Editorial

Últimas imágenes del naufragio

La caída en términos de liquidación del agro es brutal, y empezará a sentirse muy pronto. Juega la seca pero también todas las distorsiones del mercado local. Alarma pensar qué puede llegar a hacer un gobierno sin planes y en medio de un año electoral.

La caída en términos de liquidación del agro es brutal, y empezará a sentirse muy pronto. Juega la seca pero también todas las distorsiones del mercado local. Alarma pensar qué puede llegar a hacer un gobierno sin planes y en medio de un año electoral.

La caída en términos de liquidación del agro es brutal, y empezará a sentirse muy pronto. Juega la seca pero también todas las distorsiones del mercado local. Alarma pensar qué puede llegar a hacer un gobierno sin planes y en medio de un año electoral.

Todo mal. Del lado de la oferta de granos, la colosal caída del rinde hunde el margen del productor en terreno negativo. Los primeros resultados que se conocen son pobres, y con problemas de calidad agregados a los pocos kilos que se obtienen por hectárea. En la vereda de la demanda, tanto la industria como la exportación aseguran que pierden plata.

Es la peor cosecha en 25 años, con condiciones comerciales que frenan el ritmo de los pocos negocios que podrían hacerse. Las graves distorsiones que sufre la economía nacional no hacen sino potenciar un escenario desgraciado creado por el clima. En medio de la debacle, el Estado se sigue quedando con dos tercios de lo que consiga salvar el productor, no importa cuán modesto sea el resultado.

Los números están a la vista. Los datos del economista Martín Polo no pueden ser más elocuentes. La liquidación del agro en el primer trimestre apunta a ser la más baja en mucho tiempo, apenas un 29% de lo ingresado un año atrás. No hay seguridad alguna de lo que va a cosecharse -más de uno ya sabe que no tendrá nada para guardar en los silos-, y a los pocos que les ha ido bien los frena una paridad cambiaria para el agro que es confiscatoria.

La propia Cámara de la Industria Aceitera de la República Argentina (CIARA) y el Centro de Exportadores de Cereales (CEC), entidades que representan la mitad de nuestras exportaciones, anunciaron que durante el último mes de febrero las empresas del sector liquidaron u$s 644.9 millones, lo que implica una caída del 74% en relación al mismo mes del año 2022. Otras fuentes indican que comparando marzo contra marzo de cada año, este 2023 viene siendo el peor en el promedio diario de liquidaciones desde 2003, con una baja del 62% contra el valor medio.

¿Entenderá lo que viene un gobierno acostumbrado a maquillar errores de manejo de la economía recurriendo a la caja cautiva? Aquella imagen del personaje de Julio de Grazia en Plata Dulce, avisando que "con una buena cosecha nos salvamos todos", mientras veía llover a través de la ventana, no será posible esta vez.

Y como los gobiernos tienden a enviciarse cuando cuentan con recursos suculentos al alcance de la mano, sin ningún esfuerzo, los más desordenados, improvisados y carentes de lógica son los que se hacen acreedores a los peores golpes, ante los cuales difícilmente reaccionarán. Claro, lamentablemente las consecuencias las pagan toda la población, en especial los de menos recursos.

La mayor parte del ingreso de divisas en este sector se produce con bastante antelación a la exportación, anticipación que ronda los 30 días en el caso de la exportación de granos y alcanza hasta los 90 días en el caso de la exportación de aceites y harinas proteicas. Esa anticipación depende también del momento de la campaña y del grano de que se trate, por lo que no existen retrasos en la liquidación de divisas. Lo que vemos es lo que hay.

La industria aceitera resume la situación que atraviesa apelando al balance de febrero. Todos los indicadores económicos, comerciales, de ingreso de divisas, ventas por parte de productores, ingreso de camiones, industrialización, márgenes de molienda y otras acciones operativas, resultaron en una fuerte caída de la molienda de soja y en el menor ingreso de divisas para el segundo mes del año, luego de la menor molienda para el mes de enero en la última década.

Crece la capacidad ociosa, que sube del 55 al 68%. En el mes de febrero 2023 se registró el menor ingreso de camiones de soja y de trigo para dicho mes de los últimos 4 años. Thomson Reuters destaca que las plantas de crushing de soja de la Argentina, el líder en exportaciones de harina y aceite de soja, están operando a la capacidad más baja de la historia. Esta es la principal fuente de divisas de nuestro país.

Los aceiteros brasileños ya empezaron a contactar a aquellos clientes extranjeros que muy probablemente la Argentina no podrá atender. De hecho en los últimos dos meses han estado exportando mucha más harina de soja que nuestro país.

La industria calcula que los productores argentinos aún tienen unos 6 millones de toneladas de soja del ciclo 2021/22 para negociar, menos de lo habitual para esta época del año tras los últimos "Dólar soja". Por lo pronto, los aceiteros estiman que necesitarán importar unos 8 millones de toneladas de soja para evitar el colapso.

Para la Bolsa de Comercio de Rosario, la capacidad de pago de la industria sigue por debajo de los precios internos de soja. Asegura que desde principios de año los márgenes teóricos son negativos para los procesadores. En el Recinto de Operaciones de la Bolsa de Comercio de Rosario se mueve poco y nada, a contramano de lo que es la dinámica comercial habitual en el mes de marzo.

Los precios internacionales no ayudan. Chicago pondera el "paquete Sudamérica", y con la megaproducción brasileña los valores del poroto vienen para atrás, en el socio del Mercosur y también en la Ciudad de los Vientos.

Una campaña agrícola razonablemente normal implica enterrar unos 35.000 millones de dólares. Es una verdadera fortuna, que el productor pone en juego año tras año sin ninguna seguridad respecto del resultado final. Y es lo que está en riesgo ahora junto con la integridad de la cadena de pagos. La seca/varias olas de calor/heladas conformaron un combo destructivo, que toma al productor cobrando por su soja la mitad de lo que percibe un brasileño o un uruguayo. Difícil decir qué ha sido peor.

Para el Estado debería ser un fin de fiesta forzado, aunque no es posible asegurarlo, conociendo la idiosincrasia de la actual administración en medio de un periodo preelectoral. No cabe duda de que 2023 va a ser un año muy largo, interminable.