Editorial

Cuando los hechos se divorcian de las palabras

El ministro De Pedro sorprendió a muchos con gestos de acercamiento hacia el campo. Pero nada dijo acerca de la voluntad de eliminar las medidas intervencionistas que ensombrecen el presente del sector.

El ministro De Pedro sorprendió a muchos con gestos de acercamiento hacia el campo. Pero nada dijo acerca de la voluntad de eliminar las medidas intervencionistas que ensombrecen el presente del sector.

Viniendo de un integrante de La Cámpora es un gesto ciertamente valorable, que en otra época hubiese resultado lapidario para quien tuviera el tupé de ponerlo en práctica. "Soy cuarta generación de productores agropecuarios", afirmó el ministro del Interior, Eduardo de Pedro, e inmediatamente mostró su desazón por "como está el maíz y lo poco que le hemos sacado a una moha". No es más que la misma tristeza que embarga a la mayoría de los hombres de campo por el destrozo inédito que ha generado esta última Niña.

Seguramente Wado se debe haber sentido incómodo cuando en tiempos no tan lejanos la organización que integra defendió el cierre de las exportaciones de carne. O cuando respaldó la expropiación de Vicentín. O cuando uno de sus líderes más notorios se quejó de que "tuvimos que hacerles un precio especial, de lo contrario no liquidaban". O cuando visualizaron a la Resolución 125 como "un triunfo de la democracia".

Durante su discurso en la cena de expositores de Expoagro 2023, el funcionario habló del valor del campo como fuente de arraigo, aunque debió enfatizar que se trata de la actividad económica que de manera excluyente genera valiosos ingresos para el país . Era importante hacerlo, para que todos tuvieran presente la magnitud de este actor sin duplicado a la vista.

Y no solo porque ingresa cada año los dólares que la economía necesita para funcionar, también porque durante las últimas dos décadas aportó la friolera de u$s 175 mil millones mediante las cuestionadas retenciones, un monto descomunal que mayormente se desaprovechó.

Con buen criterio, remarcó la necesidad de "pensar cuál es el problema estructural que tenemos como sociedad". Seguramente ahí nacen gran parte de las diferencias. Los antecedentes llevan a creer que está imaginando una presencia aún mayor del Estado, que para quienes no estamos en la misma línea ideológica es la madre de muchas de las dificultades que enfrenta la Argentina. Por ese camino el gasto no es sostenible. Lleva a la emisión descontrolada y esta a la inflación que nos está matando día tras día.

No hay forma de proyectar nada en un país donde no se sabe qué valor tiene cada cosa. Donde el ahorro es un sinsentido debido a la falta de una moneda que cumpla todas las funciones que se esperan de ella. Sin sanear esta economía desquiciada, no hay futuro para nadie en la Argentina. Tampoco para el campo, desde luego.

"Estamos para que el sector crezca y se desarrolle", dijo más delante De Pedro. Sonó bien distinto de aquellos "piquetes de la abundancia" que veía el oficialismo a cada paso. Sostuvo que "estamos acompañando a los productores", otra expresión que pocos hubieran imaginado, cuando no mucho tiempo atrás el agro era el enemigo a someter.

Es un paso adelante que unos y otros se puedan sentar a dialogar sin palabras descalificadoras, entendiendo que forman parte del mismo barco y que deben trabajar mancomunados para que la nave detenga su retroceso y trate de avanzar, aunque más no sea a marcha lenta.

Pero el caso del campo es concreto. Lo condicionan severamente una brecha cambiaria que desalienta el negocio, derechos de exportación que no se mueven ni siquiera cuando la seca se ha llevado gran parte de la producción, y la intervención en los mercados, con todas sus consecuencias negativas. De estos temas, ni una palabra. Lamentablemente.