" Solos en la madrugada "
Va quedando claro que poco puede esperarse de las dependencias específicas respecto de los reclamos del campo. No hay demasiada compañía para el agro en las negociaciones que se llevan a cabo.
Va quedando claro que poco puede esperarse de las dependencias específicas respecto de los reclamos del campo. No hay demasiada compañía para el agro en las negociaciones que se llevan a cabo.
Hace tiempo que la cartera del rubro se ha convertido en un buffer entre las intenciones extremas del oficialismo y la paciencia de los productores. Su objetivo parece ser atemperar la bronca de la gente del sector y tratar de convencerlos de que cada exacción es "por el bien del país", que ya llegará el día en que serán escuchados y que por ahora no hay nada que hacer para liberar el negocio del agro.
Las nuevas autoridades de esta dependencia no son la excepción, como era de esperar. Comenzaron pidiendo la filiación política de los integrantes de las gremiales del campo, y de movida avisaron que "muchas cosas difícilmente iban a modificarse". También vincularon la responsabilidad individual y sectorial con el hecho de tener cuotas de equilibrio. Y el acento se puso en el particular caso de la carne. A criterio de las autoridades de Agricultura, "conservar los siete cortes tiene que ver con respetar la dieta de los argentinos". Hablan de "exportaciones razonables, ante el riesgo de quedarnos sin vacas, porque tenemos el mismo rodeo que treinta años atrás".
Esa parece ser la parte que no se entiende. En tanto haya limitaciones para vender, en tanto falten incentivos para invertir, seguiremos teniendo el mismo rodeo que hace tres décadas. La ganadería es un negocio de largo aliento, y sin señales razonables no habrá manera de cambiar esta realidad.
Parecidas fueron las referencias para el maíz, "que necesita volúmenes de equilibrio para no correr el riesgo de quedarnos sin el cereal que precisan el feedlot y la avicultura". Lo del trigo está también en torno de esta idea, es decir, "garantizar que tengan tranquilidad quienes transforman el grano y puedan conservar los puestos de trabajo".
De vuelta, si el país necesita más maíz o trigo, es decir más producción, este es el camino menos recomendado. Además, la protección exacerbada hacia la industria la ha acostumbrado a eludir la competencia, temperamento nocivo que genera ineficiencias y termina castigando a aquellos que sí han evolucionado y a la población toda en general.
¿Qué están haciendo los vecinos al respecto? Tanto Uruguay como Brasil son la contracara de la Argentina. La nación charrúa ha aumentado su producción de trigo, que procedió a exportar sin limitaciones. "Veremos de dónde importar cuando sea necesario terminar de cubrir la demanda interna", dicen desde la otra orilla. Lo mismo con la carne. Esta semana estuvo llegando a Montevideo asado de origen brasileño. Para un alto directivo de un gran frigorífico "viene a ocupar el lugar de un producto que ha sido exportado, principalmente a China".
Lo mismo con Brasil, enorme productor de maíz. Sin embargo los estados del sur del país lo importan activamente desde la Argentina y Paraguay dada la competencia con los exportadores del cereal en su propia tierra. El país ha tenido asimismo exportaciones récord de trigo, aprovechando la crisis del Mar Negro. Cabe recordar que Brasil es uno de los grandes necesitados de trigo del mundo; a nadie se le ocurrió frenar las ventas externas a pesar de eso.
Los precios de la harina, el pollo y el cerdo alimentados a maíz o la carne vacuna suben en la Argentina producto de una inflación descontrolada. El fin de semana se anunciaron recortes de gastos en varios Ministerios; ojalá sea la punta de lanza de un cambio. El problema no está en quien genera los alimentos.