Talibanes go home
Ayer se supo que el gobierno permitirá que se exporte un 15% más de carne vacuna. No es gran cosa, pero podría sugerir que ciertos criterios retrógrados empiezan a quedar de lado.
Ayer se supo que el gobierno permitirá que se exporte un 15% más de carne vacuna. No es gran cosa, pero podría sugerir que ciertos criterios retrógrados empiezan a quedar de lado.
Para algunos obedecerá a las influencias de determinados frigoríficos. Otros esgrimirán razones igualmente válidas. Como fuere, la decisión de llevar el "volumen de equilibrio" para las exportaciones de carne vacuna de 30000 a 34500 toneladas mensuales es una pequeñísima luz al final del túnel. Falta mucho desde luego para salir del oscurantismo que implica el hecho de depender del funcionario de turno para generar libremente negocios que conformen la contraparte de una inversión genuina, pero hay expresiones que parecen más razonables respecto de lo que era habitual hasta hace muy poco.
Dicen quienes participaron del encuentro entre integrantes de la cadena cárnica y representantes de Agricultura, que circularon comentarios como "avanzar en el camino para liberar las exportaciones", "tratar de aprovechar este buen momento de precios internacionales" o "una apertura paulatina que buscaremos sostener en el tiempo". No hay dudas de que la necesidad tiene cara de hereje; el plus autorizado implicaría nos USD 28-30 millones mensuales más para un gobierno que está pasando la gorra y por ahora no consigue los dólares que precisa para sacar de su anemia al Banco Central. Pero hay que rescatar lo que parece ser el final de historias amañadas como la de la "mesa de los argentinos" y el permanente recurso de responsabilizar a la carne vacuna por la inflación alarmante que tolera el país.
La presión sobre los precios que paga el consumidor la genera la interminable emisión de moneda por parte de un Estado que gasta por encima de sus posibilidades, dando vida a un círculo vicioso del que no se sale limitando exportaciones. Con los cepos lo único que se consigue es agravar la situación.
A fuerza de golpes parece que algunos funcionarios van comprendiendo esta última idea. De nuevo, falta un montón. El sistema demanda mayor formalidad y transparencia y una liberación total de los despachos cárnicos, incluso fomentando una mayor agresividad en las ventas; China absorbe más del 70% de nuestros envíos, y lo hace con carne de vacas categorías D y E, de baja calidad. Sobran condiciones para ir por un espacio más ambicioso en los mercados fuertemente exigentes.
Por lo pronto, debe quedar claro para quienes manejan el país que cada progreso en las ventas externas no tiene que implicar riesgos para el consumidor local. Ya se habían otorgado algunas "libertades adicionales" durante agosto y se demostró que no impactan sobre los precios del mercado interno. Es más, a contramano de los resultados de otros rubros, el precio de la carne no aumentó durante el mes de julio, según un informe del Instituto de Promoción de la Carne Vacuna (IPCVA). Los valores de los cortes permanecieron estables y quedaron desfasados del alza general de precios, que en el mes referido alcanzó el 7,4%. Por si esto no bastara, en los primeros siete meses del año el precio de la carne acumuló un incremento del 59,6%, un porcentaje menor al 71% de inflación interanual.
Ni siquiera se le puede achacar a la carne vacuna malas influencias dentro del rubro de los alimentos y bebidas, tercero en el ranking de julio detrás de indumentaria y calzada, y restaurantes y hoteles. Los sectores protegidos lideran la carestía, el agro no tiene nada que ver. Es importante internalizar esta idea y resolver en base al sentido común si se pretende salir de este atolladero.