contra de los postulados del propio Massa, que había tomado el compromiso de no utilizar este recurso cuando desembarcó en Economía. Es un reflejo de que marzo viene muy complicado.
El otro dato que impacta es que el Tesoro ya consumió más del 93% de la meta de emisión pactada con el Fondo Monetario Internacional (FMI) para el primer trimestre de este año. Y a eso hay que sumar los intereses de sus pasivos remunerados. El stock de Leliq y pases supera los $12 billones (u$s 35 mil millones), y en las últimas semanas el BCRA debió convalidar nuevas subas de tasas, lo que implica que el déficit cuasifiscal se sigue recalentando. De todos modos el economista Salvador Vitelli aclara que "la emisión cero que anunció Massa nunca fue real, porque el Central viene comprando bonos del Tesoro en el mercado secundario por más de $220 mil millones".
La sangría de reservas no reconoce interrupciones. El BCRA acumula en el año ventas por u$s 2.600 millones. Lleva 17 rondas consecutivas vendiendo dólares y enciende todas las alarmas. El ritmo no es sustentable, ya que debe considerarse el efecto de la sequía y el magro resultado del último canje de deuda en pesos. El derrumbe inapelable de las exportaciones agrícolas hará que la liquidación del agro no sólo llegue más tarde, sino que apenas sea perceptible. De ahí que no debe descartarse que las reservas netas caigan en territorio negativo en el segundo semestre en caso de no ingresar dólares financieros.
Es un escenario que está en el límite sin dudas. Algunos especulan -inclusive especialistas extranjeros- con un dólar soja III, para tratar de que se vendan los 6 o 7 millones de toneladas remanentes de 2022. Habría que ofrecer una paridad muy atractiva y bancarse las consecuencias negativas que suele tener esta movida en cuanto al crecimiento de la deuda interna. Y tampoco saldría de la categoría de parche.
Inevitablemente se espera que las restricciones sobre las importaciones se agraven de manera sensible; van a seguir siendo la variable de ajuste para un gobierno que se niega a ajustar el gasto y la paridad cambiaria. Para algunos economistas, en un contexto en que no hay reservas, y el crédito externo es escaso, sólo queda la devaluación.
Con semejante realidad algo había que hacer, y en medio de este desaguisado surgió la idea del canje forzoso de bonos de la deuda en dólares del sector público. Todos los organismos públicos que tengan en su cartera bonos de la deuda pública denominados en dólares, deberán venderlos, y el 70% de los pesos obtenidos deberá ser entregado al Tesoro, a cambio de bonos de la deuda pública en pesos ajustables por devaluación o inflación. Pero además se dispuso que los dólares contantes y sonantes que pudieran tener los organismos públicos, también deberán ser vendidos al Banco Central.
La primera de esta movida apunta a contener la cotización del contado con liquidación para reducir la brecha. La segunda parte implicaría mejorar la posición de reservas netas del BCRA. Todos creen que los resultados serán magros, y los primeros días de esta semana parecen confirmar esta idea. Pero además, los pesos para la compra de bonos dolarizados a los organismos públicos, y financiar así el déficit fiscal, los terminará poniendo, como siempre, el Banco Central, de acuerdo con la visión de Enrique Szewach, de Fundación Mediterránea. Es el perro que se muerde la cola.
Mientras tanto, hasta el propio Massa duda de la movida con los bonos del Anses, dado el escaso consenso que tiene en la población una medida de este tipo. Tampoco es bien vista dentro del sistema financiero local, Wall Street y el propio FMI, que ya le habría tirado la bronca al gobierno argentino. La sensación es que malvender esos bonos de los jubilados será otro sacrificio inútil. Tiene que hacerlo mediante un DNU, porque nadie se animaría a firmar semejante cosa. Un parche más para ganar tiempo. Los bonos pierden valor y sube el riesgo país. Lo que menos se logra es generar confianza.
Así el riesgo país trepa por encima de 2500 puntos, y JPMorgan avisa que estima una inflación del 138% para los próximos 12 meses, muy lejos del 60% que plantea el gobierno para el año en curso. El problema es el déficit, y mientras no se pongan los pantalones largos con este tema, nada de lo que se intente puede garantizar la llegada en condiciones más o menos lógicas a las PASO. No pocos analistas aseguran que el Gobierno se ha quedado sin instrumentos de política económica para revertir la tendencia inflacionaria y recesiva del año. De ahí la interminable agonía.